Colegios concienciados
«En la escuela concienciada no hay competición: se suprimen las notas y no hay respuestas correctas o incorrectas, y por supuesto olvídense de memorizar»
Este mes da comienzo el calendario escolar. Suena la campana, los niños entran al colegio con el ajetreo habitual. Perdón, ¿dije campana? La campana se ha suprimido, por su inevitable simbolismo religioso y su intolerable contaminación acústica. Da igual, el caso es que los niños entran como Miuras por Estafeta, una metáfora que no valdrá para el patio, porque jugar a que te pilla el toro no es admisible, líbrenos Dios de pasar por asesinos de animales. Perdón, ¿dije Dios? Referencias a Dios no, por favor, que esto es un colegio laico, así que evítense alusiones religiosas. O, al menos, cristianas. Tanto da. Entren, en cualquier caso, a la escuela con el brío y el arrojo propios de la pubertad.
Recuerden que lo importante no es tanto aprender cuanto concienciarse. Todos somos iguales, olvídense de listos y tontos, aplicados y maleantes, trabajadores y vagos. Etiquetas de un capitalismo repugnante, que nos quiere competitivos. En esta escuela concienciada no hay competición: se suprimen las notas y todo eso. Los exámenes son expresiones particulares de cada uno, no hay respuestas correctas o incorrectas. Lo importante es canalizar esa expresividad: todo por el bien de la sociedad. Ah, y por supuesto olvídense de memorizar. ¿Qué se han creído que es esto? ¿Acaso piensan que pelear por una retención de conceptos les va a traer algo bueno? Nada, nada. Los conceptos tienen que fluir libremente, no coartemos personalidades.
Suena la campana, si finalmente la hubiere. Hora del patio. Hemos quitado las vallas y los muros: esto no es Auschwitz, los niños pueden correr en libertad. Bueno, libertad relativa. Al igual que ocurrió con el toro, tampoco podemos jugar a policías y ladrones. Qué será de ese pobre malhechor, de ese Robin Hood moderno, acosados por las fuerzas represivas del Estado. Nada, nada. A otra cosa. ¿Fútbol aquí? Tampoco. Deporte de machirulos que roban el espacio a otras actividades lúdicas importantes. Ídem con el baloncesto, el balonmano y aun el vóley. Quemen pelotas, balones y esféricos de todo pelaje en la hoguera, y bailemos a su alrededor celebrando que por fin el patriarcado ha sacado sus sucias manos del recreo.
«Nuestra identidad bebe de Numancia, así que de Numancia y de nada más hablaremos»
Volvamos a clase. En Geografía, olvídense del Estado centralista, de ese jacobinismo repugnante. En este colegio sólo tratamos los ríos de la comarca, que para eso ha estado oprimida tropecientos años. En Historia, parecido. Nuestra identidad bebe del sitio de Numancia, así que de Numancia y de nada más hablaremos. ¿Y de Lengua, qué decir de Lengua? Convivencia lingüística, queridos alumnos. Eso sí, como vea que os dirigís al otro en español, esperanto o élfico, prepárense. Aquí convivencia sí, pero las jerarquías claras. En cuanto a Anatomía, el cuerpo humano: nadie nace hombre ni mujer, lo determina el pensamiento. En cuanto a Biología, que nadie toque esa planta, son hermanas, seres sintientes, ya saben. Etc.
Los padres… Perdón, el padre o la madre del crío llega al colegio no sin antes recibir la consiguiente ración de miradas asesinas: un coche Diesel, inadmisible. Lo importante es que ahí tiene a su niño, debidamente borreguizado, pero, eso sí, también concienciado con el mundo real, no con el que nos ha vendido la educación fascista de los noventa. No se olviden de masacrar al profesor si a su niño no le va bien al otro lado de la puerta: para eso están los docentes, para volcar nuestra frustración en ellos. Menos mal que esta columna trata con ironía una realidad a la que, de momento, sólo nos acercamos peligrosamente, aunque si no estuviéramos ya en ella, quizá, no tendría que estar emitiendo esta aclaración postrera. En fin, feliz año escolar a todos.