¿Indultar a Griñán?
«Si el indulto tiene alguna razón de ser, es evitar que ingrese en prisión un hombre de 76 años condenado por un delito -no violento- cometido hace una década»
Si la figura del indulto tiene alguna razón de ser, es la de evitar que ingrese en prisión un hombre de 76 años condenado por un delito -no violento- cometido hace más de una década. Entiendo la gravedad de la acusación y la importancia de que todo ciudadano, y especialmente quien ostenta un cargo público, responda por sus actos. Pero en el caso de José Antonio Griñán la prisión no cumpliría las principales funciones que le encomiendan las sociedades modernas. Al desfase temporal entre la comisión del delito y la sentencia condenatoria se añaden la incapacidad de reincidencia, su condición de (re)insertado y el hecho obvio de que no supone un riesgo para la sociedad.
No se me escapa que esta vindicación humanitaria del indulto tiene como principal enemigo al gobierno que habría de concederlo. Porque el Gobierno de coalición ha hecho un uso tan discrecional e interesado del indulto -desde los condenados del procés hasta Juana Rivas- que es lógico que la sola mención de la palabra provoque ira y suspicacia. Y también comprendo que buena parte de la opinión pública es refractaria al indulto a Griñán, incluso obviando los antecedentes del Gobierno en la materia. La idea, puesta en prosa, provoca escalofríos: un Gobierno del PSOE indulta a un político del PSOE condenado por corrupción. Pero el indulto, por definición, requiere analizar con mesura el caso particular. Que la condena sea por delitos de corrupción, cometidos como presidente de un ejecutivo del PSOE, no debería ser relevante. Resultan relevantes, claro, para quienes conservan nítidamente en la memoria el trato que la Justicia, el PSOE y sus medios afines han dispensado a dirigentes del PP (condenados o inocentes). Pero ni la desfachatez de los políticos, ni la escasa deontología periodística de algunos, son argumentos solventes contra el indulto a Griñán, salvo que deseemos volver a la ley del talión.
«El Gobierno de coalición ha hecho un uso tan discrecional e interesado del indulto -desde los condenados del procés hasta Juana Rivas- que es lógico que la sola mención de la palabra provoque ira y suspicacia»
Decía que el escollo principal para que la sociedad asumiera el indulto a Griñán es el propio Gobierno. Y lo es, además de por su palmarés de indultos, por la actitud que ha mantenido desde que el Supremo ratificó la condena. Tanto el Gobierno como el PSOE han negado la culpabilidad Griñán, en un ejercicio inaudito de deslegitimación de la Justicia. Y esto es lo trágico, que su justificación del indulto no tiene que ver con las circunstancias del reo, sino con su presunta inocencia, es decir, con la legitimación de sus actos. Deben saber que ningún argumento humanitario hará digerible el perdón sin que medien una disculpa y una muestra de arrepentimiento que la sociedad entienda como una asunción de responsabilidad. No pueden esperar que una sociedad perdone a quien no reconoce haber errado