La madre patria del populismo
«Italia, su arquitectura política, una bomba de fragmentación que se va desintegrando en mil pedazos antes de estallar»
Fratelli d’Italia es un sintagma que forma parte de la primera estrofa del himno del país que todavía representa la tercera economía de la Unión Europea. Pero Fratelli d’Italia es más cosas. Es, por ejemplo, la formación política que ahora mismo encabeza todas las encuestas y que, por tanto, ganaría con alta probabilidad las elecciones en el caso de que, finalmente, el presidente de la República, Mattarella, disolviera el Parlamento. Y Fratelli d’Italia también encarna, por cierto, la última refundación de una añeja cofradía paramilitar disuelta de modo oficial en 1945, la que respondió en su momento por Partido Nacional Fascista, nombre que le asignó su primer jefe histórico, cierto Benito Mussolini. Porque eso puede pasar en Italia, el gran ejemplo no hace tanto tiempo todavía del éxito del europeísmo de la posguerra.
Una economía brillante, creativa, en la vanguardia del diseño, exportadora, siempre en constante crecimiento. Y un modelo político bipartidista en extremo asentado, amén de articulado en torno a la premisa tácita de que solo uno de los dos partidos podría gobernar. Todo un mundo feliz que desapareció al súbito modo de la faz de la Península Itálica el mismo día que el euro pasó a sustituir a la lira. Cuatro lustros después de aquello, Italia presenta un PIB per cápita por debajo del que el país poseía en el cambio de siglo. Por si eso solo fuera poco, Italia acumula a estas horas la tercera mayor deuda pública del mundo, ¡la tercera del mundo! Cada habitante de la nación debe una parte alícuota del nominal de los bonos del Estado en circulación equivalente a 45.207 euros. Nadie se extrañe de que el euroescepticismo, en fin, ya compita de igual a igual con el calcio en ajustada disputa para determinar cuál de ellos se alza con el preciado puesto de primer deporte nacional.
«Italia, su arquitectura política, una bomba de fragmentación que se va desintegrando en mil pedazos antes de estallar»
José García Domínguez
Italia, su arquitectura política, una bomba de fragmentación que se va desintegrando en mil pedazos antes de estallar. La Liga de Salvini, demagogia primaria y populismo xenófobo de barra de bar tras el segundo cubalibre; Forza Italia de Berlusconi, populismo ramplón y chabacano de plató de Telecinco y coreografía de las Mama Chico; Movimiento 5 Estrellas de Conte, canónico populismo antipolítico, ese ortodoxo que contrapone por norma casta elitista y corrupta frente a un pueblo ideal e idealizado; Fratelli d’Italia de Meloni, hiperpopulismo reaccionario con devoción atlantista militante y cierto aroma inconfundible de confesionario. Mucho más que los Estados Unidos desquiciados de Trump o que el Reino Unido de la convulsa digestión del Brexit, Italia, acaso junto a la Hungría de Orbán, constituye hoy el principal ariete de la ofensiva iliberal contra el statu quo socioeconómico que se implantó en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial.
La Toscana, Emilia-Romagna, Umbría, grandes regiones de la Italia antes próspera que habían sido gobernadas desde siempre por el Partido Comunista, primero, y luego por su sucesor socialdemócrata, el Partido Democrático, constituyen hoy feudos ya inexpugnables de la extrema derecha. La izquierda, lo que aún queda de ella, está desaparecida en combate ahí. Como los viejos empleos industriales, aquellos estables y bien pagados de antes, que también han desaparecido. No se entiende sin eso el espectáculo permanente en que se ha convertido Italia y su gran circo populista con actuaciones en varias pistas simultáneas. Los hijos de los antiguos obreros industriales, aquellos cuyos empleadores no pudieron soportar la competencia que venía de algún remoto suburbio insalubre de la China profunda, conllevan ahora la incertidumbre permanente y la inestabilidad crónica como germinal forma rutinaria de vida. El tránsito generacional y colectivo del proletariado al precariado, he ahí la clave última de la manifiesta incapacidad del errático orden político italiano para lograr una mínima, elemental estabilidad. Hoy, Draghi está de salida. Y el futuro recuerda inquietantemente al pasado.