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El libro de Toni Cantó: indiferencia, vocación política y vanidad

«La socialdemocracia era esto: acercarse a quien reparte el parné. Y Cantó parece haber tomado nota»

Opinión

EP

  • Eduardo Laporte nació en Pamplona en 1979 pero lleva en Madrid desde 2005, donde cultiva esa doble nacionalidad que decía Sabina (triple en su caso, por su condición de medio galo). Se dedica al periodismo intermitente de temática cultural en medios como Territorios, de El Correo de Bilbao. Ha publicado algunos libros de vocación autobiográfica (que no autoficcional, de momento), entre los que destacan Luz de noviembre, por la tarde (Demipage, 2011) o el reciente Tiempo ordinario, un diario editado en 2021 por papeles mínimos. Su canción favorita es Perspectiva Nevski, de Battiato.

Dice Karmelo Iribarren en su estupendo Diario de K. que «cuando estás con alguien que te es indiferente, parece que pierdes más el tiempo». Algo de esto me ha pasado leyendo De joven fui de izquierdas pero luego maduré (Ediciones B), lectura que habría abandonado de no ser el compromiso con esta columna. ¿Razones? Sensación de déjà lu.

Y eso que Toni Cantó despierta ese cariño nostálgico innegable: fueron muchos sábados entrando en nuestras casas, a la hora de cenar, cuando solo había dos canales y el mundo todavía era sólido. Y también despertó simpatías ese salto a la política de alguien del mundo del espectáculo, sin antecedentes en mi memoria política nacional (vale, Labordeta).

Se aborda la cosa actoral durante buenas páginas, pero en un relato descafeinado. Toni Cantó no es el Michael Caine cuyas memorias leí con fruición en su día. Decía Justo Serna en su comentario sobre el libro que había resentimiento por todas partes. Una reseña algo resentida, por otra parte, con epítetos como «libro insólito» o «retrato de un hombre inmaduro» y donde aparece la palabra «odio» y «rencor» a menudo. No me ha parecido para tanto. Si bien Toni Cantó se dirige a Zapatero como un presidente «terrible» y «mediocre» y son constantes sus ataques a los nacionalismos, sobre todo al catalán, el relato no se hace indigerible. No es un libelo. Es su versión de los hechos desde su posición, sus diversas posiciones, a lo largo del arco del centro en que se ha movido hasta recalar en el PP y en esa Oficina del Español que suena a mamandurria institucional. 

Por cierto, sigo asombrado ante la desaforada cifra de 1.100 millones de euros que el Gobierno quiere invertir en «cosas del español». La socialdemocracia era esto: acercarse a quien reparte el parné. Y Cantó parece haber tomado nota. Aunque en un momento dado del libro deja caer que con su trabajo como actor acumuló tanto patrimonio como para poder vivir, casi, sin trabajar. ¿Sería la política la actividad del hombre libre que por fin puede dedicarse a la gestión de lo público, las cosas de la polis).

Y sí creo que haya una motivación de justicia en ese discurrir biográfico hacia la política, que surgió con la promoción de aquel Vecinos por Torrelodones, plataforma local que reunía varias virtudes de saneamiento institucional que impulsaron el mejor UPyD, el mejor Ciudadanos y el mejor Podemos. Y de los que apenas quedan las cenizas hoy: la biografía de Cantó se puede leer como el canto del cisne no ya de un centro posible, sino de una regeneración política también posible y necesaria. ¿Quién fiscalizará el destino de los 1.100 millones de euros que irán a las ‘cosas del español’? Urge el partido Stop Mamandurrias. Quizá Cantó, desde su Oficina del Español, a la que solo dedica una mención en todo el libro, podría darle forma. 

Hay vocación política, o eso parece, pero también narcisismo, como le es propio a todo actor. ¿Se pasó a la política para disfrutar de unos focos nuevos? A lo largo del libro leemos mucho la palabra «viral», como si contaran más los likes y retuits en política que la asunción efectiva en la sociedad de un mensaje equis. 

El libro, en suma, me ha resultado un tanto indiferente. Excepto las páginas, heladoras, de la muerte de su hija Carlota, en accidente de coche, con 18 años. Ahí se para todo. Cantó es un hombre herido por siempre y quizá deberían recordarlo quienes lo linchan día sí día también. 

8 comentarios
  1. 23xtc

    ayudar desde las instituciones al idioma español teniendo en cuanta que se va aprobar que no existe en España el idioma español si que mi idioma nació en un reino y unos reyes castellanos, cosa que se legalizado en 1978 en la carta magna, que suerte que los portugueses solo tienen un idioma oficial. Dele las gracias a un inepto Cela por ser tan comprensivo y visionario con el nacionalismo militante que participo en la redacción de la carta magna, y que se ha desarrollado en la LOAPA.

    Otra cosa es Cantó, si, igual que la en ANC, Plataforma per la Llengua, Institut de Nova Historia, Son Escola, CDR,…no hay otro Cantó en CUP, ERC, BILDU, BNG, Teresa Rodríguez ahora nacionalista que afirma que el idioma andaluz existe y debe ser regulado.

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