'Pax catalana' o el retorno del silencio
«Mientras el separatismo está construyendo un nuevo relato y nuevas estrategias, los que deberían velar por el orden constitucional juegan al cínico cortoplacismo»
Si algo caracterizó, sociológicamente hablando, a la sociedad catalana pre-desafío separatista, fue una especie de densa bruma en forma de espiral de silencio que condicionaba a todo aquél que estuviese en contra del mainstream creado por el nacionalismo pujolista y postpujolista. Este silencio sirvió de excusa y justificación para hacer creer que existía una especie de consenso entre una casi totalidad de la población catalana que aceptaba entusiásticamente los planes nacionalistas y esa visión teleológica de la realidad.
Curiosamente, bajo esa capa de invisibilidad se escondía una Cataluña que no aceptaba que nadie le obligase a elegir entre identidades, máxime cuando la lógica identitaria entre los catalanes es profundamente compleja y plural. Si me permiten un ejemplo personal, recuerdo que, después de la primera rueda de prensa de Societat Civil Catalana allá por 2014, un compañero de trabajo se me acercó al oído y me dijo en voz muy baja: «Yo opino como tú», lo cierto es que pensé «mira, hemos roto la espiral de silencio y, por ahora, nos conformamos con los susurros». Esta fue una de las bases sobre las que se construyó el programa de ingeniería social que tan honda y sutilmente impactó en la sociedad catalana: solo los que piensen como yo tienen derecho a decirlo públicamente.
Naturalmente, los hechos de octubre de 2017 cambiaron todo, pero cabría preguntarse si la política llevada a cabo por el Gobierno de Pedro Sánchez, la de la llamada «desinflamación», es la adecuada. En realidad, tengo la sensación de estar en una especie de drôle de guerre, todo el mundo sabe que algo pasará en el futuro, una parte se está rearmando y reacondicionando sus estrategias y, la otra parte, se conforma con las migajas de los apoyos parlamentarios. Estamos ante una situación confusa y endiablada; mientras el separatismo está construyendo un nuevo relato y reconstruyendo sus estrategias a medio y largo plazo, los que deberían velar por el orden constitucional juegan al cínico cortoplacismo.
«¿Si Sánchez no necesitase los apoyos parlamentarios de ERC, hubiese planteado la misma estrategia frente al separatismo?»
Soy muy seguidor del antropólogo Clifford Geertz y su «descripción densa». Ello me empuja a intentar comprender la realidad desde una mirada contextual que no solo se quede en la descripción o cuantificación de los fenómenos. Por ello, creo fundamental responder a la siguiente pregunta antes de resolver la idoneidad o no de este tipo de «desinflamación». La cuestión inicial sería: ¿si el Gobierno de Sánchez no necesitase los apoyos parlamentarios de ERC, hubiese planteado la misma estrategia frente al separatismo catalán? Evidentemente, la respuesta más probable es que no, y es ‘no’ porque estamos ante una concepción populista de la política que antepone la permanencia en el poder por encima de cualquier postulado moral o ético…
Si seguimos desgranando la estrategia sanchista para Cataluña, vemos que solo hay una lógica: la cesión continua a cambio de paz social. Claro está que, cuando Junqueras relee esta ecuación, sabe que ofrece paz social a cambio de tiempo. Tiempo imprescindible para recomponer filas, para reactivar el relato victimista, para profundizar en su telaraña internacional, para establecer auténticas «estructuras de Estado» (principalmente digitales). Es un juego muy peligroso el activado por nuestro Gobierno, cedes todo y solo consigues rédito parlamentario y, tangencialmente, rédito electoral en Cataluña. Tengo la sensación de que los republicanos han aprendido algo muy peligroso como es la paciencia estratégica, y la historia ha demostrado que en un juego en el que uno de los actores tiene paciencia estratégica y el otro solo activa estrategias cortoplacistas, el segundo siempre pierde.
Pero ¿qué efectos negativos -más allá de lo estratégico- tiene este tipo de políticas? ¿Qué externalidades negativas podríamos observar? Hemos de contar con que, en Cataluña, siguen sintiéndose los síntomas polarizadores e identitaristas del plan de ingeniería social nacionalista. El escenario sigue, por tanto, muy contaminado en cuestiones de convivencia y cultura democrática. Sobre este tipo de sustrato sociológico y poso narrativo nacionalista, lo realmente importante es la competición en la explicación de lo sucedido en las postrimerías del año 2017. Esto es así porque la explicación dotará de legitimidad ética a aquel actor que logre imprimir este relato en el grueso de la población catalana.
«Se ha cedido la creación del relato a aquellos que protagonizaron el golpe de Estado»
Pues bien, lamentablemente, una de esas externalidades negativas de las políticas desinflamatorias del Gobierno Sánchez es que, precisamente, se ha cedido la creación del relato a aquellos que protagonizaron el golpe de Estado. Pero aún más preocupantes son los mensajes que se están dando desde el Gobierno con temas como los indultos, la reforma del delito de sedición, el repliegue de los servicios de información de Cataluña, la cesión narrativa ante la exclusión de la lengua castellana de las escuelas catalanas y así multitud de ejemplos más. Mensajes implícitos que dicen a la población: en verdad, no hicieron nada malo, quien no lo hizo bien fue el Gobierno de la nación…
Imagino que habrá muchos que estarán tranquilos ante esta especie de Pax catalana (sobre todo en el Madrid que añora a Pujol y cree que Junqueras puede llegar a suplirlo), pero dicha paz solo está sustentada en una cesión estratégica, es un facilitador de recomposición separatista. En este juego quienes perderán ya no serán solo los de siempre, los catalanes constitucionalistas; en el próximo desafío que vendrá los afectados serán todos los ciudadanos de nuestro país, que verán cómo vuelven a tambalearse con más intensidad todas las instituciones que sustentan a nuestra democracia. Hay muchos interesados en que esto pase, dentro y fuera de Cataluña.