Disparar a los caballos
«El PSOE va a hacer cabalgar la diligencia a toda velocidad por un desierto con la única estrategia de volver al enfrentamiento con el PP»
John Ford (a estas alturas ya entenderán que le tengo pasión) decía que La Diligencia, esa película de la que Orson Welles decía que lo había aprendido todo, tenía el mayor error de la historia del cine: si los apaches hubieran disparado a los caballos, la persecución, que dura ocho minutos, hubiera terminado en cuatro.
Que sí. Que puede que la película hubiera tomado otra línea narrativa y hubiéramos visto a Ringo Kid escapar de su cautiverio (posiblemente solo) y volver con una cuadrilla de marshalls o, puede, que con una división de caballería a rescatar al resto de prisioneros entre los cuales, indefectiblemente, alguno habría sido sacrificado para añadir algo más de tensión y drama, Pero ése hubiera sido otro guion ¿verdad?
La magia de la escena está en que el espectador, abducido por la persecución, no cae en la cuenta de que los caballos no son abatidos. Podemos ponernos racionales y decir que no les disparaban porque para los apaches eran animales muy preciados y que los pretendían como botín con mayor interés que joyas o armas, pero… en lo que uno cae en la cuenta, estamos ya lavándonos los dientes con el pijama puesto.
En eso radica la magia: en mantener la emoción para que nadie se haga preguntas.
Me vino este símil el lunes cuando escuchaba en Onda Cero a la ministra Pilar Alegría. Ella, como Buck, el conductor de la diligencia, debe ser veloz en sus cambios de atril, pasando de actuar como ministra del Gobierno de Pedro Sánchez a portavoz del partido de Pedro Sánchez. No es que sea diferencial lo que pueda decir detrás de un logo u otro, pero sí es importante la liturgia y, con la liturgia, siempre el escenario.
En una entrevista muy bien preparada por Rubén Sánchez, Pilar Alegría se enfrentó a la primera pregunta: «¿Ya se ha arreglado todo lo que no funcionaba dentro del partido?». Como si buscara algún punto de tangencia con Habermas, respondió que la sociedad evoluciona y que los partidos han de avanzar con ella. La ministra quiso hacer pasar por algo normal una situación que todos conocemos y es que los cuchillos silban. Su objetivo de trivializar una situación por la que ya han caído Calvo, Delgado, Redondo, Ábalos o Lastra era complicado de inicio. De hecho, este tipo de evasivas caerán en el olvido al ritmo en que crecerá el morbo, porque el problema sigue vivo.
Soslayadas las cuestiones internas, el resto de repuestas de la portavoz se orientaron a la bestia negra del PSOE: el PP de Alberto Núñez Feijóo, claro.
Después de intentar mantenerse en aquello que dijo de «el primo vago de Rajoy», pasó a denunciar la falta de colaboración y de sentido de Estado que, a su entender, evidencia el principal partido de la oposición. Pareció olvidar la portavoz que el PP apoyó la cumbre de la OTAN, el incremento del gasto en defensa, la ley audiovisual… podríamos decir (viva el sarcasmo) que, incluso, el capítulo protagonizado por Casero con la Reforma Laboral tendría valor en esta colección, especialmente cuando el PP ha ayudado al PSOE a deshacer un error de los diputados socialistas que apoyaron, «sin querer», una enmienda de Unidas Podemos y al destope de las cotizaciones a la Seguridad Social incluido en el proyecto de ley del fondo público de pensiones.
Nada de esto era significativo. Siquiera existente: según Pilar Alegría «da igual de lo que se hable, la postura del PP es siempre el NO».
¿Pero no era el PP ya el enemigo? ¿Por qué este renovado entusiasmo? Pues resulta que el PSOE viene de azuzar durante muchos meses el miedo a la ultraderecha para intentar atraer el voto moderado y alejarlo del PP. Una suerte de «vale que yo pacto con Podemos, pero es que esos de ahí… pactan con lo peor».
«El escenario actual va adar al PP y al PSOE casi todo el ancho de banda y va a dejar muy poquita atención para Vox, Podemos, Más País, a Revilla o a Teruel Existe. Hay un solo ring, dos esquinas, dos contendientes y ningún árbitro»
El PSOE ha pasado los cuatro últimos años alimentando que el único apoyo que el Partido Popular podía tener para gobernar, desaparecidos Ciudadanos, era el de Vox. No le salió bien en mayo del año pasado cuando Isabel Díaz Ayuso logró más escaños que toda la izquierda; le supuso una victoria vacía en Castilla y León porque es cierto que el PP se vio obligado a pactar con Vox un gobierno, pero, de las mismas, el PSOE perdió 7 diputados.
La tercera confirmación del fracaso de la estrategia le llegó a Ferraz en Andalucía el pasado junio, cuando, ya por fin, se tatuaron con una barra incandescente que fiscalizar el extremismo le convierte a uno en radical.
Así que la estrategia ahora (y perdonen por la laxitud en el uso del término) es volver al enfrentamiento bipartidista. Lo siento por todos aquellos que, creyendo estar dentro del meollo, se quedarán fuera, porque el escenario actual va a dar al PP y al PSOE casi todo el ancho de banda y va a dejar muy poquita atención para Vox, Podemos, Más País, a Revilla o a Teruel Existe. Hay un solo ring, dos esquinas, dos contendientes y ningún árbitro.
Con un PNV centrado es sus cuestiones esenciales, ni siquiera el independentismo catalán va a tener mayor papel que el de ser el arma arrojadiza de con quién se pacta. Tras el desencanto con el (digamos) liderazgo secesionista, las huidas, los regresos y, finalmente, la fascinante demostración de mínimo común múltiplo de Laura Borrás (como si las condenas por prevaricación a los de Lledoners no contaran), las bravatas como la del martes del president Pere Aragonès desafiando a Pedro Sánchez a poner las urnas, no son más que café para los muy cafeteros.
Así que el PSOE ha vuelto a la salmodia de PP = No y PP malo, algo que se verá reforzado e inteligentemente dirigido con la incorporación de Ion Antolín a la estructura de Ferraz. Antolín es uno de esos operativos de la comunicación que saben de verdad. De los que agarran y no sueltan la presa hasta que la presa deja de resistir.
El PSOE va a hacer cabalgar la diligencia a toda velocidad por un desierto y va a buscar mantener la intensidad en la persecución. Veremos si esta vez hay entrega incondicional a la escena o llegó la hora de disparar a los caballos.