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El debate lo perdimos todos

«Ayer en el Senado lo que deberíamos haber visto es a un presidente explicando la situación, sin triunfalismos populistas ni victimismos mendaces»

Opinión

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), y la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño (c), escuchan la intervención del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. | Juanjo Martín (EFE)

Cualquiera diría, echando un vistazo rápido a los periódicos y las redes, que el martes pasado se emitieron dos debates diferentes. Las interpretaciones son irreconciliables, así que no me atrevería a afirmar rotundamente que unos y otros vimos lo mismo: Sánchez noqueaba a Feijóo en uno y Feijóo tumbaba a Sánchez en el otro. Nada de «la cosa estuvo reñida» o «tuvieron sus momentos». Ni un pequeño «pues no estuvo fino». Era una cosa inapelable. Reconozco que yo fui de los que vio el segundo debate y ni rastro del primero. Y eso que no es Feijóo un candidato que me apasione y que le había vaticinado, yo como vidente no tengo precio (y esto es literal: no daría ni un euro por mis propias predicciones), un ajustadísimo empate a la baja en el mejor de los casos.

Pero no he venido yo aquí hoy a decir que Sánchez me pareció a la defensiva y nervioso, claramente perdedor por su actitud de oposición en un debate en el que se iba a hablar de economía y energía y se acabó hablando de y contra Feijóo, que le traicionó su propio ego. A mí lo que me ha fascinado en el día después es, precisamente, esa polarización absoluta en la percepción de un mismo hecho. El único punto en el que han (hemos) parecido estar todos de acuerdo es en el indecoroso y poco elegante abuso del reglamento por parte de Sánchez, que invertía más de tres horas en interpelar a un Feijóo que solo disponía de veinte minutos contados. Incluso para el más ferviente de sus acólitos es indecente. 

No es que yo esperase que hubiese un claro ganador. No son los debates políticos, por definición, el acontecimiento en el que más fácilmente se pueda cuantificar la calidad de cada contrincante ni la superioridad de uno frente al otro. ¿Han visto alguna vez a un político del signo que sea salir de uno de ellos diciendo que no ha ido muy bien la cosa, que qué acertado ha estado el contrario? Les va en el sueldo. Y quizá el ejercicio nuestro debería ser exigirles estar al menos a la altura de lo que se espera de nuestros gobernantes en un momento como este. Y ayer en el Senado lo que deberíamos haber visto es a un presidente del Gobierno explicando la situación en la que nos encontramos, sin triunfalismos populistas ni victimismos mendaces.

«Me abochornó profundamente el aplauso impúdico de la bancada, como de groupies enloquecidos, el insulto y el ad hominem constante como argumento, las risitas ante el adversario político»

Un presidente que contestase a los requerimientos de la  oposición, cuyo función es precisamente fiscalizar al poder, y dar las explicaciones pertinentes a la ciudadanía a través de las cuestiones de esta, evitando la crispación y demostrando responsabilidad y probidad. Uno que no insulte. Nos merecíamos un presidente con altura moral, alguien capaz de equilibrar por generosidad y honestidad el debate para que este se desarrollase de la manera más productiva para todos, que es al final de lo que se trataba. Quizá el problema no esté tanto en las hinchadas de unos y de otros, en ese no dar el brazo a torcer y ver la paja en el ojo ajeno mientras no reparamos en la viga en el propio, como en que hemos dejado de exigir a nuestros dirigentes que se comporten como tal. Que piensen en el interés general antes que en el propio y actúen en consecuencia.

A mí ayer, independientemente de que ganara uno u otro, de mi propia percepción del debate y de mis filias y fobias, me abochornó profundamente el aplauso impúdico de la bancada, como de groupies enloquecidos, el insulto y el ad hominem constante como argumento, las risitas ante el adversario político. ¿Ese es el respeto que le merecemos los ciudadanos? Si una parte considerable de estos eso le parece legítimo y admirable, una buena manera de hacer política, a lo mejor ese debate lo perdimos todos.

9 comentarios
  1. Incandescente1

    Vamos a centrar el asunto que la gente se pierde, el orden del día incluía un debate sobre la energía, asunto en el que el gobierno lo ha hecho mal o incluso horrible, teniendo en cuenta el tema de Argelia. Pero algunos, despreciando a los españoles, son capaces de revertir el debate y otros son unos mediocres y no son capaces de atacar justificadisimamente al gobierno.

    El Psicópata consiguió que se dilucidara no el asunto de la energía sino el liderazgo del líder de la oposición y aquí GANÓ.

    Feijóo es un mediocre. Desconoce los temas al detalle, frases hechas y lugares comunes, discurso monótono, falta de agresividad, ausencia de criterio y alternativa, incapacidad de salirse de su pésimo guión.

    El equipo del Psicópata ante un debate perdido cambió el guión. Este equipo no sabe de nada más que de una cosa, de propaganda, el equipo de «Frijolito » (así lo llaman) ni de eso…

    Por cierto la encuesta de El mundo, insisto El Mundo, daba empate. Si en una situación como la actual no consigues derrotar en un debate sobre energía a tu rival, eres un fracasado y un mediocre.

  2. Pinton

    Si las redes virtuales no son la realidad, ¿por qué lo iban a ser unos medios de comunicación que ven la supervivencia de su negocio solo en lo virtual? Cada día más, los media están primando la reactividad sobre la información. El mensaje serio e informante ya da muchas veces igual, lo que interesa es el eco y la repercusión.

    Nuestros señores políticos, tan profesionales ellos, se están subiendo al carro de tener repercusión por la virtuosa vía del populismo. Ni el cementerio para elefantes que es la cámara alta, donde hasta hace dos días se tomaban más en serio las formas y las leyes se libra ya de esta lacra.

    Este es el lodo de unos polvos acumulados durante años. El destrozo institucional que nos estan creando nuestros políticos es con toda nuestra aquiescencia y con todos nuestros gritos de apoyo.

  3. ToniPino

    Yo no veo los debates porque me parecen aburridos espectáculos propagandísticos. Ya se sabía que para los votantes y analistas el ganador iba a ser su candidato. Yo creo que los analistas ya tienen escritos sus artículos antes del debate.

    Puse un comentario que no hacía referencia al debate en la columna de Vilches, que ni siquiera leí, pues de antemano sabía que era perfectamente prescindible. Me imaginaba que iba a poner por las nubes a Feijóo, que, por cierto, aunque tampoco me entusiasma, me parece un político menos malo que Sánchez y que los demás, pero ni con esas me interesó la columna ni ninguna otra.

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