Vuelta a Thelema
«Nunca se ha visto tanta preocupación de lo colectivo por inmiscuirse en lo particular y reglamentar inquisitorialmente la vida de los individuos»
La Abadía de Thelema, en cuya entrada figuraba el lema mas emancipador («haz lo que quieras»), fue una creación de Francisco Rabelais y ocupa un capítulo sustancioso de su «Gargantúa». El siglo pasado, el ocultista, nigromante y mixtificador Aleister Crowley fundó una especie de religión (o anti-religión, más bien) llamada Thelema, basada en el mismo principio absolutamente permisivo. En el mayo parisino del 68 se leyeron graffitis de consejo parecido y con frecuencia la publicidad comercial ofrece anuncios que suenan casi a lo mismo. Sin embargo, no puede decirse que vivamos en una época precisamente thelemática, si me perdonan el ambiguo neologismo. Nunca se ha visto tanta preocupación de lo colectivo (autoridades, influencers, médicos, curas de varia confesión y confusión, grupos identitarios en defensa de ciertos comportamientos pero sobre todo en hostigamiento a otros, etc.) por inmiscuirse en lo particular y reglamentar inquisitorialmente la vida de los individuos. Desde luego, todos parecen respetar el lema de la legendaria Abadía. ¡Haz lo que quieras, claro, cómo no! ¡Estamos en el reino de la libertad! Pero que no se te ocurra querer esto, o lo otro, o lo de más allá, porque va contra el respeto a mi identidad, o al medio ambiente, o al derecho de nuestros vecinos, o a la salud pública o… En fin, que todos estamos a las puertas de la Abadía de Thelema, admirando su libertino frontispicio, pero sin que por una cosa o por otra nos dejen entrar…
Por eso ha escandalizado bastante el principal nombramiento que ha hecho la sustituta de Boris Johnson, Liz Truss. Siendo mujer, no se ha apoyado en un hombre de confianza, como hicieron sus antecesoras femeninas en el cargo, Margaret Thatcher y Theresa May. Por el contrario ha nombrado como viceprimera ministra a otra mujer, Theresa Coffey, casi desconocida (no sólo en Europa, claro, sino en la propia Inglaterra). Esta buena señora de 50 años es soltera, sin hijos y además católica practicante, lo cual en Gran Bretaña casi siempre es indicio de un humor algo rebelde, unas veces tipo Chesterton y otras modelo Graham Greene. Sin duda Miss Coffey es chestertoniana, porque le gusta fumar –puros, por más señas-, no desdeña una pinta de cerveza o incluso más de una, y le encantan las fiestas, de lo que hay testimonio en fotografías que corren por las chivatas redes sociales. Además es evidente, como se ve en esas mismas imágenes, que comparte con Gilbert Keith una figura más bien oronda, a la que según los cánones habituales le sobran varios kilos. No seré yo quien se lo reproche, desde luego, ni nadie debe hacerlo si no quiere incurrir en gordofobia, una de tantas inclinaciones pecaminosas de esta época en que tanto abundan.
Ahora bien, supongamos que ustedes son personas de amplio criterio, tan amplio que en él caben los gordos, los alegres bebedores e incluso – horresco referens!– los fumadores y fumadoras. De acuerdo, pero aún no saben lo mas grave: la rolliza señora Coffey no sólo es viceministra primera, es decir el cargo más importante tras la nueva premier, sino que también ha sido encargada de la cartera de Salud. ¡Ah, eso ya no puede ser! gruñen algunos torquemadas (por cierto, hubo más inquisidores y quema brujas en las islas que en España). ¡Se pone al frente de la salud pública a un desafío viviente a las vigentes normas de higiene! Theresa Coffey no se ha inmutado por esta pequeña borrasca que la rodea. Con serenidad y lógica ha respondido a sus críticos que ella debe ser la gestora de las instituciones sanitarias, las cuales conoce bien como paciente, pero nadie le ha pedido que encarne un ejemplo de vida para quienes deseen estar sanos. «No soy un ejemplo a imitar», dice sonriente. En esto discrepo de ella: sí creo que es ejemplar como muestra de lo que es la verdadera salud, no un mecanismo que funciona de acuerdo con el folleto de instrucciones oficial sino una forma de armonía y contento con uno mismo que hay quien alcanza a través del ascetismo y otros por medio de un buen Cohiba. ¡Adelante, señora, cuidado con donde echa la ceniza y ni caso a las advertencias de los cenizos!