THE OBJECTIVE
Ignacio Ruiz-Jarabo

Chamanes y brujos fiscales

«Sánchez y Montero deberían aparcar la soberbia y mostrar más respeto por aquellos que tienen un poco más de conocimiento tributario que los dos juntos»

Opinión
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Chamanes y brujos fiscales

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. | Europa Press

Mira que resulta fácil detectar cuando la fábrica de propaganda del Gobierno ha construido una idea para su utilización en el debate político. Se constata comprobando cómo los ministros y los dirigentes de sus partidos repiten hasta la saciedad como vulgares robots una frase, una expresión o una palabra. Así ha sucedido con las coletillas de «arrimar el hombro», «el Gobierno de la gente» o «el PP se opone a todo».

En la dirección expuesta, en los últimos días parece que se ha puesto en marcha un nuevo producto de la fábrica monclovita cuyos destinatarios somos los analistas tributarios que no compartimos la política fiscal del Gobierno sanchista. Así, en su rueda de prensa del pasado jueves, la ministra de Hacienda se refirió despectivamente a los «chamanes fiscales» y 48 horas después, Sánchez hizo lo propio utilizando el término «brujos». Más allá de constatar una vez más que el deseo de la izquierda española es aplastar a todo aquel que no aplaude con disciplina militar sus decisiones, bueno será recordar a Montero y a Sánchez dos casos acaecidos en nuestra historia tributaria, uno más lejano en el tiempo y otro más reciente.

Empezando por el primero, recordemos que cuando Aznar se propuso aplicar su programa de rebaja de impuestos que afectó especialmente al IRPF -como media, los contribuyentes españoles vieron reducir en un 12% la carga fiscal que se les exigía en el impuesto-, los chamanes y brujos aplaudimos la iniciativa. Los entonces dirigentes socialistas y de la otra izquierda nos llamaron irresponsables pues, según ellos, la bajada de impuestos iba a suponer el crecimiento sideral del déficit público. Lo cierto es que con la reforma de Aznar se consiguió reactivar la economía, aumentar la recaudación tributaria y, por primera vez en nuestra Historia, eliminar los números rojos de las cuentas públicas.

Abordando ahora el caso más reciente, podemos referirnos al sistema sancionador abrasivo y confiscatorio que puso en marcha Cristóbal Montoro cuando estableció la obligación de declarar los bienes y derechos en el exterior. Los brujos y chamanes avisamos del carácter injusto, abusivo y desproporcionado de las sanciones establecidas, pero Montoro lo mantuvo y después la ministra Montero lo siguió manteniendo de manera entusiasta. Finalmente, el Tribunal Europeo de Justicia lo ha anulado, poniendo a uno y a otra en su lugar.

«El nuevo Impuesto sobre las grandes fortunas supone una reducción práctica de la autonomía fiscal de las comunidades»

Sirvan los dos ejemplos citados -hay bastante más- para que, siendo menos frívolos, Pedro Sánchez y María Jesús Montero aparquen la soberbia que acompaña a sus declaraciones y muestren algo más de respeto por aquellos que tienen un poco más de conocimiento tributario que los dos juntos, y cuyo único pecado consiste en no comulgar con el pensamiento socialista y atreverse a manifestarlo públicamente. Así, pecan -pecamos- los chamanes y brujos por afirmar que la configuración anunciada para el nuevo Impuesto sobre las Grandes Fortunas supone una evidente reducción práctica de la autonomía fiscal de las comunidades autónomas. Basta con reseñar que cuando un Gobierno autonómico haya establecido una bonificación para sus residentes en el Impuesto sobre el Patrimonio, llegará la Agencia Tributaria estatal y, cobrándoselo al contribuyente, se apropiará del importe bonificado. Siendo franco -no, mejor sincero- creo que los bandoleros de Sierra Morena lo hacían con más gracia. 

También pecan -pecamos- los brujos y chamanes por afirmar que es técnica y socialmente inadmisible que a la mayoría de los trabajadores con ingresos inferiores a 60.000 euros se les vaya a dejar en el IRPF huérfanos de cualquier medida fiscal que les ayude a transitar la actual crisis económica y la sinrazón del Gobierno Sánchez al negarse a deflactar el impuesto. Y también pecan -pecamos- cuando afirmamos que el carácter incomprensible e inadmisible de lo anterior resulta especialmente lacerante en el caso de los casi cuatro millones de trabajadores cuyo sueldo se encuentra entre 21.000 euros y 30.000 euros. 

«Nada más propio de la brujería que las promesas de la izquierda anunciando la felicidad ilimitada y la igualdad máxima»

Lo cierto es que, chamanes por chamanes, brujos por brujos, nada más propio de la brujería y de la chamanería que las promesas de la izquierda anunciando el final feliz que se alcanzaría cuando el Estado haya crecido tanto cuanto ellos quieren. Según prometen, el bienestar general será completo, la felicidad ilimitada y la igualdad máxima. En realidad, su credo ya lo predicó Ernesto Che Guevara en El hombre nuevo, prédica que al aplicarse provocó matanzas masivas en la prisión de El Morro, una dictadura que lleva 65 años conculcando los derechos políticos y humanos de la población, y la ruina económica de Cuba y de los cubanos.

Volviendo a la realidad actual española, la soberbia que demuestran Sánchez y Montero cuando hablan de cuestiones tributarias provoca lástima. En materia de impuestos, como en cualquier otra, cualquier pretendida descalificación por quien nada sabe conduce a que resulte autodescalificado el que la pretende. Como Montero y Sánchez han demostrado con holgura su ignorancia fiscal, sus críticas a los que denominan chamanes y brujos tributarios supone una autodescalificación en toda regla. Pobres ignorantes.

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