El arte de simplificarlo todo
«Las referencias solemnes a los grandes antagonistas de la humanidad ennoblecen el alma de los simples y despejan la agenda de los vagos»
La primera reacción de la ministra Yolanda Díaz a la muerte de un barrendero en Madrid fue apelar a la crisis climática y su «incompatibilidad con la vida». Las reflexiones sobre las condiciones laborales de los trabajadores de limpieza, desde sus uniformes reglamentarios a las largas jornadas de trabajo, llegaron después. Porque José Antonio González murió por un golpe de calor, pero el calentamiento global no explica su muerte: se desplomó trabajando un viernes de julio, a pleno sol y en las horas centrales del día. Tenía sesenta años. Su muerte fue consecuencia de múltiples factores y soterrarlos bajo el mantra de la crisis climática no ayuda a conocerlos.
Las crisis globales explican cosas, pero están lejos de explicarlo todo. Sirven, eso sí, para medir el grado de pereza intelectual de los políticos. La incurrencia en la falacia de la causa única es una triste constante es un discurso público dominado por el simplismo y la elusión de responsabilidades. El cambio climático evidentemente influye significativamente en el clima, pero es imposible determinar su preciso grado de influencia en acontecimientos aislados.
«Se trata de posicionarse del lado del bien, no de buscar verdaderas soluciones»
Sin embargo, ya hemos visto que el cambio climático vale tanto para explicar la muerte de un operario como el incendio de un bosque. ¿Para qué perder tiempo en los detalles? A fin de cuentas, se trata de posicionarse del lado del bien, no de buscar verdaderas soluciones.
Esta forma de simplismo tiene una ventaja añadida: permite acusar a quienes recelan de la causa única de estar en el lado oscuro. De esta manera, incluso quienes aceptan que el cambio climático agrava el riesgo de incendios serán tachados de negacionistas si se atreven a cuestionar que es causa suficiente. Estos maximalismos, aunque respondan a un axioma verdadero («existe el cambio climático»), rara vez sirven para hacer un diagnóstico atinado. Al contrario, solo contribuyen a simplificar la realidad, es decir, a falsearla. Pero cuando el objetivo no es entender el problema, sino atribuírselo a tu cuñado o al jefe de la oposición, no hay necesidad de entrar en pormenores. El diablo se esconde en los detalles, mejor rehuirlos para no invocarlo.
Las referencias solemnes a los grandes antagonistas de la humanidad, sea el cambio climático, el capitalismo tardío o el tirano de Putin, ennoblecen el alma de los simples y despejan la agenda de los vagos, ¿qué puede hacer un humilde mortal ante tales amenazas, sino cruzarse de brazos?