La chupipandi y las tragaderas
«Irene Montero y su chupipandi van a necesitar otro chollazo cuando pierdan el poder»
Uno de los fenómenos psicológicos más interesantes de la ciencia política son las tragaderas de los votantes de izquierdas con sus líderes. Les da igual que sean unos pijos aburguesados y derrochadores narcisistas, o que no hayan trabajado en su vida. Se pasan por el arco del gulag el que usen su cargo público para convertirse en los millonarios que dicen despreciar.
Irene Montero y su chupipandi, esa servidumbre pija que ha reclutado, han derrochado 95.000 euros para viajar a EEUU en el Falcon, gastando más de 22.000 litros de combustible. No podían trabajar desde su despacho con unas videoconferencias, como hacemos todos. No. Para entrevistas de 45 minutos tenían que desplazarse al otro lado del Atlántico.
¿Y para qué eran esos encuentros? Dicen que han servido para felicitarse mutuamente por sus logros feministas. Tócate los empoderamientos. Pero no se equivoque usted. Esta no es la trola. Tampoco ha sido para conseguir unas vacaciones pagadas con dinero público.
En realidad han sido entrevistas de trabajo. Irene Montero y su chupipandi van a necesitar otro chollazo cuando pierdan el poder. Se han paseado por las ciudades norteamericanas donde residen organismos internacionales que funcionan como refugio de políticos «comprometidos» con el feminismo, las políticas sociales y el medio ambiente. Es el mismo plan de Pedro Sánchez: un cargo en algún organismo internacional para vivir como un rico cuando pierda las elecciones.
Tienen modelos. Leire Pajín, que fue ministra con Zapatero y no destacó por nada bueno, fue fichada por la ONU con sueldazo, y ahora preside la Red Española para el Desarrollo Sostenible (el acrónimo es REDS, «rojos»), un lobby para cumplir los objetivos de la Agenda 2030. Negociazo. Bibiana Aído, la de «miembros y miembras», otra joya de Zapatero, marchó a Nueva York como asesora de ONU-Mujeres con un sueldo anual de 100.000 euros.
«A Irene Montero y a su chupipandi solo les interesa vivir del cuento y buscarse un puesto bien pagado para cuando llegue la patada democrática, que ya falta poco»
Son buenos antecedentes, sobre todo teniendo en cuenta que Irene Montero no soporta a la plebe, y que su soberbia no está para aguantar un escaño en la oposición oyendo las risas de la derecha. La ministra de Igualdad está elaborando una red de contactos internacionales para seguir viviendo de lo público como una millonaria, rodeada de servidumbre pagada por todos, y con una agenda de piscolabis y chocho-charlas.
Mientras la chupipandi hace su negocio particular, los electores de izquierdas en España leen a sus portavoces mediáticos que Ayuso hizo lo mismo, que Bendodo fue a EEUU a promocionar Málaga, y que si criticamos el despilfarro interesado de Irene Montero es porque somos unos fachas machistas. Faltaría más.
No importa que con esos 100.000 euros que ha costado el viaje, por ejemplo, se pueda mantener durante un año una casa de acogida para mujeres maltratadas. Tampoco interesa que este viaje de niñas ricas se haya hecho con un 11% de inflación, cuando la tasa de pobreza de las mujeres con trabajo está en el 15%, y de las mujeres en paro por encima del 25%. O que ese gasto sea una quinta parte de lo que se dedica al año a la investigación del cáncer de mama.
Ni igualdad, ni reparto equitativo de la riqueza, ni política de cuidados, ni vergüenza. A Irene Montero y a su chupipandi solo les interesa vivir del cuento y buscarse un puesto bien pagado para cuando la gente les dé la patada democrática, que ya falta poco. ¿Se imagina usted la ansiedad nocturna pensando en perder la mansión, el servicio doméstico y los privilegios que se consiguieron sin más mérito que ser quien era?
Ante todo esto los electores de la izquierda no quieren oír, ver ni hablar, demostrando unas tragaderas que bien valen un estudio. Siguen depositando su voto con una fe digna de compasión. Por eso ahora Yolanda Díaz está pergeñando un nuevo chollo, una coalición chulísima que sirva de agencia de colocación para que todos estos (y estas) sigan con una vida de lujo que en el mundo laboral privado nunca se habrían atrevido a soñar.