Operación secreta contra Sánchez
«¡Cómo iba el PSOE a pactar con quienes más trabajaban para romper España, sometiendo al Estado a una crisis constitucional, y sumar además con los herederos de ETA!»
No hay que tomar a la ligera la conjura denunciada por Pedro Sánchez, invistiéndose de una gravedad ciceroniana en los días atribulados de Catilina. Se trata, una vez más en la Historia, de una conspiración para acabar con el poder legítimo. El presidente sabe que hay cenáculos donde, bajo la coartada de conversar después de comer con un coñac y un habano, se maniobra para derribar el Estado de derecho. ¡Ya se sabe lo que son esas sobremesas de Madrid de Conjura, Copa y Puro! Golpismo 1.0.
La copa y el puro los delata.
Todo comenzó en las primeras elecciones de 2019. Esos poderes ocultos, manejando los hilos, impidieron que Ciudadanos entrara en el Gobierno, y para ello empezaron sin duda por enviar a Ferraz a una horda de reventadores a sueldo con instrucciones de corear «¡Con Rivera no, con Rivera no!». En el PSOE soñaban con Rivera sí, pero los conspiradores abortaron sus planes. Y ahí iniciaron la operación secreta que bien podría denominarse Operación Conjura, Copa y Puro. Después vendrían muchas más sobremesas de confabulaciones, forzando una repetición electoral en medio año.
El complot de estos señores del lado oscuro con poderosas antenas mediáticas pasaba por echar a Sánchez en brazos de Pablo Iglesias. El líder socialdemócrata, de natural moderado, trató de resistirse, gimoteando que no podría dormir tranquilo, pero los conspiradores aspiraban a que el PSOE se descompusiera por contacto con el material corrosivo del populismo postcomunista. Era un plan muy maquiavélico, porque un Gobierno de PSOE y Podemos parecía una locura para el país, pero estaban dispuestos a afrontarlo. Y así lograron su objetivo de ver a los populistas de extrema izquierda en el poder. Fue un día de gloria: fecha clave de sus planes secretos para la destrucción del PSOE. Es fácil imaginar qué sobremesas habría ese día, cuánta copa y cuánto puro.
El plan, de hecho, era tan perverso que incluía algo más: no sólo se trataba de lograr que Sánchez pactase con Podemos, contra su voluntad, sino además meter en la ecuación de la mayoría a Esquerra y Bildu. Naturalmente algunos de los conspiradores en la Operación Conjura, Copa y Puro creían que eso era no ya un exceso, sino un imposible. ¡Cómo iba a caer Sánchez en esa trampa! ¡Cómo iba el PSOE a pactar con quienes más trabajaban para romper España, sometiendo al Estado a una crisis constitucional, y sumar además con los herederos de ETA! Pero, contra todo pronóstico, lo lograron: Sánchez sumó a Esquerra y Bildu. Exitazo. Nada parecía ya imposible para esa gente de los cenáculos con copa y puro.
«Sánchez nunca quiso pactar con Podemos, nunca con Esquerra, ni con Bildu, nunca quiso tolerar la ilegalidad, no quiso indultar a los golpistas del 17…»
Todo esto naturalmente estaba destinado a destruir definitivamente a Sánchez, destruyendo además la legitimidad que representa. De modo que enseguida, para agudizar las contradicciones –ojo, son gente de copa y puro pero con sus lecturas– forzaron que Sánchez indultase a los líderes del golpe del 2017. Era un movimiento maestro. Desde las antenas oscuras ayudaron a que Sánchez tomara esa decisión suicida. ¿Y cómo lo lograron? De un modo brillante: oponiéndose. Todas esas antenas alertaban de que era un pésimo precedente para la democracia, y así convencieron a Sánchez de que lo hiciera. Y sí, lo hizo. Bárbaro. Ese día se abrieron botellas carísimas y se fumaron behikes a gogó. La operación para desacreditar al Partido Socialista ya era imparable.
Todavía consumarían un par de maniobras más, a cual más audaz. Desde sus cenáculos movieron los hilos para traer al líder del Frente Polisario a España en secreto. Sánchez comprendió que le habían dado un golpe mortal y reaccionó rápido, haciendo una crisis de Gobierno y preparando un pacto con Mohamed VI al precio de abandonar a la antigua colonia española a su suerte. Sánchez lograba parar así el golpe, pero todo estaba previsto: se trataba de que la izquierda viera que Sánchez es un traidor a sus propias causas. Si bien se mira, Sánchez tiene motivos para denunciar a los conjurados de copa y puro.
Y la cosa ha seguido. Después maniobraron para asfixiar a los españoles con el precio de la luz y que se culpase de ello a Sánchez. Eso sí, el presidente presentaría batalla hasta ahorrar unos céntimos en la factura. Pero los cenáculos madrileños no van a claudicar y siguen trabajando para que suba la gasolina, para que suba el aceite, la pasta, la fruta, el pescado… todo por acabar con Sánchez.
Y por fin Sánchez ha dicho basta. Se ha decidido a denunciar el complot que viene sufriendo desde las sobremesas de Madrid, esas sobremesas de poderes oscuros que en lo que despachan un coñac y un habano van dando pasos contra él sin pensar en el Estado. De ahí todo lo sucedido. Sánchez nunca quiso pactar con Podemos, nunca con Esquerra, ni con Bildu, nunca quiso tolerar la ilegalidad, no quiso indultar a los golpistas del 17, no hubiera querido pactar la memoria democrática con los abertzales, ni echarse en brazos de Mohamed… él hubiera querido pactar con Rivera, y respetar las reglas del juego, y manejar la economía con criterios más racionales, pero no es su responsabilidad, sino trampas y más trampas de los poderes oscuros, gracias a sus afiladas antenas mediáticas, como ha denunciado Sánchez yendo en una semana a contarlo a La SER, La Vanguardia, La Sexta, TVE y El País.