De Frankenstein al Frente Franko
«Pocas veces una opción política ha sido tan dependiente de agitar sin desmayo la memoria de un dictador olvidado»
La noche más triste fue también banal. Mientras el 24 de noviembre daba paso al 25, se votó borrar delitos atendiendo al mandato de los delincuentes. Por mayoría en el Congreso, se enmendó la plana al Tribunal Supremo, dejando su prerrogativa de dictar sentencias que todos acatan como otra antigualla del pasado. Se empezó a reescribir la reciente Historia de la democracia española para borrar la intentona golpista de otoño de 2017, rebajada a la condición de simple alerta histérica de la siempre reaccionaria derecha española. Se dejó inerme a la nación constitucional ante sus agresores más cercanos y probables. Se decidió eliminar, incluso, el poder weberiano del Estado moderno como único legitimado al uso de la fuerza, para traspasar esa legitimidad a quien, en cada momento, pueda convenir a la coalición gobernante. Y todo eso se hizo con la insuperable ‘épica’ de citar la más manida gracieta de Groucho Marx. «Si no le gustan mis principios, tengo otros», proclamó el diputado socialista encargado de la solemne alocución. El hombre aún se superó: concluyó su histórico parlamento citando al inigualable Patxi López.
La noche más triste fue también cegadora. Estuvo precedida de tal cantidad de excesos que, pasada la medianoche, tomó el tono y la forma de una fugaz pesadilla. El conocido método de la torrentera se había aplicado a conciencia, con lluvia milmillonaria para los antaño sediciosos con el dinero de todos los españoles; con nuevos impuestos que terminarán por declararse inconstitucionales, pero que sirven como aviso cristalino sobre quién manda aquí; con expulsión de la Guardia Civil de Navarra, como desde antaño soñaron los etarras; con invención de nuevas violencias mientras violentos agresores sexuales van saliendo de la cárcel por obra y gracia de una ministra auto-victimizada… ¿Una fugaz pesadilla? No. Se estaba institucionalizando otra mentira. Porque es rotundamente falso que haya ninguna homologación con ningún país europeo en la supresión del delito de sedición. Los delitos que protegen a los países de los ataques a su Constitución tienen diversas denominaciones, pero en ninguno se suprimen para equipararlos a algaradas callejeras. Y menos aún se anulan para borrar sentencias condenatorias por una intentona de golpismo posmoderno.
La noche más triste fue también esclarecedora. Frankenstein se exhibió sin tapujos en la probable convicción de que ya ha dejado de dar miedo. Y, si no da miedo, no hace falta negar lo obvio. Ni el «con Bildu no vamos a pactar», ni las noches de insomnio podemita, ni la negación de acuerdos con los independentistas condenados por una sedición que deja de existir. ¡Caretas fuera! Los 187 de la sedición son todos impecables demócratas. Pacíficos y pacifistas, además. Los violentos y antidemócratas son los 155 que votaron ‘no’.
«La noche más triste fue también esclarecedora. Frankenstein se exhibió sin tapujos en la probable convicción de que ya ha dejado de dar miedo»
De Frankenstein hemos pasado al Frente Franko. No es novedad, pero en la noche más triste que ha vivido en décadas el Congreso de los Diputados, Frankenstein tomó el camino que había previsto quien lo bautizó. Echen atrás la moviola hasta 2016 para volver a escuchar esto de Alfredo Pérez Rubalcaba: «El argumento lo conozco. Vamos a sentarnos con ellos y acabarán siendo buenos. Pero, oiga, cabe la posibilidad de sentarse con ellos y acabar siendo malos». Se sentaron tanto con ellos, tan a menudo y tan cerca que «acabaron siendo malos». Igual de malos.
El Frente Franko que se presentó en sociedad en la noche más triste del Congreso es Franko por su franqueza y también por su franquismo. Su franqueza se vio con la ‘performance’ de los diputados socialistas, puestos en pie, «juntos y sin fisuras», como un solo hombre, para votar al unísono a favor de la supresión del delito de sedición. Sus socios del Frente aplaudieron tan corajudo gesto. Su franquismo es recurrente. Pocas veces una opción política ha sido tan dependiente de agitar sin desmayo la memoria de un dictador olvidado.
El Frente Franko (el FrenFran) competirá en las distintas elecciones que llenarán la agenda política de 2023 con diferentes marcas, pero unidad de propósito. Es una sociedad de socorros mutuos para mantenerse en el poder. ¿Con qué propósito? El poder, en sí mismo, es un propósito. Es el más relevante para Pedro Sánchez, sea él o no «el líder de la banda» que pronosticó Albert Rivera en 2019 como epitafio a su rutilante carrera política. Y «la banda tiene un plan». Un triste plan que avanza con su FrenFran. Parar el plan, y revertirlo, será una tarea hercúlea. Muchos españoles la confiarán a Alberto Núñez Feijóo. Por ponerlo fácil, no será su única tarea. Sí la más ardua.