La leyenda negra... ¡es española!
Pero al final queda claro que quien preside ese aquelarre hispanófobo no es otro, y no lo puede ser, ¡sino que un español! Dejemos de mirar enemigos ajenos
El tema de la llamada Leyenda Negra parece ser que sigue siendo un hecho recurrente. Al menos si vemos los lineales y novedades de librerías y editoriales. Seguramente en el mundo académico se dé por superada, y referentes hispanistas conocidos la dan como algo ya sin interés. Alguien de tan gran renombre como el historiador francés Joseph Pérez declaró hace unos años que «A nivel académico, todos los historiadores, sean o no españoles, están de acuerdo en subrayar que las acusaciones que contiene la Leyenda Negra son falsas, de mala fe y muy exageradas. En este aspecto hay unanimidad». Desde luego, no imagino este tema en las publicaciones anglosajonas actuales, por ejemplo, o en las francesas, a las que se les acusa de estar siempre detrás de esta hispanofobia histórica. Y aunque en su origen fuera más o menos así, la responsabilidad sería aparentemente más sencilla de definir señalando hacia quienes eran en aquellos tiempos y durante siglos enemigos y rivales de la monarquía española y del catolicismo que enarbolaba. Sería injusto, no obstante, no darnos cuenta de que detrás siempre ha existido la semilla y el apoyo de colaboradores necesarios para el origen, crecimiento y arraigo de la mencionada Leyenda Negra. Y esa semilla es netamente española.
Este matiz, que no es nada baladí, ha sido varias veces puesto sobre la mesa del debate por parte del divulgador histórico Javier Rubio Donzé, creador y alma mater del proyecto Academia Play. Cuyos vídeos cuentan por millones sus visionados, acorde a sus casi dos millones novecientos mil suscriptores de su canal. Sus libros se enumeran por decenas en sus ediciones, siendo un éxito editorial de difícil parangón, para unos libros sobre Historia con un objetivo familiar, en los tiempos del TikTok y de las ubicuas tablet. Aunque fue tratar la Historia de España (¡qué casualidad!), y salirle hasta de las piedras detractores y enemigos (haters les llaman ahora los amantes de las RRSS), que no los hubo tantos Blas de Lezo, Bernardo de Gálvez o Luis de Córdova. Aunque, a diferencia de los citados, ninguno de tales adversarios sea anglosajón. Porque, y seguimos con la paradoja, quienes así denigran el trabajo divulgativo para con la Historia, especialmente la de España, son, curiosamente, españoles. Muchos de ellos, ostentando grados de Historia y títulos de doctor.
Lo que me viene a recordar otra frase que señalara muy agudamente otro hispanista al que también se le ha criticado por tirios y troyanos, por cierto. Me refiero al británico (paradoja sobre paradoja) Henry Kamen: «Es inaudito. Los únicos en todo el mundo que se creen ya la Leyenda Negra a pies juntillas son ustedes, los universitarios españoles. Me abochorna». Al final, nada nuevo. Ya que el origen negrolegendario nos viene especialmente desde territorio patrio. ¿O acaso era parte de ese palabro que hoy se usa, de la angloesfera, el dominico sevillano Bartolomé de las Casas? Porque la base del ataque sobre el presunto genocidio cometido por los españoles en América se basa en su obra Brevísima destrucción de las Indias. Obra que usó y aprovechó, es cierto, Guillermo de Orange. Pero volvamos a recordar: quien la escribió fue un español. Una obra por la que un ilustrado nada amigo de España como fue Voltaire puso en entredicho las cifras imposibles dadas por el dominico.
Español fue el primer libro sobre la Inquisición española, uno de los pendones de la Leyenda Negra más tradicional. El libelo Las Artes de la Inquisición española, de un tal Reinaldo González Montes o Reginaldo Gonsalvio Montano (nadie sabe en realidad su nombre), fue escrito en el siglo XVI, convirtiéndose en uno de los libros más leídos y difundidos en esa Europa ávida de material para poder enfrentarse a ese imperio pujante al que sólo se podía legitimar su destrucción sobre la base de demostrar la monstruosidad de sus reyes y súbditos. Reyes capaces de lo peor. ¡Capaces de matar a sus propios hijos nada menos! Como se le acusaba, entre otras lindezas, a Felipe II con relación a su vástago, el demente príncipe Carlos. Que éste sí que anduvo «hechizado» y no el que reinará décadas más tarde con el ordinal segundo. ¿Y de dónde salió ese bulo tan demencial? ¡De algún inglés, claro! Pues me da que no. Salió de su secretario, de su hombre de confianza. Del castellano Antonio Pérez. Sus Relaciones y sus Cartas serían publicadas y tendrían gran predicamento en París y en Londres. ¡Pero el autor de las mismas era españolísimo!
Todo esto lo ha recordado certeramente el citado Javier Rubio Donzé: «Los grandes propagandistas de la Leyenda Negra española no han sido ni ingleses, ni portugueses, ni holandeses. Los verdaderos propagandistas, sobre todo, han sido españoles e hispanoamericanos. Dejemos de buscar culpables fuera y centrémonos primero en lo que tenemos dentro». Y es por eso que en mi libro Fake News del Imperio español (y me perdonen la autocita), en su «Proemio con personajes negrolegendarios», aparecerán flamencos, ingleses, franceses, italianos y el sursuncorda de enemigos de la Historia de España. Pero al final queda claro que quien preside ese aquelarre hispanófobo no es otro, y no lo puede ser, ¡sino que un español! Dejemos de mirar enemigos ajenos. Tramas masónicas o a los anglosajones buscando el fin definitivo de la Hispanidad. Si alguien hay responsable de nuestro odio e ignorancia, me temo que está muy cerca. Y somos nosotros mismos.