De leyes, presupuestos, novatadas... y cortinas de humo
«La construcción de discursos con la intención de desviar la atención del público supone una grave vulneración del derecho a la información de los ciudadanos»
Hace ahora 40 años, Guy Durandin publicó el libro La mentira en la propaganda política y la publicidad. Fascinado por su capacidad de manipulación, este profesor del Instituto Francés de Prensa quiso diseccionar los mecanismos y procedimientos de la comunicación persuasiva. Pronto se dio cuenta de que, más allá de la pura mentira o de la total omisión, hay fórmulas que permiten manejar la opinión pública, e impedir que la población conozca (y se preocupe, reflexione y reaccione) sobre determinadas realidades.
Cuando hay hechos que no favorecen al emisor, y este no puede ni «omitirlos» ni «negarlos» porque no tiene un control absoluto de los canales, es frecuente intentar «desviar la atención para reducir su impacto» explica Durandin.
El procedimiento se hace de dos maneras:
-Bien rodeando el objeto en disputa con otros, para disminuir su importancia (lo que se dice «esconder un pez en un lago»);
-bien llamando la atención sobre otros objetos -a menudo sorprendentes- pero menos relevantes (una «cortina de humo»).
En ambos casos lo importante es plantearse qué se está queriendo minimizar y por qué.
La semana pasada fue intensa informativamente hablando.
Se abría el lunes con encuestas de Prisa que ratificaban «una ventaja consolidada del PP», mientras sondeos de Sigma2 advertían de un hartazgo de la clase media/baja con la pulsión recaudatoria del Gobierno (ojo, incluido votantes socialistas).
Un día después, el martes, el Ejecutivo llevaba a Consejo de Ministros el Proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado: el cartucho del presidente para que él–y todos los que él permita que se beneficien del sistema- consigan los votos necesarios en año electoral para mantenerse en el poder. Poca broma.
Compañeros economistas que los han analizado con detalle me lo confirman: los presupuestos son un sablazo y muy insolidarios (entre territorios y entre generaciones). «Una campaña electoral populista a consta del esfuerzo contributivo de la clase media».
El Gobierno los necesita, pero me dicen que está deseando «que pasen», y a ser posible, con la menor publicidad.
Así, el jueves, 48 horas más tarde de que se presentase la LGPE, estaba programado el debate en el Congreso para la «toma en consideración de las enmiendas a la totalidad» de las leyes más ideologizadas de Unidas Podemos: la ley trans, la ley de bienestar animal y la reforma del aborto.
No me extraña. Salir del relato tributario hábilmente impuesto por Feijóo, con unos presupuestos como los que se han preparado, es perentorio. Cuando, además, el trampantojo de Vox parece que se le marchita a Sánchez, le urge resucitar «la agenda social progresista» a cualquier precio, incluso sacrificando a parte de su gente.
No es casual que las enmiendas a las leyes podemitas se hayan llevado juntas. Recuerden a Durandin. Cuando se meten objetos legislativos que despiertan grandes disputas con otros que también las despiertan, al final, se disminuye la importancia de todos. «Esconder un pez en el lago».
Las normas moradas incluyen todas cuestiones problemáticas. Pero especialmente conflictiva para Sánchez es la ley trans. Me imagino a algunas feministas de su grupo parlamentario votando tapándose la nariz.
Algo de razón tienen. Porque, en el plano teórico, es muy peligroso sustituir «sexo» por «género», anulando una categoría de análisis fundamental, entre otras cosas, para detectar desigualdades y hacer propuestas de mejora. En el plano práctico, normas parecidas han producido ya disfunciones en otros países cuando, por ejemplo, se ha sometido a menores a operaciones muy duras sin informe psicológico de por medio.
El debate no es baladí y aflorará, pero Sánchez no puede permitir que lo haga antes de tener «sus presupuestos». Mientras tanto, hábilmente, Feijóo se reunía con «la Alianza contra el borrado de las mujeres». Ha entendido perfectamente que somos la mitad de la población a votar(le).
Esta semana, paralelamente al debate de la leyes podemitas y al conocimiento de partes de los presupuestos, se ha producido otra estrategia de distracción sin igual, tanto para esconder la traca final de la «diarrea legislativa» de Unidas Podemos (el auto diagnóstico es la Secretaria de Estado de Igualdad), como para esconder las ignominias que acabarían por descubrirse de la Ley de Presupuestos: la cortina de humo de la borregada del Colegio Mayor Elías Ahúja.
El pasado jueves, media España se paralizaba escandalizada. A primera hora de la mañana, y después de que una periodista de TVE y un activista afín a Irene Montero lo hubieran distribuido por Twitter, Angels Barceló entrevistaba a las 9.40 al director del Colegio Mayor. A partir de ese momento, el famoso vídeo de la novatada se viralizaba como la pólvora y saltaba a todos los medios.
Sobre él se pronunció Sánchez a las 11.38; a las 12.22, Irene Montero y a las 14.21, Feijóo.
El video se convierte en trending topic y, lo que es más, en una especie de «tema de estado» en tiempo récord. Consigue desviar la atención durante todo ese día hasta el punto de que, a las 18 horas hay informaciones que anuncian que la Fiscalía (esa que conoce el archivo de la investigación sobre la red de explotación sexual de niñas tuteladas en Baleares) abrirá diligencias para estudiar «si los cánticos machistas pudieran constituir un delito de odio». Menos de 12 horas para una respuesta contundente, pese a que las afectadas reiteran «que se trataba de un ritual» (por otra parte, a mi juicio patético) y a que los chicos, algunos expulsados, han pedido, por activa y pasiva, perdón.
Mientras tanto, a media mañana, curiosamente, algunos medios –los menos- se hacían eco tímidamente de una bochornosa subida de sueldo para todos los miembros del Consejo de Ministros y del Presidente.
Poco se ha discutido de ello. En fin.
Ha habido un crecimiento exponencial del interés y la preocupación por las fake news y por el papel que en ellas tienen medios, periodistas y redes. Pero pocos estudios se han centrado en las «cortinas de humo».
Quiero terminar denunciando que la construcción de discursos con la intención de desviar la atención del público supone una grave vulneración del derecho a la información de los ciudadanos, es fundamental en la democracia.