Estrellas sobre un infante perverso
Luis Fernando de Orleans y Borbón se apodó a sí mismo «el rey de los maricas». Los gays hoy debieran pedir que el infante vuelva a España y sea enterrado en El Escorial
La verdad, yo nada sabía de este Infante de España, Luis Fernando de Orleans y Borbón, hijo de la infanta Eulalia (la rebelde y mundana de la familia real del momento, bellamente retratada por Boldini) y por tanto nieto de Isabel II, con la que se deja sentir un parecido, y primo carnal de Alfonso XIII. Luis Fernando nació en Madrid en 1888 y falleció en París, exilado y denostado, en 1945. Está enterrado en una sencilla iglesia española de los padres claretianos allá (rue de la Pompe) y no en el Panteón de Infantes de El Escorial, como hubiese correspondido. Derrochador, infeliz en el fondo con un padre y una madre -cada cual a su modo- desastrosos, Luis Fernando se apodó a sí mismo «el rey de los maricas». Ha sido un libro de José Carlos García Rodríguez editado en una editorial inglesa, Bibliostory Editions, que al parecer funciona básicamente vía Amazon, y titulado en efecto El Rey de los Maricas. Vida y leyenda del Infante Luis Fernando de Orleans, donde he comenzado y con tino a saber del personaje. Bien educado en Inglaterra y Alemania, sus padres nunca se entendieron. El infante Antonio de Orleans, su padre (hijo del duque de Montpensier) se gastó una inmensa fortuna, con una señora que nunca tenía bastantes regalos, muy popular de origen, apodada La Infantona y de nombre Carmen Giménez; mientras que la madre, Eulalia de Borbón, andaba a sus cosas y viajes, lógicamente ajena a ese marido, pero tan pronto cerca como lejos de sus dos hijos. Como he dicho, un desastre de familia para un joven muy pronto claramente homosexual, pero que hasta al menos 1909, como suele decirse, guardó las formas, siendo entonces íntimo de su real primo, en cuya boda con Victoria Eugenia de Battenberg, ocupó lugar destacado.
No mucho después y sobre todo en plena belle époque, en compañía de su amante y amigo, el portugués Antonio de Vasconcellos, que le atendía y servía, Luis inició la caída. Como se dijo (había querido ser actor) era frívolo, libertino, derrochador y -lo que su «liberal» madre nunca pudo perdonar- homosexual, marica. Vivió con cocaína, champán y chicos, entre la alta sociedad mundana del filo de los felices 20, desde la extravagante y genial marquesa Luisa Casati, hasta Marcel Proust, Boni de Castellane, el dandi, el príncipe Ismael de Persia, el maharajá de Kapurtala, la princesa Murat o la condesa de Noailles, refinada poeta. Bailes de disfraces suntuosos, orgías, drogas, libérrima moral, ¿qué iba a decir la Corte española? Miraba para otro lado, hasta que, en 1924, un escándalo mayor -un gigoló apareció muerto en las habitaciones del Infante y del portugués, acaso de sobredosis, pero no supieron gestionar el incidente, con el que se encontraron- hace que el Infante sea expulsado de territorio francés y que su irritado primo el Rey de España, le retire por decreto las distinciones y prerrogativas de su jerarquía de Infante. La pareja va a Portugal y más tarde a Italia. No tiene título, pero no deja de ser quién es, como le había dicho a Alfonso XIII, augurándole que su pueblo lo despediría con una merecida ‘patada en el culo’.
Luis Fernando de Orleans y Borbón es plenamente antinazi -y llega a lucir la estrella amarilla de los judíos como provocación- porque los nazis esnobs lo llaman «monseñor» y lo respetan
Arruinado pero rumboso, Luis Fernando llega a vender cocaína, a través de personas interpuestas, claro es, y hasta se casará con una vieja millonaria, la princesa viuda de Broglie en 1930 (ella 73, él 41 años) para tener dinero, y mucho, y volver a su añorado París. Tras pasar ocultamente por España en 1940, Luis Fernando -que casi arruina a su mujer con fiestas y nuevos chicos- va al París ocupado por los nazis en 1941. Él es plenamente antinazi -y llega a lucir la estrella amarilla de los judíos como provocación- porque los nazis esnobs lo llaman «monseñor» y lo respetan. En sus años últimos -enfermo- salvó a unas cuantas personas perseguidas, intercediendo ante la Gestapo. ¿Vida extravagante? Desde luego tiene una película. Y respecto a vida privada (no hablo de política) ni el Infante de Orleans ni el propio Alfonso XIII, con varios hijos ilegítimos y muchas amantes, podían ser ejemplo. ¿Debemos juzgar la vida privada si no afecta al país? Luis Fernando no es ejemplar, es fruto de un mundo, una familia y una época, pero lo que más pesó en su contra en España fue la homosexualidad manifiesta… Es un personaje triste y suntuoso, y acaso los gays hoy debieran pedir que el Infante marica vuelva a España y sea enterrado en El Escorial. ¿No sería también igualdad sexual y también memoria histórica?