Fallos en la leyenda rosa del PSOE
«Ahora quieren democratizar a los españoles con mala memoria. Lo que pasa es que los españoles podríamos democratizarnos solos, pero no sé si nos van a dejar»
Algunos tratan de arreglar nuestra memoria imponiendo una meta-religión, ideología o credo sustitutorio. Ciertos españoles no toleran que en España haya matices en la memoria colectiva, incluso desmienten que haya dos o tres memorias convivientes, quieren que su relato único sea impuesto como la verdad de los hechos y acaban fabricando una leyenda rosa. Los de la memoria única intentan borrar la memoria del Otro, porque la memoria del Otro introduce una sospecha en uno mismo. Puede destacar una excepción importante, un contraejemplo realmente poderoso, una contraprogramación cerebral, el caos. Dan ganas de asomarse al material, a los libros de Historia pese a que esto hoy pueda parecer un poco reaccionario. Por ejemplo, leyendo Madrid, de corte a checa, de Foxá, uno se entera (menudo shock) de que en Madrid o en Valencia persiguieron mucho a los aristócratas por el mero hecho de serlo. En Valencia se perseguía incluso a las señoritas, «hijas de títulos». Familias enteras habían sido exterminadas por tener títulos y muchos nunca se habían metido en política. Ahora, si uno lee las posibles sanciones que contempla esta Ley, lógicamente no se atreve a escribir las cosas que contaba Foxá, aquello de que «no eran marxistas, sino envidiosos».
Sabíamos que esto era una ley, pero no creíamos que fuese un tanque de guerra, y el BOE de la semana pasada parecía un revival de aquellas viejas envidias. Yo me imagino a los demócratas descorchando el champán mientras lee la retirada de 33 títulos nobiliarios concedidos entre 1948 y 1978. Primo de Rivera y Calvo Sotelo encabezan la lista, lo cual es un gran remate, del verbo re-matar. Habrá que decirles: queridos socialdemócratas, que estamos reviviendo otra vez la guerra de nuestros antepasados. Ahí está el tanque, apuntando a los que disienten de la ley oficial, pero a lo bestia, porque con esta ley se alarga y se estira el franquismo. Esto es, se pretende extender la sospecha de los crímenes franquistas hasta el 83. Ocho años después de que muriera el dictador. ¿Es mucho? Nada, lo justo para refrescar la memoria y hacer que la democracia coincida con la llegada del PSOE al poder. Estos chicos democratizaron el país en un par de meses, entre octubre de 1982 y enero del 83.
«Nada evita que un socialdemócrata de manual pueda ser borrado de nuestra memoria oficial»
Y ahora quieren democratizar a los españoles con mala memoria. Lo que pasa es que los españoles podríamos democratizarnos solos, pero no se si nos van a dejar. Los desmemoriados serán sancionados por pensar que hubo un tal Suárez, de un partido llamado UCD que trajinó con la democracia antes de tiempo. Y ese otro señor que le sucedió, un tal Leopoldo Calvo Sotelo. Leo que un tal Alfonso Guerra, sumo sacerdote del antiguo PSOE, no ha sido invitado al acto en el que los socialistas reivindican la primera victoria de Felipe González, seguramente por problemas de aforo. Nada evita que un socialdemócrata de manual, uno que ha dedicado toda su vida a la transición democrática pueda ser borrado de nuestra memoria oficial, y si uno es socialdemócrata y militante esto debe de ser bastante ofensivo. En resumen, creíamos que íbamos hacia la democratización de la memoria y hemos acabado, sin saber cómo, reviviendo las envidias contra los títulos y las grandezas de España, nuevas restricciones a la libertad de expresión y purgas a los artífices de la democracia. No tenemos arreglo.
Alfonso Guerra es ahora para la derecha un «artífice de la democracia». No hace tanto que para esa misma derecha (aunque no solo) era un delincuente, un corrupto, un demagogo marrullero y vividor, un reptil intrigante, un ignorante deslenguado y venenoso. Un vicepresidente que tuvo que dimitir acosado por los escándalos, el que enchufó a su hermano en Sevilla y a su novia en Roma, etc. Pero el tiempo pasa y la vista cambia. Ahora es un referente político, un modelo de servicio público (¿cuántos años de diputado? ¡treinta y siete! ¡vita bona!), casi un padre de la patria. Y todo porque este «socialdemócrata de manual» despotrica de Sánchez, que no le ha ofrecido ninguna bicoca especial, y porque ha envejecido mal y ya se siente más cerca del PP que del PSOE. Como Leguina y Corcuera, igual. Los tiempos nuevos han dejado a la intemperie lo mucho de rancio y reaccionario que había en algunos de los antiguos gerifaltes del PSOE.
¿Cómo reprochar hoy en día al PSOE que no sienta afecto por Guerra y que no le apetezca tenerlo cerca?
Yo estoy de acuerdo con usted en que Alfonso Guerra siempre fue un caradura con muy pocos escrúpulos. Y también creo que usted y yo estamos de acuerdo en que esos «muy pocos escrúpulos» de Alfonso Guerra son la causa de que el PSOE actual se quiera distanciar de él.
La diferencia entre usted y yo es que usted cree que el PSOE actual tiene «muchos escrúpulos» y por eso no quiere relacionarse con ese Alfonso Guerra de «muy pocos escrúpulos», pero yo creo que el PSOE actual tiene tan pocos escrúpulos que, por comparación, hasta una persona como Alfonso Guerra, con «muy pocos escrúpulos» le resulta demasiado escrupulosa.
Ahora bien, usted cree que el PSOE actual se distancia de Guerra
«Madrid de corte a checa» (1938) no es un libro de Historia, sino una novela ligera, escrita muy lejos de Madrid, en Salamanca, a base de habladurías, rumores y estereotipos toscos.
Atribuir a la envidia la persecución de los «aristócratas» es un juicio muy simplista.
Esa persecución fue el fruto de una larga historia de agravios de explotación laboral que el pueblo (especialmente en las zonas rurales) había acumulado en su memoria personal y en su tradición familiar y sindical. Pasó lo mismo que con el clero, casi siempre enemigo del pueblo llano. La sublevación de los militares facciosos abrió la caja de los truenos, y lo que permanecía contenido estalló furiosamente. Aquellos militares debieron preverlo, pero si lo hicieron no les importó, dieron por bueno el «sacrificio», o por inevitable o por necesario. A no ser que fueran tan ilusos que creyeran que se iban a imponer con solo sublevarse.
Ser «noble» no te condenaba automáticamente a la muerte. Valga como ejemplo Antonio de Hoyos y Vinent, marqués de Vinent, que militó en la FAI desde antes de la guerra. Cuando esta llegó (y estando en Madrid), nadie le tocó un pelo. Era del pueblo. Pero tampoco le costó la vida tener un título al propio Foxá, y eso que no faltó la ocasión. Se libró, sin ninguna necesidad de afiliarse a la FAI.
Quitar los títulos nobiliarios a unas personas que provocaron en España una guerra para implantar una tiranía durante décadas es una medida higiénica y edificante. La democracia no debe mantener «ennoblecidos» a quienes dedicaron sus fuerzas a destruirla y encima se aprovecharon personalmente de esa destrucción.
Es un magnífico ejemplo el que nos pone don/doña Asurbanipal: si eras noble, pero te habías afiliado a la FAI «desde antes de la guerra», entonces tenías muchas posibilidades de que no te dieran el paseillo y no violaran a tus hijas. ¡Y aún hay fascistas que se atreven a pensar que aquellos buenos milicianos no eran un compendio de humanidad y libertad! ¡Esto es información veraz, y no las cosas que cuenta Agustín de Foxa! Pero aclárenos una cosa, señor/señora Asurbanipal: ¿No nos dice usted mismo que Agustín de Foxá logró salir vivo de Madrid (aunque no estaría de más recordar que estuvo a punto de ser fusilado)? Entonces algo habría visto con sus propios ojos Agustín de Foxá de lo que pasaba en aquel Madrid republicano que usted tanto echa de menos, y no todo lo que cuenta en su novela «Madrid de Corte a Checa» será sin más –como usted asegura– «habladurías, rumores y estereotipos toscos».
Lo de usar los «agravios milenarios» de «los nobles» y del clero como disculpa para considerar cositas sin importancia los asesinatos y torturas de muchos miles de personas, de lo que habla es de su calidad moral, señor/señora Asurbanipal. Es, qué casualidad, exactamente el mismo argumento que se utiliza para justificar las matanzas de judíos (ya se sabe que el pobre pueblo llano no tiene la culpa de no poder diferenciar bien entre un usurero extorsionador y un pobre zapatero, y como todos son judíos pues es comprensible que proceda a exterminarlos a todos).
Lo de decir que las cosas sólo salieron de madre como consecuencia de la rebelión militar es invertir el orden de la cronología y de la causalidad. Ahora que las hemerotecas virtuales son de tan fácil consulta, puede usted leer los artículos que Josep Pla, Ortega y Gasset o Miguel de Unamuno escribieron antes del alzamiento militar, y comprobará que los incendios de iglesias habían empezado –y no como hechos aislados– desde el primerísimo momento de la proclamación de la República. Y permítame que le recuerde que dos años antes del levantamiento militar ya se había producido el sangriento intento de golpe de estado que habían organizado el PSOE , el PC, los anarquistas y los nacionalistas (y que ahora se recuerda como «Revolución de Asturias» con un nombre que pretende disimular el alcance del proyecto). La cronología, en fin, no es «golpe de estado fascista» primero y «comprensibles excesos de los buenos republicanos izquierdistas» después, sino «brutalidad, asesinatos e intento de golpe de estado» de los republicanos izquierdistas primero, y después «sublevación militar» de todos aquellos que, por no ser de izquierdas revolucionarias o por ser católicos o por tener tierras o por tener una hija que le había dado calabazas a un militante del PSOE veían que iban a ser exterminados en masa, según el modelo que en aquel mismo momento estaban aplicando en la Unión Soviética los patronos ideológicos del Frente Popular.
Por lo demás, no sé por qué una democracia tiene que ennoblecer o desennoblecer a nadie. Los títulos nobiliarios deberían ser una cuestión tan ajena al estado como el nombramiento de socios de honor de una sociedad filatélica: que los que se consideren nobles organicen sus asociaciones privadas con la correspondiente reserva del derecho de admisión, igual que los masones, los grupos religiosos o los colombófilos. Que el Estado se empeñe en decirnos qué tiene que ser recordado y qué olvidado es propio de un régimen totalitario, y que el Estado quiera decirnos quién es de sangre azul y quién un pobre villano resulta ridículo a estas alturas de la historia.
«Nada evita que un socialdemócrata de manual pueda ser borrado de nuestra memoria oficial»
Si, tiene razón, por ejemplo mi memoria ha producido un borrado deleble de socialdemocracia desde que gobierna el PSOE, y dudo mucho que se convierta en indeleble cuando gobierne el PP.