THE OBJECTIVE
Pilar Marcos

El presidente que pasó a la histeria

«El apalancamiento es la cualidad diferencial de Pedro Sánchez sobre cualquier otro dirigente político de nuestra (aún breve) historia democrática»

Opinión
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El presidente que pasó a la histeria

Pedro Sánchez. | EFE

Le entendimos mal. No era «pasar a la historia» sino ‘pasar a la histeria’. Era construir su propia historia azuzando desesperadamente la histeria (colectiva). En eso estamos, y con un éxito nada despreciable para el ‘azuzador de la histeria’. 

La pomposa afirmación del líder reclama un poco de memoria reciente: «Una de las cosas por las que pasaré a la historia es por haber exhumado al dictador de un gran monumento como el que construyó en el Valle de los Caídos». No de Cuelgamuros, no: del Valle de los Caídos, que debía de llamarse ya así, según la frágil memoria del hombre que nos cuenta cómo él pasará a la historia. 

Una memoria algo menos frágil permite recordar que aquella exhumación fue un acto electoral. Fue el acto central de la campaña de Pedro Sánchez para las elecciones de noviembre de 2019. Fue un acto excepcionalmente vistoso, con su helicóptero saliendo del «gran monumento» (sic) y su retransmisión en directo prolijamente seguida en todas las televisiones y comentada en todos los medios de comunicación. 

Pero la eficacia de las campañas electorales (con todos sus actos) se mide en las urnas. No hay que ser adivino para colegir que aquel acto central de «haber exhumado al dictador de un gran monumento que se construyó…» debió pretender aglutinar en torno a Sánchez el voto de esa izquierda aún sensible a las revanchas contra quien dejaron morir de viejo hace casi medio siglo. Es decir, aglutinarlo en torno a Pedro Sánchez en detrimento de Pablo Iglesias, entonces rutilante líder de Podemos.

Si el propósito era restar apoyo electoral a Iglesias, el acto central de campaña con la exhumación sí cumplió su objetivo. Podemos continuó su declinación de votos y escaños, desde su máximo de 2016 (nada menos que 71 diputados). Perdió siete puestos de abril a noviembre (de 42 a 35). Pero restar es más fácil que sumar, como destruir es mucho más sencillo que construir, y la resta no se tradujo en ninguna suma para el PSOE, que también perdió votos y escaños: de 123 a 120 diputados. Pero con la coalición de esas dos derrotas, Sánchez sí demostró su principal habilidad: por segunda vez en su historia apalancó su derrota para transformarla en su victoria juntándose hasta con lo indecible e impensable (aquel entrañable «con Bildu no vamos a pactar», ¿se acuerdan?). 

El apalancamiento es la cualidad diferencial de Pedro Sánchez sobre cualquier otro dirigente político de nuestra (aún breve) historia democrática: su capacidad, y determinación, por apalancar sus resultados, por mediocres que sean, para transformarlos en mayoría de poder (poco importa cómo se gobierne).

«Para que ese apalancamiento sea posible es clave instalarnos en la histeria colectiva que la acción de su Gobierno ha acelerado a la vuelta del verano»

Lo hizo en mayo de 2018 con solo 85 diputados, frente a los 137 que entonces tenía Mariano Rajoy. Volvió a hacerlo con 120 en noviembre de 2019, cuando la coalición con Podemos en abril habría sido de 165, que es bastante más holgada que 155. Y quiere volver a hacerlo después de las próximas elecciones, las convoque cuando las convoque. Para que ese apalancamiento sea posible es clave instalarnos en la histeria colectiva que la acción de su Gobierno ha acelerado a la vuelta del verano. Por seguir la definición de la Real Academia, es imprescindible la excitación constante que anima comportamientos irracionales de amplios grupos humanos. En esa aceleración vivimos. 

A modo de ejemplo, y solo como ejemplos:

Hemos votado leyes que se proclaman histéricamente implacables contra los agresores sexuales pero que, en realidad, rebajan sus condenas. Al quedar acreditado el dislate, le hemos sumado la histeria de tildar de «defensores de la cultura de la violación» a quienes osan señalar el despropósito. 

Estamos en la histeria de provocar a niñas y adolescentes (principalmente) daños irreparables para su vida y su salud que ni la colza llegó a causar, con el terrorífico añadido de que serán promovidos por el Gobierno con una ley que se va a aprobar a toda velocidad sin siquiera dar voz a los expertos que alertan del estropicio. ¡No te atrevas a saber! Le añadiremos la histeria de tildar de tránsfobo a todo el que alce la voz

Conmemoramos el 44º aniversario de la Constitución de 1978 con la histérica decisión de «anular, borrar, pulverizar» el delito de atentar contra ella porque así lo mandatan los condenados, precisamente, por ese delito de sedición. El apalancamiento tiene sus costes: hay que atender las exigencias de tus apalancados. Y lo hacemos histéricamente rápido: todo tiene que estar listo antes de fin de año. 

En medio de la histeria, un detalle casi histórico. Es bien conocido que el exhumado por el gran exhumador presumía de «no meterse en política». Eso alentó hasta una hilarante película en la que el exhumado podía entretener sus días yéndose a pescar mientras un doble se ocupaba de las tediosas tareas propias de su cargo. 

El gran exhumador no necesita ni doble. La tarde del jueves, mientras el Congreso votaba el segundo acto de la histérica, e histórica, decisión de borrar el delito de sedición del Código Penal español, el gran exhumador se fotografiaba de visita en Doñana, uno de sus lugares predilectos de vacaciones. Su habilidad para el apalancamiento le daba votos sobrados en el Congreso. ¡Para qué perder el tiempo en el escaño! Mejor exhibirse, en toda su pedridad, atendiendo explicaciones sobre el terreno del parque natural. 

Tan histéricas exhibiciones sí pasarán a la historia.

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