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Debate sobre el estado de mi ascensor

«Vivimos con el agua al cuello y aún parece que tenemos que dar gracias por un quítame aquí esos céntimos en la guerra cotidiana del sin plomo 95»

Opinión

Segunda jornada del debate sobre el estado de la Nación. | Kiko Huesca (EFE)

  • Eduardo Laporte nació en Pamplona en 1979 pero lleva en Madrid desde 2005, donde cultiva esa doble nacionalidad que decía Sabina (triple en su caso, por su condición de medio galo). Se dedica al periodismo intermitente de temática cultural en medios como Territorios, de El Correo de Bilbao. Ha publicado algunos libros de vocación autobiográfica (que no autoficcional, de momento), entre los que destacan Luz de noviembre, por la tarde (Demipage, 2011) o el reciente Tiempo ordinario, un diario editado en 2021 por papeles mínimos. Su canción favorita es Perspectiva Nevski, de Battiato.

Tercer día del Debate sobre el estado de la Nación, leo en Twitter. Porque uno reivindica el derecho a la desinformación, pero Twitter no le deja. ¡Tres días! La vida del político como una sucesión de actos teatrales para justificar el sueldo. La vida de la política profesional como un síndrome del impostor desde que suena el despertador hasta que concluye esa tercera sesión de debate en la que, ay, ni siquiera hay políticos haciendo de políticos que hacen de políticos. 

El sagaz Dani Ramírez denunció en un tuit lo grotesco de la cosa: tan solo una ministra en el hemiciclo (Irene Montero) en el momento de entrar a debatir la Ley de Memoria. «Cómo no va a haber desafección política», se lamentaba el bueno de Dani. 

Porque está esa lista de medidas políticas recientes que parece que, de nuevo, llegan tarde y mal. Que si abono transporte, impuestos a los bancos y la Operación Campamento. En un escenario en que salir a la calle, y no por la ola de calor, sino por las distintas clavadas que te caen en cuanto ejerces de ciudadano, es un riesgo, todo parece insuficiente. Porque quizá lo sea. Vivimos con el agua al cuello y aún parece que tenemos que dar gracias por un quítame aquí esos céntimos en la guerra cotidiana del sin plomo 95. 

«Porque antes de que los malos fueran los rusos estaban los chinos malevos, que si el aluminio ha subido, que si el vidrio igual, no hay suministro. Y te lo crees, porque te lo tienes que creer»

Y, mientras, otro verano más, el ascensor en mi bloque de edificios brilla por su ausencia. En el rellano, el flamante el cartel de la empresa adjudicataria, FAIN, y el comienzo de la obra, octubre de 2021 fijado por fin tras varias prórrogas y aumentos del presupuesto fijado. Porque antes de que los malos fueran los rusos estaban los chinos malevos, que si el aluminio ha subido, que si el vidrio igual, no hay suministro. Y te lo crees, porque te lo tienes que creer, como los posteriores estudios geotécnicos de temática indescifrable para decir que el terreno es arcilloso a dineral la página. Y los propietarios seguimos pagando, derrama sobre derrama, mientras el foso, lo único hecho hasta la fecha, sigue ahí, como un dinosaurio. 

A mí me da igual subir a pie hasta el quinto piso en el que vivo, en ese lejano y céntrico Puente de Vallecas. Me preocupa más la situación de Jesús, cuya vida referí aquí, por cierto, con un lamento que sigue sin consuelo desde entonces. 

El tiempo pasa más rápido cuando tienes casi 87 años. Las bolsas de la compra pesan más. A él y a su mujer, de parecida edad: cuando los veo los ayudo con sus víveres de aceite y patatas pesadas que traen del pueblo. Porque esta suerte de ‘pioneros’ mantienen ese discreto privilegio de conservar casa en el lugar de origen, nada que ver con aquellos Padres Peregrinos que huían de las persecuciones religiosas en el Mayflower. Ellos vinieron en Seat 127 y con la baca a tope de maletas y embutidos. ¿Estarán abocados, como los malogrados personajes de Surcos a volver al pueblo con el rabo entre las piernas? 

O morirán antes. Y el jefe de obra de la empresa de ascensores FAIN ni siquiera mandará un escueto mensaje de condolencias a quien tantas sugerencias hizo sobre el proyecto, a quien tantas descripciones sobre el estado del terreno hizo en su momento, verdadero conocedor pues llegaron antes de que aquellas promociones sociales del franquismo (valga el oxímoron) se levantaran. 

Pero los debates sobre los asuntos políticos, de la polis, la ciudad, lo público, se celebran en hemiciclos semivacíos. En su día propuse un partido tan cursi como necesario: el Partido de las Pequeñas Cosas. El ascensor de Jesús, la dependencia de Paulina, esa «señora Juana» (como dice mi maridita) a la que el feminismo más legítimo ha parecido olvidar enredadas en dildos, luchas urbanas identitarias y jerigonzas terfas mientras el marido la sigue cascando noche sí, noche también. 

El próximo debate sobre el estado de la nación, en mi rellano.

1 comentario
  1. Grossman

    No se de quien es la culpa, bueno si, de Franco, que es el comodín para todo, si de FAIN, del capitalismo, de Putinque lo ha subido todo, no ha nombrado a Sanchez, lógico, ese hace gestiones de todo pero tampoco ha nombrado a los vecinos, si eligieron el presupuesto más barato sin importarle las referencias.

    Este pueblo español siempre lacrimoso, siempre quejoso de que otro tiene la culpa, de que han de darle todo sin ninguna responsabilidad.

    Su comunidad fue libre de pedir presupuestos de la gestión, de Mirra y estudiar, si se equivocaron o cambios extraordinarios encarecieron y retrasaron el proyecto o la culpa es de los propios vecinos o no es de nadie, sea lo que sea no hay que lloriquear.

    Si le estafaron al juzgado, en un estado de derecho es así, porque la empresa también tiene derecho a defenderse.

    Lo digo porque yo en mi comunidad, sin accesibilidad y con ancianos, aquí Franco nada tiene que ver, presente mil propuestas, totalmente y a mi costa. No es que me las rechazaran es que ni siquiera quisieron verlas. Ahora, algunos en sillas de ruedas preguntan si aquello se puede retomar, que les de los planos para estudiarlo, les he dicho que lo que despreciaron gratis ahora tendrán que pagar por conseguirlo.

    Pero en mi fuero interno he pensado, “que os den”.

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