El combate de San Lorenzo
Quince minutos bastaron para cambiar el giro de los acontecimientos en Argentina, gracias a una serie de consecuencias estratégicas que acabarían con las campañas realistas y provocarían el desabastecimiento de la ciudad
El Combate de San Lorenzo fue una confrontación armada entre argentinos y españoles producida durante la Guerra de la Independencia Argentina el 3 de febrero de 1813 a los pies del convento de San Carlos Borromeo, situado en la ciudad de San Lorenzo, de la actual provincia de Santa Fe.
Declarada por el imperio español como capital provisional del Virreinato del Río de la Plata, la ciudad de Montevideo era la principal y más importante base naval española en el océano Atlántico sur. El control en tierra por parte del ejército patriota rioplatense del destacado militar y político José Casimiro Rondeau obligaría a los españoles a hacer uso del océano y del río para abastecerse. De este modo, escuadrillas realistas (esto es, quienes defendían la corona española y la continuidad de los territorios americanos como parte del Imperio español) partirán desde Montevideo en dirección al río Paraná, en donde frecuentarían las costas robando los ganados del pueblo argentino.
Con este propósito, once embarcaciones realistas conformadas por milicias urbanas de la ciudad y capitaneadas por el capitán Antonio Zabala saldrían de Montevideo en 1813 dirección a la ciudad de San Lorenzo, haciendo un parón en la isla Martín García para aprovisionar. Mientras tanto, un informe redactado y enviado desde Colonia del Sacramento alertaría al gobierno sobre lo que estaba por acontecer, permitiéndole adelantarse a los hechos y enviar por tierra, por tanto, a las tropas que guarnecían la villa del Rosario para evitar el saqueo.
De esta manera, 125 hombres del Regimiento de Granaderos a Caballo dirigidos por el coronel de caballería José de San Martín y por el capitán Justo Germán Bermúdez seguirían a los españoles, deteniéndose únicamente el 2 de febrero cerca de la posta del Espinillo para sustituir a los cansados caballos por otros más enérgicos. Al día siguiente, los argentinos retomarían su camino hacia el Convento de San Carlos, lugar a donde sabían que se dirigían los realistas, pues allí se encontraban guardados los principales bienes de la ciudad.
Nada más llegar al convento, los dos cabecillas argentinos negociarán con el superior de los frailes franciscanos para que les den permiso para esconder a sus soldados en él, ingresando éstos, finalmente, por la parte oeste del templo. Una vez escondidos los granaderos, los realistas desembarcarán y se dirigirán hacia allí, sin saber que una sorpresa no grata para ellos les aguardaba. Cuando éstos llegaron al destino, los argentinos, que ya se habían dividido en dos tropas o “columnas” preparadas para aplicar la estrategia militar napoleónica envolvente del movimiento de pinzas, saldrán de la parte trasera del convento y atacarán a los españoles a caballo y con sable en mano, provocando el paso atrás de los españoles.
La batalla duraría unos quince minutos aproximadamente y, pese a que los españoles conseguirían defenderse por un momento y llegar a acabar con la vida tanto del capitán Bermúdez como del teniente Manuel Díaz Vélez (futuras personalidades conmemoradas en el país), lo cierto es que terminarían huyendo apresuradamente hacia sus buques ante la resistencia americana. De hecho, incluso algunos se arrojarían al río desde la barranca, falleciendo por ahogamiento. El coste humano sería de 40 muertos y 14 heridos realistas frente a 16 muertos y 22 heridos rioplatenses, sabiendo que se enfrentaban 125 soldados argentinos contra 250 españoles, es decir, que a pesar de ser mayor la tropa realista, ésta sería arrasada y derrotada por una minoría argentina gracias a su buen hacer estratégico.
Finalizada la batalla, Manuel Belgrano, general del ejército argentino, miraría el cielo y, a partir de su celeste y blanco, crearía la bandera de Argentina. Aun así, hay discrepancias, pues algunos consideran que el blanco representa la plata (comparación poética del Río de la Plata) y que el azul sus aguas, así como otros dicen que son los colores de Inmaculada Concepción.
Estamos hablando, por tanto, de quince minutos que bastaron para cambiar el giro de los acontecimientos en el país, gracias a una serie de consecuencias estratégicas que acabarían con las campañas realistas y provocarían el desabastecimiento de la ciudad.