THE OBJECTIVE
Sonia Sierra

No es transfobia; es prudencia

«Hasta hace relativamente poco tiempo, la disforia de sexo afectaba a una parte ínfima de la población y, sin embargo, ahora podemos hablar de contagio social»

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No es transfobia; es prudencia

Un grupo de mujeres pertenecientes al Movimiento Feminista de Madrid protesta contra la ley trans | Marta Fernández (Europa Press)

Hace unos días, AMANDA hizo su presentación pública en la sede del Ilustre Colegio de Médicos de Madrid. AMANDA son las siglas de Agrupación de Madres de Adolescentes y Niñas con Disforia Acelerada, pero Amanda significa también «la que debe ser amada» y esto es lo que hacen estas madres: amar profundamente a sus hijas e intentar que no sometan sus cuerpos a mutilaciones ni a medicaciones que las conviertan enfermas crónicas pese a estar sanas.

Se trata de una asociación que agrupa a unas trescientas familias preocupadas porque sus hijos y, sobre todo, sus hijas, manifiestan disforia de inicio rápido, es decir, que pese a que jamás se habían sentido disconformes con su sexo, de repente, al llegar a la adolescencia manifiestan que son del sexo contrario. Hasta hace relativamente poco tiempo, la disforia de sexo afectaba a una parte ínfima de la población y, sin embargo, ahora podemos hablar de contagio social –en Gran Bretaña se produjo una subida del 4.000% en diez años y a partir de 2018 el aumento fue a nivel mundial- entre adolescentes que se autodiagnostican y que al acudir a los servicios médicos lo que se encuentran, gracias a unas leyes regionales calcadas las unas de las otras, son las llamadas «terapias afirmativas», es decir, llegan allí diciendo que son trans, el facultativo les da la razón y salen de la consulta con una receta de bloqueadores de la pubertad o de hormonas cruzadas bajo el brazo.

«Parece más que lógico que los padres de estos menores prefieran encontrar una alternativa, pero lejos de ser la respuesta normal se ha convertido en algo heroico»

Este tipo de medicación les puede suponer graves problemas de salud como enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, trombosis, daño hepático, atrofia vaginal, incapacidad de experimentar orgasmos e infertilidad. Además, muchas chicas usan binders, unas fajas que les aplastan los pechos y les acarrean problemas como dolor en el pecho, los hombros, la espalda y el abdomen y problemas en la piel como hinchazón, infecciones y cicatrices.

Así las cosas, parece más que lógico que los padres de estos menores prefieran encontrar una alternativa, pero lejos de ser la respuesta normal se ha convertido en algo heroico y por eso las madres de AMANDA han conseguido el apelativo de «leonas», ya que luchan como tales contra un sistema que las acusa de transfobia por el simple hecho de intentar proteger a sus criaturas de algo que ya está teniendo graves consecuencias en países pioneros en leyes trans como Reino Unido y Suecia que ahora se enfrentan con demandas por parte de los afectados. Eso sin contar que, Ley Rhodes mediante, se arriesgan a perder la custodia de sus hijos.

Para después de la presentación, AMANDA había convocado una manifestación frente al Reina Sofía a la que acudí. Una amiga me preguntó que por qué me manifestaba y le expliqué lo que significa la ideología queer, lo que implican las diferentes leyes que se sustentan en ella y las repercusiones que esto puede tener para niños y adolescentes. Mi amiga no se podía creer lo que le estaba contando y al final exclamó: «No doy crédito a que el Gobierno permita esto». «No es que lo permita, es que lo fomenta», le aclaré. Eso sí, intentando no hacer mucho ruido y tapando la aberración que supone la ley trans de Irene Montero con afirmaciones huecas como «los derechos trans son derechos humanos». Por eso han acelerado los trámites y han impedido que se pueda debatir, para que no llegue a la población lo que hay detrás de todo esto, porque la mayoría de la gente en cuanto lo conoce, lo rechaza. 

«Se cuestiona reiteradamente qué es una mujer y se hace todo lo posible para que desaparezca esta palabra»

Hay que agradecer la valentía de AMANDA, así como también el trabajo de psicólogos como Laura Redondo, José Errati y Marino Pérez, que se arriesgan a diario a cancelaciones por intentar sacar a la luz todas las barbaridades que están sucediendo con este tema. También merece una mención especial el trabajo infatigable de Contra el Borrado de las Mujeres, cuya cara más visible es la abogada Paula Fraga. Hasta ahora he hablado de las repercusiones sobre niños y adolescentes porque su protección es una cuestión fundamental, pero hay otra derivada terrible con la implantación de la ideología queer y es que supone una auténtica barra libre para la misoginia. De hecho, se cuestiona reiteradamente qué es una mujer -la Ministra de Igualdad, sin ir más lejos, es incapaz de responder a esta pregunta- y se hace todo lo posible para que desaparezca esta palabra y otras como «madre» y para que sean sustituidas por constructos infames como «persona menstruante», «persona gestante» o «persona lactante».

El lenguaje solo es el primer peldaño de este descenso a una distopía misógina. A continuación viene que las mujeres dejan de ocupar podios deportivos porque cualquier hombre que se declare trans, sin modificar ni un ápice de su cuerpo –fíjense que la palabra ‘transexual’ ha desaparecido y ha sido sustituida por «transgénero» o «trans»- y eso en lugares como Estados Unidos significa perder becas de estudio. También pueden quedarse sin su lugar en las listas electorales al ser ocupadas por hombres que, de repente, han visto la luz y han descubierto que son mujeres, pese a que nada de su biografía anterior se corresponda con la buena nueva. ¿Y qué decir de los puestos importantes? El diario USA Today ha nombrado a Rachel Levine como una de las mujeres del año, pese a que hasta hace diez años era un lustroso varón casado y con dos hijos.

«En el Reino Unido ya han anunciado que las personas con genitales masculinos no podrán ingresar en las cárceles de mujeres»

Pero lo más grave de estas leyes trans es que se ponen en riesgo la integridad física de las niñas y las mujeres. El simple hecho de autoidentificarte como mujer supone que se te considere mujer a todos los efectos y que puedas compartir los baños y los vestuarios femeninos con el riesgo que eso supone para nosotras: Primark, por ejemplo, decidió convertir los vestuarios en neutros y ahora son una categoría de vídeos pornos. Y el caso más tremendo de desprotección de las mujeres lo encontramos en las cárceles, donde se están produciendo agresiones sexuales y violaciones por parte de estas recientes mujeres con penes intactos que entran en ellas porque, de repente, su vida en prisión les ha hecho darse cuenta de que, en realidad, no son hombres. Tan grave es el tema que en el Reino Unido ya han anunciado que las personas con genitales masculinos no podrán ingresar en las cárceles de mujeres.

Desprotección de las mujeres, niños y jóvenes sanos convertidos en enfermos crónicos, mutilaciones de pechos sanos, brazos despellejados para crear simulacros de penes y mujeres violadas en lo que antes eran espacios seguros son motivos más que suficiente para replantearse tanto la ley trans nacional como las autonómicas. Y no, eso no es transfobia: es prudencia. 

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