Las guerras subcontratadas
Las estructuras militares desde hace varias décadas han decidido apoyarse en grupos armados subcontratando guerras, sin embargo ¿en qué consiste esta práctica?
Hoy en día el proceso de injerencias extranjeras para reconducir estados que no se hayan dentro de la órbita de estados más grandes está arreciando en todo el mundo. Esta injerencia en muchos casos requiere de operaciones suaves y sencillas de presión política o de lobismo pero en otros casos implica provocar conflictos internos que cambien el rumbo de un tercer estado díscolo.
Para ello los estados recurren a varios modelos, el más clásico consiste en la declaración de guerra, invasión del país apoyándose en oposiciones internas o grupos armados antigubernamentales que serán el sostén de ese ataque que tiene como fin derrocar a un presidente, monarca o modelo de estado y sustituirlo por otro acorde a los designios de países poderosos que intervienen en el mismo.
En el modelo de mundo unipolar eso es fácil, sin embargo en el modelo multipolar por capas mundiales (Estados Unidos, Rusia y China) a la que siguen potencias en las capas regionales como Irán y Turquía en Oriente Medio, México, Venezuela o Brasil en América Latina etc…, esto es más complicado porque existe un mayor número de redes Stay Behind tanto de inteligencia como de terrorismo y grupos armados.
Sin embargo invadir o desestabilizar un país requiere de un complejo proceso de ingeniería diplomática por parte del atacante para asegurarse el apoyo de otras grandes naciones que apoyen la campaña militar. Al mismo tiempo requiere ser debatida, aprobada y fiscalizada por el estado atacante, necesita del pretexto preferiblemente real o, en su defecto, creíble con el que justificar ante la población el ataque y, como no, requiere de un gran esfuerzo gubernamental para controlar a los medios de comunicación para que su línea vaya lo más cercana posible a la línea del gobierno y de sus misiones diplomáticas por el mundo.
Eso antes de enviar a un soldado. Las guerras no son baratas, el movimiento de tropas, el pago de las mismas, seguros, bajas y heridos, armamento, repuestos etc…además de la capacidad del estado atacante de digerir el gasto ascendente de la guerra que redunda en subidas de impuestos y, como no, en recibir cada pocos días noticias comunicando bajas de soldados en acto de servicio y, de remate, cubrir la llegada de ataúdes envueltos en banderas.
Estados Unidos, por ejemplo, sufrió eso durante las guerras de Corea y Vietnam, y se enfrentaron a una gran oposición de la opinión pública por el daño que estaban haciendo en el sudeste asiático así como el terrible gasto económico en aquella inútil guerra. Sin embargo, una cosa interesante iba a pasar en Afganistán con la invasión soviética y el apoyo de los Estados Unidos a los talibanes y a todo el espectro opositor anticomunista, que eran islamistas, resultaba más barato entrenarles y armarles que intervenir directamente.
Pusieron esa táctica en marcha en América Central con los contras nicaragüenses o los batallones de paramilitares de El Salvador, entrenados en Estados Unidos y que salieron de las cloacas de la escuela de las américas de Estados Unidos.
Esos batallones resultaban efectivos, estaban más motivados que los soldados estadounidenses a la hora de combatir, conocían su propia cultura y por lo tanto no eran vistos como extranjeros invasores sino como libertadores por ciertas áreas de la sociedad. Conocían los terrenos urbanos y agrestes de los países pero, sobre todo, resultaban ser increíblemente baratos ya que precisaban un entrenamiento básico, uniformes y armamento. A lo sumo serían desplegados con ellos asesores militares y fuerzas especiales que no intervendrían de forma directa pero que estarían allí ayudando y aconsejando.
Además son operaciones que salen de las capas más profundas de los servicios de inteligencia, de los ejércitos y de las más altas esferas políticas ajenas a los controles parlamentarios por lo que estas operaciones carecen de ningún tipo de fiscalización a nivel económico, político, judicial o ético. El único problema que se encuentran es por las labores periodísticas, de ahí que el poder económico promotor de guerras haya estado invirtiendo tanto dinero en bajar el nivel periodístico centrándolo en noticias tendenciosas, manipuladas o insignificantes.
Estas tropas paramilitares de América Central, así como las tropas terroristas en Afganistán, Libia o Siria tienden a realizar atrocidades ya que son fuerzas fanáticas, ultrafinanciadas y sostenidas por varios países con poder que les permite cometer este tipo de abusos como los que se dieron con los genocidios de El Mozote en El Salvador, los traficantes de esclavos de Libia tras la caída de Gadafi o los abusos constantes por parte de los terroristas en Siria contra la población civil.
Son guerras subcontratadas, baratas y efectivas sobre las que no existe ningún tipo de control político más allá de la repulsa de las sociedades hacia los promotores de estas fuerzas, pero nada más. En Irak, por ejemplo, se produjo un caso brutal de represión por parte de soldados de Estados Unidos con la masacre de Haditha cuyos soldados fueron castigados levemente pero que manchó la imagen del ejército estadounidense como en el caso de las torturas de Abu Ghraib o Bagram.
Sin embargo con estos grupos paramilitares no existe ningún control judicial sobre los promotores de estas fuerzas por los actos aberrantes cometidos contra prisioneros de guerra o población civil a pesar de conocerse, realmente, quiénes están detrás de estos grupos pero por desgracia son intocables y están lejos de la responsabilidad judicial tanto del estado en guerra como del estado promotor.
En el caso de Estados Unidos, tras los escándalos por las actuaciones de sus soldados en Irak y Afganistán, a pesar del tremendo gasto económico del contribuyente que se dilapidó en estas guerras (aunque los Estados Unidos con el comercio del petróleo iraquí y de la heroína afgana obtuvo beneficios que redundaron en estas operaciones de los servicios de inteligencia).
Destacado papel tienen, también, las compañías de contratistas de seguridad, los clásicos mercenarios, empresas internacionales que poseen ejércitos privados compuestos de antiguos soldados, normalmente provenientes de unidades de fuerzas especiales de diversos ejércitos del mundo o civiles formados directamente como mercenarios en las instalaciones de estas empresas y que, obviamente, poseen ejércitos propios al servicio de los estados que requieran sus servicios.
Empresas de mercenarios famosas:
Executive Outcomes Angola, Sierra Leona (cerrada el 31 de diciembre de 1998)
Wagner Group, Rusia (2014)
Sandline International, Papúa Nueva Guinea, Sierra Leona (cerrada el 16 de abril de 2004)
Gurkha Security Guards Ltd, Sierra Leona.
S.G.S.I. Group, Ruanda, (durante 1997)
Blackwater Worldwide, EUA (ahora renombrada como Academi y que tiene presencia en Siria)
DynCorp, Estados Unidos
Es una forma de subcontratar la guerra o parte de las mismas, estos ejércitos privados son más baratos y, de nuevo, no hay control político ni judicial sobre los mismos porque, normalmente, estos mercenarios llevan cobertura legal de sus países contratantes para evitar responsabilidades jurídicas por actos en contra de los derechos humanos. Por lo que los crímenes de lesa humanidad quedan en limbos legales y sus responsables no son juzgados.
Otra cosa importante es que estas empresas de mercenarios no suponen una carga política en la forma de tener que responder ante los órganos legislativos ante operaciones mal planteadas que acarreen la muerte de sus soldados ya que los mercenarios no forman parte de las listas de bajas y, por lo tanto, políticamente son tan beneficiosos como los milicianos. Nadie protesta por una operación catastrófica que provoque una alta mortandad de este tipo de fuerzas armadas ya que son externas al estado y, por ende, no tienen coste político.
En todo caso, la política de subcontratar guerras usando aliados interpuestos, en el caso del uso de grupos milicianos o paramilitares terroristas sean de la ideología que sean o el uso de empresas de mercenarios con ejércitos privados es una gran amenaza para los principios básicos de seguridad jurídica para los habitantes de estados «invadidos», aunque sean indirectamente con el uso de estas herramientas.
Pero, también, para los estados que hacen uso de estos servicios ya que van en contra de los principios de soberanía nacional ya que el ejército es un ente público de defensa territorial bajo control judicial y disciplinado que está perdiendo poder en favor de grupos armados sin ningún tipo de control pero muy beneficiosos, muy baratos, sin coste político y sin responsabilidad ya que una vez acabada la campaña, ya sea venciendo o derrotados, son abandonados a su suerte en favor de la casta política resultante de la victoria (si la hay).
Aunque hemos hablado de Estados Unidos, debemos ser capaces de entender que países como Irán hace lo propio con Hezbollah en Líbano o las “Liwa” en Afganistán y Pakistán, con los Huthies en Yemen, Arabia Saudí con los salafistas, Al Qaeda y Daesh, Turquía con los turcomanos de Siria y milicias salafistas en Siria, Libia o Irak y así podríamos seguir mostrando una larga lista de grupos subcontratados o delegados.