Sánchez el estadista
«Feijóo debió pensárselo mejor antes de solicitar un debate a Pedro Sánchez sobre política general»
Todo dios sabe en esta España nuestra que la mejor defensa es el ataque, pero esa fórmula no sirve para todas las ocasiones. Menos aún cuando es un Gobierno en pleno el que lo aplica de forma desaforada, porque es fácil llegar a la conclusión de que utiliza el ataque porque no cuenta con argumentos sólidos para poner contra las cuerdas al adversario.
Este agosto con los ministros y el propio presidente alternando la playa y piscina con los insultos al líder de la oposición, ha potenciado la idea de que en Moncloa no hay un solo funcionario o asesor que sepa algo de estrategia de comunicación; tampoco tienen idea de cómo se ejerce la política rigurosa, y encima andan bastante faltos de educación y de respeto a los demás.
Feijóo debió pensárselo mejor antes de solicitar un debate a Pedro Sánchez sobre política general. Primera respuesta, el silencio ya habitual. Segunda respuesta, Sánchez acepta el debate pero marcando tiempo y asuntos a tratar: solo medidas energéticas, porque no le ha ido mal con Sholz y quiere presentarse ante el presidente del PP como el gran líder de la Unión Europea, un gran estadista al que un ex presidente de Gobierno regional en ningún caso puede hacerle sombra.
No le interesa a Sánchez que el debate aborde ciertos temas, tal como está el panorama: con una inflación galopante aunque ha bajado unas décimas el último mes, con las familias españolas espantadas ante el recibo de la luz, con miles de negocios a punto de cierre, si no han cerrado ya, porque es imposible asumir los gastos, que superan en mucho a los ingresos. En el plano político, a Sánchez no le interesa tampoco que salga Feijóo mencionando la palabra indulto, que se le recuerde que el hecho de ser buena persona no significa que Griñán no haya cometido el delito por el que le ha condenado un tribunal. No le interesa que le mencionen las palabras Sahara, Argelia y gas, y tampoco le interesa a Sánchez que Feijóo le eche abajo la acusación de que bloquea la renovación del CGPJ, porque le puede sacar los colores explicando lo que hablaron Pons y Bolaños , un ministro que está perdiendo crédito a marchas forzadas aunque se esperaba mucho de él.
No le interesa que se le eche abajo la permanente acusación de que el PP no tiene propuestas para paliar los efectos de la crisis económica; porque resulta que las tiene, ha anunciado varias de ellas y la mayoría de los periodistas las conocen ya de memoria. Así que Sánchez ha limitado el debate con Feijóo al asunto en el que se siente cómodo, el energético, que es el que le han «comprado» algunos dirigentes europeos. Le gustaría extenderse a fondo sobre lo hablado con el canciller alemán o la presidenta de la Comisión Europea, porque le dará pie a intentar presentar a Feijóo como un pardillo en cuestiones de política exterior. Aunque tampoco le conviene a Sánchez que Feijóo abra el capítulo exterior, porque aunque es verdad que el presidente del PP tiene mucha menos trayectoria que el presidente del Gobierno en ese capítulo, sí cuenta con argumentos para incomodar a Pedro Sánchez. Por ejemplo, poniendo sobre el tapete su simpatía hacia los populistas latinoamericanos de izquierdas, que están provocando el éxodo masivo de ciudadanos, la mayoría de ellos hacia Miami o hacia España, donde al menos pueden vivir en libertad. No como en sus países de origen, donde regímenes corruptos han sido sustituidos por regímenes igualmente corruptos y, además, dictatoriales.
«Empieza el curso político con un debate en el Senado en el que Feijóo tiene muchas papeletas para perderlo»
Empieza el curso político con un debate en el Senado en el que Feijóo tiene muchas papeletas para perderlo, porque Sánchez no se caracteriza por ser riguroso en los datos -por no decir que miente- y en el que además tratará de llevar la cosa a su terreno, hurtando cualquier posibilidad de entrar en arenas movedizas, peligrosas para el Gobierno . Peligrosas porque España está viviendo un período de negritud como no se conocía desde que hay democracia.
Negritud por problemas acuciantes de falta de trabajo, de inflación inasumible, y de falta de confianza en un Ejecutivo en el que las buenas cabezas son excepción; con política europea basada en que colocaremos en cualquier punto de Centroeuropa el gas que nos suministran Estados Unidos y Argelia, sin tener asegurado que los argelinos nos harán llegar lo contratado en tiempo y forma, ya que el precio se puede disparar. Por no mencionar, en la negritud, que este Gobierno sigue empecinado en aceptar exigencias de socios que no aceptaría ningún Gobierno europeo democráticos.
Por todo esto, Sánchez tiene tan regular cartel en Bruselas, aunque estos días algunos jefes de Gobierno le bailan el agua por el asunto del gas. Solo por eso. No porque sea un inconmensurable estadista.