THE OBJECTIVE
David Mejía

Tamara y la fidelidad

«Más que aplaudir a Tamara por conservar su honor, lamento que no haya aprovechado la coyuntura para impulsar una liberalización de las costumbres»

Opinión
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Tamara y la fidelidad

Íñigo Onieva y Tamara Falcó. | Europa Press

A mitad de metraje de La peor persona del mundo, la fabulosa película de Joachim Trier, vemos a Julie, joven apasionada y de vocación insatisfecha, huir de un homenaje a su novio y colarse en una boda. No tarda en cruzar la mirada con un joven con la misma disposición para establecer contacto. Hablan, confiesan que tienen pareja y el flirteo se convierte en un juego que desafía los límites de la fidelidad. ¿A partir de qué latitud se vuelve prohibido un beso? ¿Durante cuánto tiempo puedo dejar mi mano aquí antes de convertirme en infiel? Los límites se presuponen y hay que vigilarlos, porque quien circula con descaro en la frontera puede llevarse un disgusto.

Aunque usted no haya querido saber, habrá sabido que Tamara Falcó ha roto su compromiso con un tal Íñigo Onieva por una infidelidad. El vídeo donde el joven Onieva aparece besando a otra mujer se ha convertido en la prueba de cargo que Tamara necesitaba para firmar su sentencia: «Yo para los cuernos soy muy cuadriculada». No sé cuántas excusas habrá ensayado el tal Onieva, quizá haya alegado que fue una enajenación fugaz, un pecado efímero, pero Tamara se ha revelado inflexible: «Me da igual que hayan sido seis segundos o un nanosegundo en el metaverso». Una frase para la historia de la fidelidad

«A dos meses del Mundial, Tamara tiene más incondicionales que la selección»

Lo mejor del Tamaragate ha sido la implicación ciudadana: a dos meses del Mundial, podemos decir que Tamara tiene más incondicionales que la Selección Española de fútbol. El furor por su causa lo han canalizado las redes sociales. En pocas horas, una caravana de devotos -que reunía a los puritanos de siempre con los de nueva ola- sacudieron las redes con miles de mensajes aplaudiendo su coraje. Su coraje, se entiende, consiste en dejar fulminantemente a la persona con la que iba a casarse por besarse con otra

Y aquí es donde uno debe posicionarse, ¿es romper la relación la decisión más valiente? No lo sé, pero seguro que no es la de mayor utilidad social, ¡no necesitamos un repliegue conservador! Más que aplaudir a Tamara por conservar su honor, me inclino por lamentar que no haya aprovechado la coyuntura para impulsar, con toda su potencia mediática, una liberalización de las costumbres. Pero ha sido al contrario, en lugar de ensanchar los márgenes de lo aceptable, ha decido alicatarlos. Imaginen que, después de hacerse público el dichoso vídeo, Tamara hubiese convocado a la prensa para decir: «Lo único que me enfada es haberme perdido el festival». 

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