La senectud de Joe Biden
«La colección de caídas, comentarios fuera de lugar, pronunciaciones incorrectas y momentos de nebulosa indecisión de Joe Biden aumenta cada día»
Hay algo refrescante en el hecho de que, para algunas personas, el periodo más brillante y productivo de sus vidas no les llega en la juventud, sino en la vejez: como si toda la industria del aparente vigor, la lozanía y las startups recibiera un aldabonazo en los dientes, y un esperanzador mensaje surgiera de entre los restos de los vídeos virales y las ocurrencias de gurús imberbes: que la vida es larga y se vive hasta el final, y que lo vivido cuenta, acumulado como un tesoro.
El servicio público ofrece casos notables. A Winston Churchill lo pronunciaron políticamente muerto varias veces. Durante los años 20 y 30 fue un paria, un furibundo belicista al que se culpaba de haber contribuido a desencadenar la guerra de 1914 y de tratar de provocar una nueva. En 1945, sin embargo, se agenció con todo el derecho una de las victorias militares más decisivas de la historia, y aún fue primer ministro de nuevo, en la década siguiente, hasta la provecta edad de 80 años.
El alemán Konrad Adenauer mandó hasta los 87. En 1962 tenía el doble de edad que su contraparte norteamericano, John F. Kennedy, a quien consideraba un señorito indisciplinado y frívolo. Tras el rostro del primer canciller de la Alemania Federal se adivinaban décadas de experiencias destiladas en sabiduría, que fue vertiendo gota a gota en una gestión rectilínea y pragmática. Su lema de campaña de 1957 lo decía todo: «¡Nada de experimentos!».
Para líderes longevos, sin embargo, está Mahathir Mohamad. De origen humilde, este médico gobernó Malasia durante 22 años, hasta 2003. Nadie esperaba que volviera a ser primer ministro 15 años después, a la edad de 92, batiendo el récord de jefe de Gobierno más anciano del mundo.
Todos estos ejemplos, reminiscentes del antiguo Consejo de Ancianos, raíz etimológica de la palabra «Senado» (senex, o «señor», «hombre mayor»), están bajo la sombra de Joe Biden, que, a sus 79 años, parece confirmar los temores opuestos: que la edad no siempre es una fuente beneficiosa, sinónimo de veteranía y destreza, sino una especie de óxido que carcome los mecanismos de la mente y del cuerpo.
La colección de caídas, comentarios fuera de lugar, pronunciaciones incorrectas y momentos de nebulosa indecisión de Joe Biden aumenta cada día, y ha dado el salto desde los tramposos vídeos de Fox News hasta las conversaciones de sobremesa de la comunidad demócrata.
El 64% de los votantes demócratas preferiría a otro candidato presidencial en 2024. De entre todos los motivos para desear una cara nueva, el principal es la avanzada edad de Biden
Según un sondeo de Sienna College y el New York Times, el 64% de los votantes demócratas preferiría a otro candidato presidencial en 2024. De entre todos los motivos para desear una cara nueva, el principal es la avanzada edad de Biden.
Si miramos al electorado en general, antes de las elecciones de 2020 solo un 21% de los encuestados por Politico y Morning Consult creía que Biden estaba mentalmente incapacitado para ser presidente. Un año después la proporción había subido al 48%. En febrero de este año ya era del 54%.
Quizás Churchill y Adenauer no tenían la constante, cansina e inclemente exposición mediática de los líderes contemporáneos, y podían medir sus energías para las contadas comparecencias públicas. Quizás los balbuceos de Biden se deban, simplemente, a su reconocida tartamudez, y el presidente siga siendo el mismo que inició su mandato con una serie de planes concretos, realistas y efectivos, desplegados con el pulso de un ballet bien coreografiado.
Pero en política son las percepciones las que cuentan, y, si la percepción se mantiene, a Biden y a los demócratas les espera una época difícil. Donald Trump lo sabe y aguarda entre bastidores.