THE OBJECTIVE
César Calderón

Inermes

«Los más listos de la clase ya saben que si quieren transformar una democracia sólida en un régimen autoritario, no les basta con ganar unas elecciones»

Opinión
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Inermes

Giorgia Meloni. | TO

Tras la caída del muro de Berlín y el fin de la historia anunciado por Fukuyama y que nunca fue tal, el mundo ha asistido a la eclosión de diversos regímenes que si bien mantenían formalmente cierta apariencia democrática, algunos de ellos incluso con la celebración de votaciones -que no elecciones, porque no son ni libres ni competitivas- en realidad escondían bajo esos ropajes una naturaleza iliberal que aunaba lo más perverso del autoritarismo político y lo más salvaje del capitalismo económico.

Unos regímenes que durante largo tiempo fueron presentados como más fuertes y eficientes que las ‘débiles’ democracias liberales occidentales, ya que podían ejecutar medidas sociales, económicas y políticas extremas – desde hasta someter a su población aislamientos masivos en caso de pandemias a iniciar guerras- que los ‘débiles’ países democráticos, condicionados por sus mecanismos institucionales de check & balance y por una opinión pública libremente expresada en medios de comunicación sin control estatal simplemente no podían hacer.

«Estos aprendices de brujo se han encontrado con que las democracias liberales no eran tan débiles ni tan inermes como ellos creían»

Algo que en un tiempo de crisis sucesivas e intercaladas como el que estamos viviendo, ha hecho que una parte de la ciudadanía, presa del miedo y convencida de que la eficiencia de las soluciones ‘fáciles y rápidas’ del nacionalpopulismo autoritario era mayor que la lentitud y el garantismo de las democracias liberales, haya optado por otorgar su confianza a los delegados nacionales de esta nueva internacional nacionalpopulista en sus países, haciendo incluso que muchos de ellos hayan llegado a ganar elecciones nacionales subidos a esa ola reaccionaria.

Lo que sucede es que estos aprendices de brujo, incluso los que han logrado ganar procesos electorales, se han encontrado con que las democracias liberales no eran tan débiles ni tan inermes como ellos creían ya que contaban con blindajes legales, institucionales, políticos, económicos y sociales imposibles de ser demolidos en el corto y medio plazo sin provocar avalanchas sociales que dieran con sus huesos de nuevo en las tinieblas exteriores del sistema, algo que ya han experimentado en carne propia personajes como Trump o Bolsonaro o incluso todos los abanderados del Brexit británico.

Por eso, los más listos de la clase ya saben que si quieren transformar una democracia sólida en un régimen autoritario, no les basta con ganar unas elecciones, ni dos, ni tres, sino que además deben acometer un lento proceso de demolición del entramado jurídico e institucional que constituye el blindaje de la democracia, acabando con la división de poderes y controlando tanto la opinión pública como la libertad de los mercados.

Algo que sin duda se les presupone a personajes como Orban, Erdogán o Meloni, ya que desarmar a sus democracias subvirtiendo los andamiajes jurídico-institucionales de sus países formaba parte de su programa electoral, pero que sorprende -bueno, debería sorprender- cuando este ataque proviene de partidos supuestamente de estado como es el partido de Pedro Sánchez – me sigo resistiendo a llamarlo PSOE, el PSOE era otra cosa-, cuya eliminación del delito de sedición supone de hecho el ataque más irresponsable cometido a nuestra armadura constitucional desde la promulgación de la misma.

Y no solo porque deje a nuestra democracia inerme al abaratar cualquier intentona independentista de la bulliciosa troupe de los puigdemones, que también, sino porque prácticamente despenaliza cualquier intento de subversión de nuestra sistema democrático.

Y cuando digo cualquiera, es cualquiera.

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