El desafío de Feijóo
«Feijóo va a ganar las próximas elecciones generales. El futuro de España y del PP dependen de que no repita el error de Rajoy»
Las elecciones autonómicas de los últimos meses (Madrid, Castilla y León, Andalucía) apuntan a que tras las próximas generales, el Partido Popular (PP) volverá a formar Gobierno, quizá con mayoría absoluta. Como en 2011, tras la ruina causada por un gobierno socialista, el electorado encarga al centroderecha que nos saque de la quiebra.
Cuanto antes, el Sr. Feijóo debe diagnosticar la situación y decidir qué políticas va a aplicar. Cuanto antes, porque sólo si asume el Gobierno con las ideas claras podrá encarar de forma efectiva la doble crisis, institucional y económica, que padecemos.
Cuanto antes, también, porque las políticas que vaya a emprender cuando gobierne determinan cómo debe responder a Pedro Sánchez hasta las generales. Incluso tras el chantaje que encierran sus últimas ocurrencias, sería incoherente repartirse las vocalías del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) para emprender dentro de unos meses una reforma de esta y otras instituciones. Sería peor que incoherente: la voluntad de tales reformas se tornaría increíble, de lo cual tomarían nota sus votantes potenciales.
Es esencial que Feijóo llegue al poder con un plan de medidas económicas, y las aplique desde el primer momento. Como en 2011, tanto el Banco Central Europeo como los mercados financieros descuentan que los días del actual Gobierno están, por fortuna, contados; y que su capacidad para infligir aún más daño a la economía española es ya limitada. Descuentan también que su sucesor contendrá el déficit público. Cómo mínimo, Feijóo no puede decepcionarlos. Es esencial que no repita los errores del Gobierno de Rajoy en los primeros meses de 2012, durante los cuales demostró que no sólo carecía de plan alguno sino que ni siquiera apreciaba la extrema debilidad de nuestro crédito público ni reconocía la quiebra de las cajas de ahorros.
También es esencial conocer las políticas de ajuste y reforma para poder presentarlas en bloque a los ciudadanos: el dolor y la resistencia que origina un paquete de medidas es mucho menor cuando se agregan que cuando se separan en el tiempo.
La tarea de Feijóo no es especialmente difícil, y tiene a mano numerosos ejemplos en los que inspirarse. Ejemplos, además, de todos los colores políticos, desde Irlanda a Suecia o Nueva Zelanda. No es un asunto de ideología sino de unir un mínimo de conocimiento a su consabido pragmatismo. Pero se enfrenta a dos limitaciones: su pasado y su partido.
Feijóo habrá de gobernar con un horizonte y unas ambiciones diferentes a las que ha venido aplicando en Galicia todos estos años. Allí ha probado su solidez en materia presupuestaria. Con ella, quizá satisfaría a nuestros acreedores; pero no a sus votantes. Los recortes que habrá de aplicar le pondrán en una tesitura electoral comprometida. Pese a cuatro años de sanchismo, el PSOE aún ha logrado 30 escaños en Andalucía, por lo que un reformismo de mínimos à la Rajoy nos aseguraría repetir destinos similares: a Feijóo, una lenta agonía; a España, otro Gobierno socio-populista como el que ha padecido estos últimos años.
Los recortes habrían de ir acompañados de reformas institucionales que restauren la separación de poderes (CGPJ, Tribunal Constitucional, función pública) y de políticas razonables de liberalización (sobre todo, en materia laboral) y de reforma fiscal (como elevar los impuestos al consumo para bajar los impuestos al trabajo y el ahorro). Sólo así eliminaría los principales frenos de nuestra economía. Sin liberar su enorme potencial de desarrollo, el próximo Gobierno del PP apenas vendría a paliar, una vez más, el desaguisado del PSOE. Por el contrario, puede y debe situar a la economía española en una senda de crecimiento que asegure tanto nuestro bienestar (incluidas unas pensiones que, sin esas reformas, serán imposibles) como el futuro en el poder del propio PP. Y, si empieza pronto, sus logros serían, además, obvios para el votante antes de terminar la legislatura.
La segunda gran limitación reside precisamente en que el PP sea capaz de entenderlo. A lo largo de los años y pese a sus profesiones de fe en la separación de poderes y en la economía de mercado, el PP, como la mayor parte de la derecha española, ha demostrado que sus convicciones en ambos terrenos son un tanto superficiales. Duele pensarlo, pero el denostado presidencialismo de nuestros partidos, junto con el hundimiento electoral de la izquierda, proporcionan, como en 2011, otra oportunidad de liderazgo histórico. ¿Estará el Sr. Feijóo a la altura del desafío?