Sánchez, otro desastre natural
«Nos enfrentamos a la sequía y no hay más plan que cerrar el grifo. Tanto dinero en impuestos para que la solución al gas o el agua sea, al final, solo cosa de usted»
Apreciese por favor la intención de la coma en el titular. Dejemos claro de antemano que ésta que le escribe no pretende incorporar a Pedro Sánchez a la lista de las plagas de Egipto, aunque todo el mundo con un mínimo de sentido crítico sepa que bueno, lo que se dice bueno para nuestro país, no está siendo. Quizá sería más correcto afirmar que el presidente del Gobierno podría ser un fenómeno natural a juzgar por la protuberancia que se le observaba junto al bolsillo derecho de su pantalón y que tan bien se empeñaron en retratar mientras ardía Extremadura. Pero más allá de eso, convengamos que hay algo que no marcha bien. Están pasando cosas que no habían pasado nunca. Es como si una puerta oscura se hubiera abierto con la covid 19 y por ella estén entrando todo tipo de desastres apocalípticos. Cuando parecía que la cosa se arreglaba vino Filomena, cuando acabamos con la nieve llegaron las inundaciones, cuando se secó el terreno apareció el fuego, y a día de hoy transitamos de los incendios a la sequía, de la sequía iremos a la inevitable gota fría y de ahí a la venidera plaga de langostas que andan ya calentando en la banda para completar la hecatombe.
Si no fuera porque también en las desgracias se cumple el dicho de mal de muchos consuelo de tontos, uno pensaría que este hombre no tiene la suerte de cara y que puede parecer un foco de atracción de calamidades. Seguramente no es así; no creo en las legendarias teorías de los gafes. Pero con todo, la adversidad ha llegado a todos los rincones del planeta como si la naturaleza hubiera aprovechado la vulnerabilidad con la que nos ha dejado el virus para meternos pulgas por doquier como al perro flaco del dicho.
«No tardará mucho en empezar la batalla naval entre las comunidades autónomas y el Gobierno a cuenta del agua»
Dicen 83 científicos italianos que la culpa del calentamiento atmosférico no la tiene el hombre, sino la naturaleza, afirmación que hiere de muerte a un nutrido número de alumbrados sufragados, cuyo único objetivo es hacernos a usted y a mí culpables de todas las desgracias del mundo. En virtud de ello, le invito a compartir un simple silogismo: si la naturaleza de las cosas vivas es la destrucción, si todo ser vivo tiende a morir, por qué no va a ser la propia naturaleza, en sí, destructiva. Así que, eximamos de esta responsabilidad a Sanchez, aunque, insisto, exhiba un indisimulado componente cenizo. No es culpable de que un virus se haya escapado de China, ni tampoco de que Madrid se cubriera de nieve y de que ni siquiera en Galicia haya agua. Pero que estemos en los primeros puestos del mundo por nuestros muertos en la pandemia, que seamos el país mas afectado por los incendios de la Unión Europea, y que España ande agonizando de sed cuando es de primero de españolismo saber que la mitad de la tierra sobre la que se va a gobernar es seca, de eso sí.
Y ahora Mr. Sánchez, nos enfrentamos a otro desastre natural, para el que no hay nada pensado ni previsto. Tres largas sequías nos han asolado en los últimos 60 años y no hay un plan nuevo que no sea el de siempre: cerrar el grifo. Tanto dinero en impuestos para que la solución al gas, la luz o el agua sea, al final, solo cosa de usted. Ya verá como no tardará mucho en empezar la batalla naval entre las comunidades autónomas y el Gobierno a cuenta del líquido elemento, ellas acusándole de no hacer nada para garantizar el suministro, él culpándolas de no aplicar suficientes medidas de ahorro. Esa cruzada ya la vivimos en los primeros años de los noventa y también en el 2005, pero, como ve, no ha servido de nada. Mucha transición ecológica para encontrarnos en el mismo punto, mirando al cielo esperando el calabobos.