Un Tour de leyenda
«El ciclismo no conocía este lenguaje del odio contra los caídos, tan habitual entre los forofos de otros deportes»
El fulgor del ciclismo se ha globalizado definitivamente y ya no emplea sólo la lengua de los imperios. Tres maillots –tres colores– tomaron la cima de Hautacam y cada uno de ellos –amarillo, blanco y verde– articula la gramática de los sueños de un modo distinto, ya sea en danés (Vingegaard), esloveno (Pogačar) o flamenco (van Aert). Los tres hablan un idioma que parece ignorar los límites de lo humano y que se proyecta hasta las cimas veladas del Olimpo. En su crónica del Giro de 1949, el escritor italiano Dino Buzzati se recreaba en la épica homérica (la furia desatada de Aquiles contra la humanidad agónica del troyano Héctor) para narrar el combate, en las cimas dolomíticas, entre el joven e imponente Fausto Coppi y la vieja leyenda Gino Bartali, el hombre que salvó a tantos judíos en secreto durante la II Guerra Mundial.
Aquiles y Héctor representaban dos mundos en pugna que compartían un mismo código de honor. Homero, que conocía en profundidad el alma humana, utilizaba un epíteto preciso para referirse a los héroes. Los llamaba pháidimos, un adjetivo de difícil traducción pero que asocia su nobleza a una luz radiante. Sin embargo, el pháidimos homérico no subraya únicamente el éxito de los combatientes, sino su gloria más allá del resultado final de la contienda. Héctor murió a manos de Aquiles, pero lo recordamos como el más noble de los soldados, el más humano y valiente. El pélida, por su parte, prefirió la muerte al olvido, una luz intensa y breve a una vida larga y anónima. Este también es el lenguaje del ciclismo, que distingue al gregario del titán y al soberano de sus domésticos, pero que rehúye la huella vacía de la desmemoria, incluso cuando el fracaso se impone como una maldición sobre el destino de los corredores.
No hay gloria sin posibilidad de fracaso. Esta lección que nos proporciona el ciclismo es una norma universal. Los clásicos no la desconocían y así nos la enseñaron. Regresemos a Homero y al lenguaje secreto de sus epítetos. Richard Sacks, en su estudio The Traditional Phrase in Homer, nos recuerda el doble filo de la palabra pháidimos: si, por un lado, muestra con insolencia la luz gloriosa de los héroes, por otro, se asocia a la caída y al fracaso como una posibilidad amenazante y real. Lo característico de la gloria es el valor, el talante, el respeto, la hombría. Y, llegados a ese punto, en cierto modo ya no importan el éxito ni la derrota.
«Todos los ciclistas que participaron en la contienda -un Tour llamado a formar parte de la leyenda- merecen nuestra admiración»
Al terminar la etapa de Hautacam, Pogačar, ensangrentado tras su caída en el descenso del Col de Spandelles, declaró: «No hay forma más hermosa de perder el Tour que como lo he hecho. Lo he dado todo y dejaré la carrera sin poder reprocharme nada». Es el sino del ciclismo elevado a su máxima expresión, en un Tour que sólo podemos calificar de inolvidable, de histórico. Lo ha sido en todos los sentidos, también en sus desfallecimientos; algunos insospechados, todos comprensibles. De todos ellos, quizás ninguno me conmueva más que el de Enric Mas, el gran ciclista mallorquín, el puma de Artá o sa geneta, como le apodamos familiarmente en la isla. Mas es un ciclista de acero que suple la falta de explosividad con una resistencia que sabe llevar al límite de lo humanamente posible. Campeón sin títulos, Mas ha sufrido estos últimos meses una campaña de acoso en las redes sociales con escasos precedentes en este deporte. Han sido pocos, pero han sido suficientes porque sólo uno ya sería multitud.
El ciclismo, como nos recordaba Javier Ares en su canal de Youtube, no conocía este lenguaje del odio contra los caídos, tan habitual entre los forofos de otros deportes. Mas entró en crisis (algunos hablan de un bloqueo mental, fruto también de sus repetidos accidentes este año) y, sin embargo, no se rindió hasta que la Covid forzó su retirada. «Desde la caída de Dauphiné tengo un miedo interno que me cuesta superar», declaró el español al terminar Hautacam. En Hautacam, se repartieron los naipes y quedó definido el Tour. La gloria y el fracaso se encuentran en el pháidimos, ese epíteto homérico propio de los héroes. Todos los ciclistas que participaron en la contienda -un Tour llamado a formar parte de la leyenda- merecen nuestra admiración.