El grifo de la economía y la demagogia fiscal
«El debate sobre impuestos siempre es el mismo porque lo único que importa son las elecciones. Y las campañas ya no existen: siempre estamos en campaña»
Cada vez que se debate de impuestos en España, el contenido es el mismo. Cada bando cierra filas con sus argumentos rígidos. La derecha sostiene que hay que bajar los impuestos porque «el dinero está mejor en el bolsillo de los ciudadanos». Es una idea muy potente, por su simplicidad (la izquierda aquí siempre sale perdiendo, porque no tiene un eslogan tan efectivo), y a la vez naíf y demagógica. También aparecen los discípulos de la curva de Laffer que defienden que la bajada de impuestos aumenta siempre y automáticamente la recaudación (donde tienen razón es en que donde no hay producción un impuesto no puede recaudar, pero aplican el molde fijo de la bajada de impuestos a todo contexto).
La izquierda, por su parte, se coloca en una posición igualmente rígida: subir los impuestos sí, siempre. Usa argumentos menos efectivos que la derecha, más cursis y simbólicos: los servicios públicos, el Estado de bienestar, la sanidad de todos. Si nos ponemos cínicos, todo eso se financia con deuda, que es básicamente cómo se financia el capitalismo hiper financiarizado actual, y no con nuestros impuestos.
«La izquierda no debe renegar del Estado, pero, a veces, su mirada es muy limitada»
En un artículo de hace unos años, Ralph Leonard criticaba la postura exclusivamente estatista de la izquierda contemporánea: «El ideal del socialismo ha sido distorsionado de tal manera que para muchos es sinónimo del Estado simplemente haciendo cosas (como demuestra este vergonzoso vídeo de Momentum, una organización del Partido Laborista, que sugiere que la policía es un ejemplo de socialismo en acción simplemente porque forma parte del sector público y no del mercado) y se ha alejado de los ideales más amplios de libertad y autodeterminación que han estado tradicionalmente en el núcleo del pensamiento socialista». Esto no significa que la izquierda deba renegar del Estado. Pero a veces su mirada es muy limitada, como el debate sobre estos temas: la izquierda es más Estado, la derecha menos. Y punto.
Pero incluso cuando se rompen esos esquemas (al final la derecha sube impuestos y la izquierda los baja, como acaba de hacer el Gobierno con el IRPF), la conversación es incompleta. El debate nunca tiene que ver con cómo adaptar la fiscalidad al contexto actual, sino sobre si hay que bajar o subir los impuestos, como si la única política fiscal posible fuera esa (un poco como los debates de política monetaria que tratan exclusivamente sobre si subir o bajar los tipos de interés), o como si la economía fueran dos grifos, uno de agua caliente y otro de agua fría, que hay que regular. Y ya está. Es una visión de libro de texto de economía, con sus equilibrios perfectos y sus modelos abstractos.
El debate sobre estas cuestiones parecía que había cambiado con la pandemia, que aceleró la implantación de medidas excepcionales. Pero seguimos en una situación excepcional, en una crisis de materias primas y energética, ante un supuesto crash que se nos viene encima (aunque esto ya es un cliché, hay un tuit graciosísimo de @vvvhannah sobre esto: «En la máquina de café diciendo que ‘la que se nos viene encima ni nos la imaginamos’ mientras recibo asentamientos de varias cabezas. Ninguno sabemos muy bien de qué hablamos pero todos estamos de acuerdo») y el debate es el mismo. Porque, al final, lo único que importa son las elecciones. Y las campañas electorales ya no existen: siempre estamos en campaña.