THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Los Meloni de Vox

«El problema que tiene Vox es que un grupo mesiánico se está haciendo fuerte en la dirección y marca el tono de las campañas, de los discursos y de las palabras»

Opinión
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Los Meloni de Vox

La líder de Fratelli d'Italia Giorgia Meloni en Palermo. | Antonio Melita (Contacto)

Francamente, traer a Giorgia Meloni a soltar incorrecciones políticas con un tono desgañitado, en plan graderío de fútbol, es una enorme torpeza de Vox. ¿A quién se le ha ocurrido poner a una rupturista agresiva a presentar a Santiago Abascal, cuya única salida es pactar con el PP? 

Hablo desde la frialdad de los porcentajes, la representación y el reparto de cargos públicos. No olviden los populistas que esa misma senda siguió Podemos, poniéndose chulo con la puridad de los principios para salvar la patria, que diría Meloni, y ahora es un cadáver. 

Puede ser que Fratelli d’Italia, el partido de Meloni, esté en las encuestas por encima del 20% de los votos, pero la copia de modelos no funciona. No sirvió cuando quisieron parecerse a Marine Le Pen, y ahora tampoco. El motivo es que son realidades distintas. Es más; que funcione en Italia con ese porcentaje no significa que eso sea bueno para la convivencia democrática. 

Si se ganan votos a través de la agitación se acaba pagando. No hay referencia histórica en los últimos doscientos años de un partido agresivo que haya mejorado la convivencia. Las democracias se sostienen con la moderación porque es la vía del conflicto, no con la polarización, que es su muerte. La agitación siempre termina mal, como Trump y el asalto al Capitolio. 

En las palabras de los amigos españoles de Meloni hay un regusto a que el resto de partidos son tramposos, traidores o cobardes a «la patria». No preguntes qué es la patria porque la patria son ellos y la idea de comunidad reconstruida sobre la tradición y la verdad. Ya lo dijo uno de sus dirigentes en la Asamblea de Madrid: lo suyo no es el liberalismo ni el conservadurismo, sino el «patriotismo social». Sus palabras destilan aquello que decían los joseantonianos: «Amamos España, pero España no nos gusta. Vamos a cambiarla».

Los amigos españoles de Meloni tienen un estilo populista, de ahí el tono y los gritos, la violencia verbal y gestual, el trazo grueso y la apelación al integrismo. En el fondo sueñan con flagelar a los mercaderes del templo, a los Soros y progres de turno por contaminar la tierra, la fe y los principios, y ansían refundar el paraíso perdido. 

El problema que tiene Vox es que un grupo mesiánico se está haciendo fuerte en la dirección y marca el tono de las campañas, de los discursos y de las palabras. Una cosa era tomar el papel político que había abandonado el PP de Mariano Rajoy, dar la «batalla cultural», responder al «consenso progre», y otra muy distinta blasonar modos y palabras del nacionalsindicalismo. Es tan insoportable como el victimismo que destilan: todos van contra ellos porque dicen la verdad. 

Puede ser que este estilo y discurso sea solo apariencia, instrumentos para movilizar a un segmento de la sociedad. Quizá hayan pensado en esa parte que quiere escuchar diatribas contra el sistema y sus partidos, canalizando así la rabia y el descontento hacia las urnas. Al tiempo presentan la medida más sencilla y emocional que existe: apartar de la vida pública a los autores de sus desdichas. Es como si tras hacer un estudio para captar votos hubieran visto que existe un porcentaje considerable de gente enfadada a la que pueden captar con esa dureza. 

Afortunadamente todo Vox no es así. Hay otros que tienen los pies en la tierra, y saben que ser extremistas les aleja de un partido de centro-derecha como el PP a la hora de pactar. No vale decir que los populares ya pasarán por el aro después del 19-J. Es preciso ser más responsable con la situación social, económica y política. Nunca está de más ver a largo plazo, con perspectiva, sopesando las libertades de las que disfrutamos, sabiendo que no son indestructibles. 

Incluso a los amigos españoles de Meloni les convendría algo de inteligencia política. Esa que enseña que pactar cargos y prebendas en instituciones despreciadas por ellos, como las autonómicas, con los mismos a los que se insultó, a los que se señaló como culpables del mal de la patria para inflamar a tu electorado es un suicidio organizativo y electoral a medio plazo. 

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