THE OBJECTIVE
Álvaro del Castaño

La inminencia de lo improbable

«El pueblo español pide gestión, seriedad, profesionalidad y certeza, porque tenemos la cabeza metida dentro de las fauces de un enorme león»

Opinión
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La inminencia de lo improbable

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | EFE

Hoy empiezo a escribir esta columna sabiendo que el pilar de la misma, el punto de partida de este artículo, no podía ser otro que el título que la encabeza, tan poético y sugerente, el cual acabo de leer en la novela El Retorno del Soldado de Rebecca West (1918). Sé que tal título me llevará a buen puerto. Veremos.

Estoy escribiendo en el inicio de mis vacaciones estivales, que lo es también para un gran número españoles. Son días de euforia y de logística, días de encuentros con amigos, familiares y lugares comunes. Días de trasiego y esperanza, y que, si reflexionamos un poco, deberían ser una gran ocasión para agradecer a nuestro destino el hecho de vivir en este espectacular país. Tenemos una inmensa suerte de compartir un país maravilloso que cuenta con tantas alternativas para disfrutar del descanso y del ocio. En España, con relativamente poco esfuerzo, tanto vital como económico, se puede disfrutar de sus muchos encantos. De manera fácil y cercana podemos desplazarnos al campo, o a la playa, a los pueblos de nuestros abuelos, a la montaña que nos espera. Sencillamente podemos pasear, hacer deporte en la naturaleza, leer, levantarnos tarde, aburrirnos de placer admirando el paisaje. En vacaciones, nos esperan nuestro viejos compañeros el jamón ibérico, las anchoas de Santoña, los huevos fritos con arroz, la paella, los tomates de la huerta, los torreznos, las aceitunas, las gildas, las morcillas de Burgos y los embutidos. Nos acompañan (entre otro muchos) el vino de Rioja y el de Ribera, el tesoro de Jerez y el de Sanlúcar de Barrameda, las cañas fresquitas, el cava y el txacolí, que nos trasladan a un lugar feliz. Podemos, sin sobresaltos, observar la naturaleza, la inmensidad del mar, la grandeza de la alta montaña, los campos agostados por el calor de agosto. Volvemos a la vida despacio, desconectados de la tecnología, la vida que transcurre sin noticias, sin sobresaltos, sin jefes. Es la dulce agonía del paso del tiempo.

Y precisamente en este tiempo reencontrado en donde podemos descubrir la intrínseca fe del hombre en la inminencia de lo improbable. Es una fe que se descubre cuando uno detiene un poco el ritmo de la vida, y eleva su espíritu a lo inmaterial. El descanso, la desconexión, la pereza positiva son conductos hacia nuestros anhelos. El ser humano siempre tiene esperanza y sueños de superación. Esperamos una vida mejor, un futuro tranquilo en el que poder sacar adelante a nuestras familias, profundizar en nuestros retos, amar a nuestros seres queridos. Lo improbable es lo que no debería ocurrir, pero que a veces amanece. Es el encuentro informal al hilo de una casualidad. Es una buena noticia. Es una sonrisa entre la multitud preocupaciones.

Hoy me propongo manifestar mi fe ciega en que a la vuelta del verano el Gobierno de la nación, con sus aliados comunistas, independentistas, y pseudo terroristas, vaya a implosionar de manera definitiva

Yo tengo una gran fe en la inminencia de lo que quiero que ocurra, aunque sea improbable. Por eso hoy me propongo manifestar mi fe ciega en que a la vuelta del verano el Gobierno de la nación, con sus aliados comunistas, independentistas, y pseudo terroristas, vaya a implosionar de manera definitiva. Nuestro presidente ha iniciado una huida hacia delante con la idea de liderar la demagogia populista radical que atesoran Podemos y sus acólitos, y así eliminarles del futuro político de España. El plan del presidente no es otro que robarle el espacio político radical, y al mismo tiempo aniquilar cualquier posibilidad de que la vicepresidenta Yolanda Díaz pueda crear un espacio nuevo en la extrema izquierda. Por lo tanto, a la vuelta de verano o quizá como regalo de Navidad, Podemos y quizá algún otro grupúsculo, decidirán dejar caer al Gobierno de la nación, antes que desaparecer ellos mismos para siempre. Estos no pueden permitir que Sánchez diagnostique su disolución. Su instinto de supervivencia se impondrá al gusto por la poltrona institucional actual (al que le quedan pocos meses de todas maneras), porque sin futuro político no hay sueldos oficiales a la vista. Además, saben muy bien que la máxima ambición del presidente es llegar al final de la legislatura para así disfrutar de los oropeles y la gloria de la Presidencia europea. Por eso, este golpe de mano de sus actuales socios de Gobierno sería la máxima expresión del desprecio hacia su persona: desposeerle de su papel más anhelado en el umbral de la gloria. Es la bofetada más grande que le pueden dar, la más dura y efectiva puñalada por la espalda.

Así, tras la elecciones, tendremos un nuevo presidente del Gobierno que no nos mentirá descaradamente, y que se presentará como un buen gestor de los recursos públicos. El nuevo Gobierno gustará más o menos a sus votantes, pero devolverá a España a la senda de la normalidad institucional, al camino hacia las buenas maneras, al respeto a las instituciones, y a la constructiva labor de trabajo legislativo con la oposición. La clave reside en si este nuevo Gobierno tendrá de verdad el valor de realizar las reformas institucionales que necesita España, y de derogar toda la maraña legislativa y administrativa generada por el Gobierno actual, o se quedará en la pusilanimidad, amparado en la catarsis de la «buena gestión». España necesita un Gobierno que siente las bases de una nueva España enfocada al futuro, en el que los retos energéticos, económicos y tecnológicos van a ser impresionantes. Necesitamos un presidente del Gobierno que trabaje totalmente alineado con el Rey Felipe IV (máxima expresión del sentido de estado, de la seriedad institucional y de la eficacia), y que tenga visión de hombre de estado, ambicioso y valiente, que restaure la influencia positiva de España en Hispanoamérica y consolide nuestro papel real de líder de la UE.

El pueblo español pide gestión, seriedad, profesionalidad y certeza, porque tenemos la cabeza metida dentro de las fauces de un enorme león, y no podemos andarnos con estupideces ni un minuto más. El cambio de Gobierno es inminente y muy probable. 

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