Bildu, la realidad y el deseo
«Ni los actos de Bildu, ni sus objetivos declarados, se alinean con la tesis de que ha renegado del terror»
Los juicios oficialistas sobre Bildu me sorprenden tanto como al hipster de Gascón la estructura heteropatriarcal del gallinero. No recuerdo mayor ejercicio de wishful thinking (ya saben, aquello de atribuir condición de realidad a los deseos) que el que han desplegado políticos y periodistas sobre las palabras acartonadas que pronunció Mertxe Aizpurua en la tribuna de Congreso: «sentimos mucho su dolor y nos comprometemos a tratar de mitigarlo». En realidad, estas no son las palabras de Aizpurua, sino las que Otegi pronunció hace un año, pero nos valen, porque se parecen tanto que cualquiera diría que es un guion aprendido.
Sin embargo, pese al tufo a argumentario y la habitual vaguedad patibularia, con su «daño causado» y sus «todas las víctimas», las palabras de Aizpurua fueron recibidas como el gesto definitivo que consagra a Bildu como un aliado legítimo. «¡Han pedido perdón!» Wishful thinking, porque sentir el dolor ajeno, y estar dispuesto a contribuir a mitigarlo, no implica condenar aquello que provocó el dolor. Yo siento que la familia de Bárcenas sufra por no tenerlo en casa, pero eso no implica que lamente o condene su ingreso en prisión. De igual modo, no dudo que en Bildu sientan el dolor de un hijo, al tiempo que consideran que quien asesinó a su padre lo hizo dentro de un conflicto que lo justifica.
Es evidente que si Bildu quisiera condenar explícitamente la actividad de ETA, lo haría. Aunque las palabras no son lo más importante; si el oficialismo rebusca la absolución en la palabra es porque no la encuentra en los hechos. Insistir en que Bildu condena el terrorismo es una forma de delirio, porque toda la evidencia disponible apunta en la dirección contraria. Ni los actos de Bildu, ni sus objetivos declarados, se alinean con la tesis de que ha renegado del terror.
«Bildu no pretende mejorar la calidad de vida de los españoles, sino reescribir el relato del terrorismo para lograr la excarcelación de los presos a medio plazo»
Sortu (o sea, Batasuna) es la formación mayoritaria dentro de Bildu. Y en su dirección está David Pla, el último jefe de ETA. Y Bildu eligió a Arnaldo Otegi como coordinador general con más del ochenta por ciento de los votos. ¿Son estos los pasos que da un partido que pretende desvincularse del terrorismo? Y antes de que lo diga usted, se lo digo yo: repetir que ETA no existe no es un argumento; el nazismo dejó de existir en 1945 y Amanecer Dorado sigue siendo un partido nazi.
Pero ni siquiera esto es lo más grave. Los alcaldes de Bildu permiten que sus pueblos estén decorados con las fotos de asesinos condenados y participan alegremente en sus homenajes. No reniegan del terrorismo, ni siquiera se ponen de perfil: lo veneran. Al tiempo, cultivan en sus municipios el ecosistema del miedo que inauguró ETA para sofocar cualquier aliento no nacionalista. Y si hablamos de objetivos, Bildu no pretende mejorar la calidad de vida de los españoles, sino reescribir el relato del terrorismo para lograr la excarcelación de los presos a medio plazo.
Y esto es lo que dice la realidad sobre la relación entre Bildu y el terrorismo a cualquiera que quiera ver más allá de los deseos, e intereses, de Pedro Sánchez.