Relato mata a dato
«La manifestación del domingo no fue ‘contra el catalán’ ni ‘ultraderechista’, sino de la gente preocupada por su derecho a ser educada en su lengua materna»
El otro día acudí a la manifestación en Barcelona organizada por Escuela de todos en defensa del español en las aulas y que reivindicaba, ni más ni menos, que se cumpliera la ley. Es decir, que un 25% de las clases, como mínimo, se impartan en la lengua cooficial en Cataluña y común en todo el territorio español. Cuando el día anterior se lo contaba a una amiga catalanoparlante no entendía que fuese a acudir a una manifestación «contra el catalán». Después de explicarle que no era una manifestación «en contra de» sino «a favor de», que no se pedía la salida del catalán de las aulas sino el respeto por una permanencia (mínima) del español, no hubo manera. Traté de que lo entendiera apelando a la más básica aritmética: si alguien pide que, de un total, solo un 25% sea del tipo A, eso implica que el 75% sigue siendo del tipo B. Y tres cuartas partes es superior a una cuarta parte, se mire por donde se mire. Bastante alejado, pues, del concepto «en contra de». Da igual, no hubo manera. La manifestación del domingo era en contra del catalán y de ese burro ya saben.
Otra amiga, catalanoparlante también, me contaba al día siguiente que conocía a varias familias a favor de la medida que no habían acudido a la manifestación porque era «ultraderechista». Ajam. ¿Ultraderechista? ¿Por qué? ¿Porque acudieron cargos y simpatizantes de Vox y no dudaron en exhibir simbología partidista pese a haberse solicitado expresamente que no se hiciera? ¿Esa coincidencia en el espacio y en el tiempo convierte automáticamente a todo el que allí estaba en ultraderechista o en simpatizante de Vox? Odio los ejemplos con nazis, pero vayamos al extremo por lo fácil y efectivo: si un nazi declarado defiende la libertad de expresión o las bondades de ayudar a cruzar calles a ancianitas, yo voy a compartir esa idea con el nazi en cuestión. Por muy nazi que sea. Y eso no me convertirá a mí en nazi. Solo en alguien que está de acuerdo en esa idea concreta con una persona de ideología alejada de la mía. Lo que no voy a hacer es dejar de defender la libertad de expresión o a empujar viejas a los pies de todo taxi. Porque eso no me haría menos nazi, sino un poco más gilipollas.
A la conclusión que llegaba, tras el infructuoso proceso de tratar de razonar con personas que no están dispuestas a que los hechos les descabalguen de sus creencias, es que la realidad, para algunos, no es más que un leve impedimento para sostener concienzudamente su tesis. Un pequeño inconveniente a ignorar, a combatir con una descripción interesada y tergiversada de lo que acontece articulada de la manera más simple y emocional posible, da igual cuánto te alejes de la verdad. Ejemplo práctico, cortesía de Gabriel Rufián:
«ÚLTIMA HORA: 3 partidos que juntan una sola alcaldía en toda Cataluña han traído a cientos de monolingües españoles de fuera de Cataluña para decirle a millones de bilingües catalanes que viven en Cataluña que dejen de serlo. Quien no te lo cuente así te está engañando».
«Mienten porque saben que hoy en día a usted, caballero, la verdad le da igual si la mentira reafirma sus convicciones»
A ver: tres partidos no llevaron a nadie a ningún sitio. Acudió gente libremente ante una convocatoria de entidades de la sociedad civil preocupadas por la dificultad para poder ejercer su derecho a que sus hijos (o los hijos de otros) puedan ser educados en su lengua materna. Y no acudieron a decirles a los catalanes bilingües que dejen de utilizar sus dos lenguas cooficiales, ni muchísimo menos. Solo recordaban que hay una ley al respecto que no se cumple, y que tanto en Cataluña como en otros lugares, como Baleares, en la práctica, la ley está siendo ignorada y la lengua vehicular es el catalán, privando a los españoles en edad escolar que viven en estos territorios de su derecho a recibir un mínimo del 25% de sus horas lectivas en español. Y no, no le está engañando quien no se lo cuente como Rufián. Es éste quien, por intereses partidistas y de manera espuria, está siendo un falsario.
¿Era la manifestación del domingo una manifestación ultraderechista? Absolutamente, no. ¿Era una manifestación contra el catalán? Definitivamente, no. ¿A alguien le importa eso? Pues debería importarle a cualquier persona de bien. Incluso a las que están a favor de la inmersión lingüística o de educar a sus hijos únicamente en catalán y desterrar el español de las aulas. Porque esos que dicen que les representan, en los que están confiando su idea de nación, les están mintiendo. Y lo están haciendo de manera consciente e interesada. Porque saben que, hoy en día y desgraciadamente, relato mata a dato y que a usted, caballero, la verdad le da igual si la mentira le reafirma en sus convicciones.