THE OBJECTIVE
Rebeca Argudo

Que viene el lobo

«Es gracioso que a los mismos que afirman estar preocupados por la democracia en Italia no les preocupe que se socave irresponsablemente la nuestra»

Opinión
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Que viene el lobo

La líder de Hermanos de Italia, Giorgia Meloni. | Reuters

A mí me parece bien que la gente tema al fascismo porque yo soy muy respetuosa con los miedos de cada cual, que son muy libres. ¿Cómo no voy a serlo si yo sufro koumpounofobia? Trate de explicarle a alguien que usted tiene un miedo irracional a los botones y reírse luego, sin perder autoridad, del que teme a las arañas o a las tormentas. Así pues, aunque yo creo que el fascismo no es hoy una amenaza para nuestras sociedades (siempre recomiendo leer a Emilio Gentile y hoy insisto en ello), me parece bien que ustedes le teman. Lo entiendo mejor si tienen entre seis y doce años y un poco peor si son adultos con lecturas, pero no entraré en gradaciones ni valoraciones. Dejémoslo en que está bien porque los miedos no se eligen, solo se sufren.

Lo que no puedo entender por mucho que me esfuerce es que se compagine desprejuiciadamente ese temor por un fascismo acechante con la celebración y el aplauso ante declaraciones abiertamente totalitarias y que desprecian los pilares básicos de la democracia. Quiero decir, que si tememos a un supuesto fascismo porque es una amenaza para las democracias actuales no deberíamos ser condescendientes con otras ideologías que desdeñan sus preceptos. Igual pedir coherencia es un poco idealista por mi parte, pero es que no salgo de mi asombro ante ciertas declaraciones estos días tras la victoria de Meloni en Italia.

Me voy a ahorrar los vayapordelantismos e iré directamente a los vaticinios: no creo que un gobierno con Meloni al frente vaya a suponer una amenaza para los derechos reales de mujeres u homosexuales, ni para los derechos humanos así en general en el país. Pero es gracioso que los mismos que braman porque para ellos estos resultados son poco menos que la resurrección de Mussolini con falda, vean con buenísimos ojos que aquellos que están con cargo en nuestro gobierno de coalición se dediquen a horadar nuestras instituciones despreciándolas.

«La amenaza real para nuestra democracia son los que no dudan en mentir descaradamente si eso apuntala sus tesis»

Que a los que afirman estar preocupados por la democracia del país vecino no les preocupe que se  socave irresponsablemente la nuestra. Y es que tenía razón Gentile (ya dije que insistiría en recomendarlo) cuando afirmaba que el fascismo no es hoy la amenaza real para nuestra democracia: lo son los demócratas sin ideal democrático. Y esos, desgraciadamente, ya se han instalado en las instituciones. Son los que, irresponsablemente, acusan a nuestros jueces de prevaricar cuando sus sentencias no se ajustan a lo que ellos consideran acertado. Son los que desprecian los votos de una buena parte de la ciudadanía y llaman a tomar las calles si los resultados no son los que desean. Los que piden cordones sanitarios para «detener» a partidos políticos legales. Los que no dudan en mentir descaradamente si eso apuntala sus tesis, aunque tengan para ello que erosionar la credibilidad de nuestras fuerzas de seguridad. Es lo que ocurre cuando se abre una brecha entre el ideal y el método, cuando las musas no bajan al teatro. Y ahí sí está el peligro. 

Por resumir: teman al fascismo con la misma libertad con que yo temo a los botones, solo faltaría. Pero no se hagan trampas al solitario al creer ciegamente a ese oso que, sentado con una cerveza en la mano en el sillón orejero de su cabaña y con la escopeta que le acaba de robar en la mano, le conmina a otear por la ventana porque, le asegura, allá en lontananza verá que se aproxima el lobo.

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