THE OBJECTIVE
Pilar Cernuda

Por favor, presidente...

«El debate parlamentario de esta semana acrecienta la idea de que el presidente conoce mal a los españoles»

Opinión
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Por favor, presidente…

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aplaude al finalizar el Debate sobre el estado de la Nación. | Eduardo Parra (EP)

Denos un motivo, solo uno, para que en algún momento podamos decir algo positivo sobre su persona. Sí, hay incondicionales que no le abandonan, que tienen la convicción real de que es el presidente que España necesita; pero también hay lealtad mal entendida a unas siglas, o que les encandiló cuando se convirtió por primera vez en secretario general del PSOE. Sin embargo, a infinidad de periodistas nos resulta perturbador que pasen semanas, meses e incluso años, sin encontrar un motivo para defender con orgullo a su presidente, para escribir unas líneas o pronunciar unas palabras en favor del jefe de Gobierno del país propio. 

Es frustrante y profundamente incómodo, pero no hay manera de que usted haga el menor esfuerzo para que le miremos políticamente con un cierto respeto. Incluso personalmente, porque cuando se constata que ha hecho de la mentira y el engaño su hábito de vida, dan ganas de gritar de rabia. Por la decepción ante una persona hacia la que , por su cargo, deberíamos sentir al menos admiración.

El debate parlamentario de esta semana acrecienta la idea de que el presidente conoce mal a los españoles. Piensa que no tienen mucho seso, su formación es mediocre, discurren poco y no se van a enterar de que les vende gato por liebre. Con fanfarria máxima para intentar demostrar así su preocupación por las clases menos favorecidas, Sánchez ha anunciado que va a subir los impuestos a los bancos y a las empresas energéticas. Lo hace con cara de gran satisfacción. La obra buena del día. Pues va a ser que no, porque los españoles, excepto los recalcitrantes que le votarán haga lo que haga y decida lo que decía, saben muy bien cómo funciona la cosa: él sube los impuestos a los bancos y a las energéticas y, a los dos días, sus clientes, que somos todos, veremos esa subida reflejada en los recibos de la luz, en las hipotecas o en las comisiones por mantener nuestras cuentas corrientes.

Como tiene la vida resuelta mientras esté en Moncloa, no sabe que la cesta de la compra cuesta hoy infinitamente más que hace un año, al igual que ocurre con la gasolina o la luz. Nada que ver con la cifra de inflación, ir al súper o llenar el coche pude doblar el precio del verano pasado. Por no mencionar que la mayoría de las propuestas de Sánchez no son competencia de su gobierno. Afortunadamente, porque su equipo, y la gestión de su equipo, no está como para tirar cohetes, y serán los responsables autonómicos los que tengan la última palabra.

«Yolanda Díaz es cursi hasta decir basta, todo lo arregla con sonrisa, amor, felicidad, cariño, corazón, música»

Una de las muchas encuestas publicadas estos días recoge que una gran mayoría de los españoles no conoce los nombres de la mitad de los ministros. Me parecen muchos, conocer la mitad de los nombres es un triunfo, porque los hay que no te suenan ni las caras, lo que demuestra que no han realizado hasta ahora un trabajo que pase a los anales de la historia. Y eso que hay mucho que hacer para arreglar este país que, a pesar del triunfalismo de Sánchez, está a la cola de Europa en la lista de los asuntos que más importan, que son las cifras económicas y de empleo. 

No es ese el problema de Yolanda Díaz, probablemente uno de los miembros más conocidos del gobierno. Porque ella misma ha puesto todo lo que estaba en su mano para conseguirlo, y porque además acaba de lanzar su plataforma. Aún no ha decidido si será o no partido; tampoco si va a presentarse a las elecciones. Y no está claro el asunto de la financiación, de momento no se ha producido una llegada masiva de donaciones. Es decir, que hasta ahora vende más humo que otra cosa.

En el debate sobre el estado de la Nación ha quedado muy desdibujada, sin protagonismo. De Yolanda Díaz ha dicho Alfonso Guerra que es un bluf. Guerra tiene lengua viperina, pero es viperina porque proclama lo que muchos callan aunque lo piensan. Y además, suele atinar. Fue un vicepresidente polémico, pero sabía distinguir entre minucias y asuntos de Estado. Yolanda Díaz no. Cuando se le pregunta sobre asuntos serios, como ha ocurrido en la entrevista a El País, produce sonrojo. Cursi hasta decir basta, todo lo arregla con sonrisa, amor, felicidad, cariño, corazón, música.

Pero dio un titular nada cursi: que a este Gobierno le falta alma. Si lo dice ella, que forma parte del Gobierno…

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