Muchas gracias
«A partir de ahora podremos incitar a dar golpes de Estado que solo se considerarán ‘desórdenes’ sin sufrir el menor percance, ni físico ni económico»
A veces exageramos la crítica al poder constituido, quizás por el recuerdo de cuando la honradez moral consistía en pedir cuentas al Gobierno y a los poderosos en general. Eso ha cambiado. Ahora el Gobierno da de manotazos a las moscas que le critican, así que debemos ser lo más justos posibles. Hoy quiero mostrar algunas ventajas que deberemos para siempre al Gobierno progresista. No todo ha sido horror, ruina y miseria moral. También han tenido sus aciertos. Algunos están en marcha, pero falta poco para su aprobación.
Por ejemplo, a partir de ahora podremos incitar a dar golpes de Estado que solo se considerarán «desórdenes» y los provocaremos sin sufrir el menor percance, ni físico ni económico. Eso sí, siempre que lo hagamos con retórica progresista. ¡Qué diferencia con el golpe de Estado del 23F y la condena a todas luces tosca y poco sostenible del coronel Tejero! Ahora ya podemos empezar a pedir la independencia de Barcelona.
También podemos prevaricar y darle mucho dinero, aunque no sea nuestro, a quien nos dé la gana, siempre que se trate de alguien tan progresista como nosotros. Y lo podremos hacer sin que nos puedan castigar, multar, encerrar o incluso criticar. Y, sobre todo, nunca deberemos devolver lo birlado. Esto último es lo esencial.
Más de lo mismo: ya es posible robar directamente al Estado si ese dinero lo gastamos en financiar a las asociaciones y partidos progresistas. Habrá que ir con mucho ojo para que no se nos cuele algún billete en el bolsillo, eso sí que no, y que todo vaya a parar a manos y bolsillos de los amigos progresistas de los pueblos y provincias, o al partido titular del progresismo.
Una ventaja enorme de los últimos meses ha sido otra de las leyes sexuales progresistas que ha traído como resultado la rebaja de las penas de agresores y violadores. Es de suponer que también se rebajarán las penas a las agresoras y a las ladronas de niños, pero a ver quién es el guapo que tira la primera piedra. De momento, sin embargo, decenas de violadores y agresores están felices gracias a las señoritas progresistas.
«Somos un país de carteristas, pero, eso sí, del progreso»
Tampoco debemos olvidar que, gracias a la excelente labor de las ministras de Economía, Hacienda, Trabajo y otros menesteres, la vida se ha encarecido de un modo tan brutal que nadie puede ya vivir de lo que gana. No es fácil ni siquiera comer (lo que facilita enormemente la labor del ministro de Consumo) y con un poco de suerte nos van a retirar los miles de millones que habían prometido los europeos porque no ven claro cómo se está gastando ese dinero. Lo cual es maravilloso: por fin nos ponen en nuestro sitio, somos un país de carteristas, pero, eso sí, del progreso. Nada que ver con los estirados protestantes.
Más ventajas. En cualquier momento podemos elegir ser hombre, mujer o ambas cosas, con lo que los auténticamente afectados por el problema se ven diluidos en una masa de gente que ejerce su libertad o su gusto o su placer cambiando de sexo exprés y con todo pagado. Este es tan solo el primer paso. El siguiente será poder elegir ser vasco, catalán o ambas cosas al tiempo sin pedir permiso a los padres. Y, aunque será un poco más difícil de conseguir por presiones del machismo, si alguien desea (pero mucho, eh, mucho) ser noruego, también podrá serlo.
Y ya por ir terminando, nuestros hijos y nietos alcanzarán el mismo grado de analfabetismo que nuestro Gobierno desde que la Ley Celaá y otras del mismo cariz permiten hacer el bachillerato suspendiéndolo todo una y otra vez, porque el suspenso ya no se llama así. Gracias a los progresistas, esa calificación reaccionaria y machista, ha dejado de existir. Hay ahora en estudio una máquina en la que, echándole un euro, te sale el título de Bachillerato, o como se llame. La pondrán en los bares, discotecas, estaciones de transportes y urinarios.