Treinta y cuatro
«Ante la perspectiva cierta de ser desalojado de La Moncloa, Sánchez se sacará de la chistera alguna medida con suficiente veneno como para tratar de polarizar nuevamente el país»
No, queridos fans del prematuramente desaparecido Sergio Algora y de su mítico grupo La Costa Brava, esta columna no es un spin-off de uno de sus temas más recordados, el imborrable Treinta y tres (Yo tengo treinta y tres y tú eres casi una menor, cómo es posible que entre tú y yo, tengamos algo que dure un tiempo), sino que voy a hablarles de algo bastante más prosaico, ya saben, de política.
El Treinta y cuatro que encabeza esta columna no se refiera a una edad, como la canción de Algora, sino a un porcentaje, el treinta y cuatro por ciento; quédense con este número, apúntenlo en la servilleta del bar donde están desayunando un café corto en vaso de caña -la leche templadita, jefe- con churros, tecléenlo en la aplicación de notas de su teléfono móvil o si tienen espíritu de poeta adolescente, déjenlo impreso sobre la arena mojada de la playa en la que están tratando de sobreponerse a la calorina de este mes de julio, pero no se olviden de la cifra.
Treinta y cuatro por ciento, ese es el número mágico que debe superar el PP de Alberto Núñez Feijóo en las próximas elecciones, una cifra que, dado nuestro sistema electoral, le permitiría rondar los 145 diputados, suficientes para gobernar en solitario y sin hipotecas excesivas tras una investidura en la que le bastaría con lograr unas cuantas abstenciones de aquí y otras cuantas de allá, ya saben, la famosa geometría variable.
Un treinta y cuatro por ciento sería suficiente como para que se activasen dos poderosos hechizos: por un lado el Imperius de la transmutación de Vox en un partido marginal e irrelevante que vería significativamente reducida su presencia parlamentaria, y por otro el Avada Kedavra que impediría que PSOE y Podemos pudieran sumar suficientes diputados con el independentismo como para siquiera soñar con reeditar su pacto de gobierno.
«Si algo ha demostrado el inquilino del palacio de la Moncloa es su capacidad para operar más allá de los límites formales, materiales, institucionales e incluso simbólicos de nuestro sistema democrático»
Miren, si atendemos a su morfología solo existen dos tipos de elecciones, las de cambio y las de continuidad y la próxima convocatoria electoral, independientemente de los avatares que nos separan de las mismas y de la fecha de su convocatoria van a ser unas elecciones de cambio como ya fueron las de 1982, 1996 o las de 2004, comicios en los que el resultado final fue consecuencia de una implacable aceleración de las tendencias preexistentes y de la formación de nuevas mayorías sociales aún más reforzadas de lo que preveían las encuestas.
¿Quiere decir esto que Sánchez ya está derrotado? En absoluto, si algo ha demostrado el inquilino del palacio de la Moncloa es su capacidad para operar más allá de los límites formales, materiales, institucionales e incluso simbólicos de nuestro sistema democrático, y estoy seguro que, ante la perspectiva cierta de ser desalojado de La Moncloa, se sacará de la chistera alguna medida con suficiente veneno como para tratar de polarizar nuevamente el país y pescar electores en ese río revuelto, no sé, un referéndum sobre la forma del estado coincidiendo con las elecciones, la desamortización de los bienes de alguna orden religiosa menor, la nacionalización de alguna empresa eléctrica especialmente contumaz o, qué sé yo, incluso la invasión de algún país pequeño una semana antes de que acudamos a las urnas; pero con sinceridad, su capacidad de maniobra es cada vez más limitada y sobre todo, Feijóo cada día está más cerca de superar la barrera del treinta y cuatro por ciento, si es que no lo ha hecho ya.
Y volviendo al comienzo del artículo, el sábado 9 de julio, día en el que escribí estas líneas, se cumplieron 14 años de la muerte de Sergio Algora, o como dice Aloma Rodríguez: «14 años del día en que se apagó el hombre bombilla, y sigue luciendo». Desde aquí mi recuerdo a uno de los más estupendos hacedores de canciones que ha tenido este país, un tipo capaz de titular uno de sus temas simplemente con un número, el treinta y tres.