THE OBJECTIVE
Pilar Marcos

Si Sánchez fuera un hombre audaz

«Son muchas las compañeras que recurren a Carmen Calvo para pedirle que intente que Pedro frene a “esas tipas” de Podemos que quieren “borrar a las mujeres”»

Opinión
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Si Sánchez fuera un hombre audaz

Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados. | EP

Si Pedro Sánchez fuera un hombre audaz, el jueves 6 de octubre habría tenido su oportunidad de oro para exhibir audacia y aplicar a los ministros más latosos de Podemos un ‘Aragonés-Puigneró’: el movimiento extremadamente audaz de Pere Aragonés destituyendo a Jordi Puigneró que, de momento, refuerza la posición de control de ERC en el tablero catalán y, gracias al PSOE y al PSC, también en el español. Pero Sánchez no es un hombre audaz. Sí es un político pertinaz. Tiene la pertinacia de la carcoma. Por eso su estrategia política es la de una letal carcoma que extiende su infección por todas y cada una de las vigas maestras de nuestro edificio institucional.

Si Sánchez fuera un político audaz, habría escuchado el doliente quejido de las feministas de toda la vida de su partido; habría oído el (de momento) susurro de pánico de los votantes (de todos los partidos) que quieren, por encima de todo, cuidar a sus hijos y nietos: proteger a los menores. 

Si fuera un hombre audaz le habría dicho un rotundo ¡NO! a la agenda woke con la que el indescriptible ministerio de Irene Montero intenta envolver su inicua agenda política. Él sabe que la ley trans puede llevarse por delante muchos votos y aún más afectos socialistas a poco que trascienda la enormidad del daño que esa moda-trans está causando en los niños y adolescentes de países que cayeron hace pocos años en las garras de ese espeluznante proyecto de ingeniería (y cirugía) hormonado-social.

¿Se imaginan? Miércoles, 5 de octubre, a media tarde. El teléfono de Carmen Calvo, exvicepresidenta y feminista-jefa de las socialistas, lleva días sin dejar de sonar. Son muchas las compañeras que recurren a ella para pedirle que medie, que haga algo, que intente que Pedro frene a «esas tipas» de Podemos que quieren «borrar a las mujeres». En mitad de una llamada, entra el aviso de un número ya casi olvidado. 

Es ÉL. Le atiende de inmediato. Comprueba cómo vuelve a ser capaz de exhibir con ella sus mejores artes, como si no la hubiera cesado casi sin avisar. Enseguida llega el encargo: «No vamos a avisar, Carmen, pero mañana tomas tú la palabra en nuestro turno, y dices lo que pensamos, sí, sí, sí, lo que pensamos tú y yo, y todos los socialistas. Somos progresistas y feministas, pero feministas de verdad. Yo ya estoy harto y no voy a aceptar que esas tipas de Podemos tiren por la borda nuestro trabajo de tantos años». 

Cuando cuelga, cree estar soñando. ¡También ÉL las llama «esas tipas»! Tumbarle a Irene Montero, en el Pleno del Congreso, un proyecto como ése es un golpe letal, insoportable para Podemos. Hacerlo en directo, y delante de toda España, es demasiado humillante como para que sigan en el Gobierno. Se le acumulan los interrogantes. ¿Lo sabrá Yolanda? Si lo supiera, se alegraría en silencio, pero quizá ella también tendría que romper. ¿Será ese debate trans que debe preparar en muy pocas horas la espoleta de unas elecciones anticipadas? Vuelve a mirar el tlf y a pensar que está soñando. ¡Pero si Pedro lo que más quería era asegurarse su exitosa presidencia europea en el segundo semestre del año próximo! Enseguida concluye: será que las encuestas no le van tan rematadamente mal como dice todo el mundo. 

«Son muchas las compañeras que recurren a Carmen Calvo para pedirle que intente que Pedro frene a «esas tipas» de Podemos que quieren «borrar a las mujeres»

Efectivamente, Carmen estaba soñando. La prueba que desbarató su ensueño llegó antes del fin de semana, una vez más desde Cataluña, con su compañero Salvador Illa en posición de muletilla con vocación de alfombrilla. Además, ni Pedro es audaz, ni -si lo fuera- se habría atrevido a tanto.

Si Sánchez fuera un político audaz, habría mirado la crisis en el Govern catalán con los ojos de quien eleva la apuesta, en lugar de exhibirse como báculo de los golpistas a los que indultó para que sean ellos quienes -generosamente- le sigan indultando su permanencia en La Moncloa… al precio de que sea él (¡ÉL!) quien cada poco haga público su obsequioso agradecimiento a sus propios indultados.

Para audacia en estos días la de Pere Aragonés: no sólo aguantó el envite de Junts a ERC, sino que subió la apuesta al cesar a Jordi Puigneró. El resultado es que hoy Junts está fuera del Govern catalán, un poco más roto (si cabe) y con sus cargos atemorizados por perder su puesto y su sustento. 

El resultado es también que hoy Salvador Illa, número uno de la lista más votada en las últimas elecciones catalanas, sólo quiere aspirar a ser la muletilla de aquellos a quienes prometió echar del gobierno de la Generalitat o, como mínimo, hacerles oposición. Ni una cosa ni la otra. Oriol Junqueras se ha permitido despreciar las ofertas del PSC para servir de trillada muletilla al separatismo de ERC porque sabe que lo único importante para Illa es servir a Sánchez -a ÉL, sí- de meritoria muletilla en su pertinaz propósito de mantenerse al frente del Gobierno… Y que arda Troya.

Definitivamente, Pedro Sánchez no es un hombre audaz. Sí es tan pertinaz como la carcoma. Hace unos días, escuché que Isabel Díaz Ayuso calificaba los modos de hacer política de Pedro Sánchez como “la estrategia de la carcoma”. El símil no puede ser más atinado. Sólo hay que repasar cómo ha ido horadando, desde la fullera moción de censura que le alzó con el poder, todos los pilares de nuestro sistema institucional para concluir que el mandato de Sánchez es el de la carcoma.

Los más bondadosos podrán pensar que es una carcoma sin propósito. Que se apoya en ERC -y apoya a ERC- como podría sostenerse, digamos, en el Pacma. Quizá sea más sensato concluir que es una carcoma con propósito, y que éste coincide con el que pretenden todos sus indultados: los del indulto explícito en el separatismo catalán, y los del indulto implícito, silencioso y a plazos entre los protegidos de Bildu. Los tres forman el auténtico tripartito que manda en España.

Tenga o no propósito, sea por estrategia deliberada o por infección fortuita, la carcoma sigue avanzando en sus estragos. De momento, con Illa de alfombrilla.

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