THE OBJECTIVE
Daniel Capó

¿Puede la inflación cambiar la orientación de la política?

«¿Cuál es la magnitud de la crisis hacia la que nos dirigimos? Esta es la cuestión que habrá que despejar en los próximos meses, antes de las elecciones»

Opinión
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¿Puede la inflación cambiar la orientación de la política?

Ilustración. | Erich Gordon.

Esta es la tesis que ha defendido recientemente el historiador de la Economía Brad DeLong en el podcast de Ezra Klein para The New York Times: si las décadas que siguieron la posguerra se caracterizaron en América –y en buena parte de Europa– por un marcado sello socialdemócrata, fue la hiperinflación de los años 70 la que condujo al triunfo ideológico de lo que aquí denominamos neoliberalismo. Para DeLong, la droga dura que impuso el gobernador de la FED, Paul Volcker, con una subida masiva de tipos explicaría precisamente la mutación en la mentalidad de la sociedad americana, en el sentido de que los gobiernos socialdemócratas gestionan mal la economía y de que son –o han sido– incapaces de proteger los ahorros de la ciudadanía. Y que, por tanto, era preciso dar un paso a la derecha.

Esta lectura planteada por DeLong, que añade una mirada crítica hacia los conservadores y una cierta nostalgia de los planteamientos keynesianos, resultaría interesante trasladarla a la cultura española, donde tienen cabida algunas intuiciones similares. Así, en nuestro imaginario colectivo actúa el siguiente prejuicio, a saber: que el PP maneja mejor la economía que el PSOE. Esa fue, al menos, la experiencia que tuvimos con Aznar –frente a los números rojos heredados de Felipe González– y con Rajoy –frente a la segunda legislatura de Zapatero–, ya sucediera gracias a los populares o sencillamente debido a un cambio de ciclo. De hecho, la economía es el único campo donde el electorado español prefiere la derecha antes que la izquierda. Y ha sido sólo en periodos de fuerte crisis económica que el PP ha logrado desplazar del poder al PSOE; mientras que los socialistas sí que han llegado a la Moncloa en tiempos de relativa bonanza.

«El desgaste para el Gobierno será equivalente al daño real que sufran los ciudadanos en sus bolsillos»

¿Anuncia el incremento de la inflación una eventual victoria de Núñez Feijóo en las próximas elecciones generales? O, dicho de otro modo, ¿cuál es la magnitud de la crisis que se avecina? ¿Supondrá un cambio de orientación política en el país? Lo ignoro. Pero hay un factor diferencial a tener en cuenta: el desgaste para el Gobierno será equivalente al daño real que sufran los ciudadanos en sus bolsillos. Y el elemento nuevo aquí es una continua expansión presupuestaria, estimulada por Bruselas, que llega directamente a la cuenta bancaria del votante en forma de subidas de salarios, pensiones, bonos, subvenciones, ayudas o becas. Mientras no vuelvan las exigencias de equilibrio presupuestario, la erosión en el ánimo del ciudadano será sólo paulatina. Para algunos, se trata de una forma de ganar tiempo hasta que el ciclo inflacionario cambie y regrese la deflación. Para otros, sin embargo, lo que se logra con esta política es cebar un problema mayor. En gran medida porque una porción muy pequeña de este gasto se orienta hacia una mejora futura de la productividad. En la actual coyuntura, cabe preguntarse cuánto hay de auténtica socialdemocracia y cuánto de cortoplacismo táctico en lo que puede ser una peligrosa política estructural. Quizás DeLong tenga así razón, aunque en una dirección distinta a la que él supone. Al menos, en España.

El destino inmediato de nuestro país se dirimirá en el bolsillo de los ciudadanos: si hay trabajo o no, si suben los sueldos o permanecen congelados, si la inflación corroe el ahorro y dispara el paro o la economía vira hacia un mayor optimismo, si los tipos de interés lastiman las hipotecas y la financiación de las empresas, etc., etc. ¿Cuál es la magnitud de la crisis hacia la que nos dirigimos? Esta es la cuestión fundamental que habrá que despejar en estos próximos meses, antes de que lleguen las elecciones –primero autonómicas y después generales– y sepamos cuál de los dos –Núñez Feijóo o Pedro Sánchez– ocupará la Moncloa.

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