THE OBJECTIVE
Juan Antonio Ruiz Castillo

Así no, Pedro

El veterano socialista Juan Antonio Ruiz Castillo, diputado en la Asamblea de Madrid entre 1987 y 2011, analiza los últimos pasos de Sánchez

Opinión
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Así no, Pedro

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | EFE

Se acercan unas elecciones municipales y autonómicas cuyos resultados serán un preludio bastante aproximado de lo que después ocurra en las generales. A diferencia de otras elecciones, tendrán algo en común y es su carácter plebiscitario: seguir por la actual senda marcada a diario por un gobierno de coalición a la gresca permanentemente, pero unido por el poder y todo lo que conlleva, y además entregado a los nacionalismos radicales vasco y catalán, históricamente sediciosos y traidores al Estado Español,  o decir «así no, Pedro».

Para muchos ciudadanos, algunos de ellos socialistas, hay dos situaciones (entre otras) que preocupan y generan una gran indignación. Más si se producen con un gobierno de mayoría socialista. La primera es el constante desafío al Estado español por parte de nacionalistas catalanes y vascos. Sediciosos y malversadores, los primeros, e incapaces de condenar a los asesinos de ETA y ayudar a esclarecer más de 300 asesinatos de los terroristas, pero sí hábiles en lograr expulsar de «sus» territorios a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, los otros. Y la segunda cuestión que preocupa, en efecto, atañe a la situación institucional y los continuos ataques a la Constitución.

Respecto a la primera, es imposible achacar a la ignorancia que desde 1705 (Pacto de Génova) las élites y burguesía catalana han mostrado su intención de romper con el Estado español (pero no a renunciar a prebendas y dinero público). Un mínimo recorrido histórico lo demuestra: nada más proclamarse la Primera República, y siendo ministro de Gobernación Francisco Pi y Margall, la Diputación de Barcelona proclamó en dos ocasiones la independencia de España. Más sangrante fue que tras la firma del Pacto de San Sebastián en agosto de 1930 (prolegómenos de la Segunda República) y bajo la promesa de autogobierno para Cataluña, Companys proclamara el 14 de abril de 1931 la república catalana en la república española, y que Macià, auténtico inspirador del independentismo y líder de ERC, le corrigió ese mismo día anunciando el Estat Català. Solo la actuación del General Batet (luego asesinado por los franquistas) y sus tropas devolvieron Cataluña al orden Constitucional. 

«Veremos abrirse camino a un referéndum pactado cuyo resultado será leído por los independentistas catalanes como la creación del Estat Catalá»

Así hasta ahora, con el Gobierno que llama «disturbios» a los hechos del procés. «Disturbios» que, por cierto, son una mentira necesaria para indultar a un grupo de sediciosos, vulnerando los reglamentos internos del PSOE al haber sido condenados también por malversación, y  para eliminar el delito de sedición (una amnistía en toda regla), falseando su homologación con el resto de países europeos. Y lo más grave. Pronto se cambiará la tipificación del delito de malversación (aplicando técnicas «quirúrgicas» en palabras de Rufián). Es decir, solo para los sediciosos catalanes. Y lo peor, veremos abrirse camino a un referéndum pactado cuyo resultado será leído por los independentistas catalanes como la creación del Estat Catalá.

Respecto al País Vasco, a poco que los socios preferentes del Gobierno (EH Bildu) aprieten un poco más, no necesitarán nada de lo anterior. Ya tienen al Gobierno si quiere seguir siéndolo, Otegi dixit. Qué pesadilla cuando nos acordamos las palabras de Sánchez, del «yo nunca pactaré con Bildu, cuantas veces quiere que se lo repita?». Mientras las víctimas de ETA viendo cómo los asesinos de sus familiares son recibidos con honor y fiestas en los pueblos donde asesinaron a sangre fría.

En relación a la segunda cuestión, nuestra Constitución establece que las instituciones, si son independientes, deben ser las garantes del cumplimiento de la misma por parte de todos. Pero asistimos hoy al reparto clientelar de chiringuitos por el Gobierno, desde Paradores Nacionales hasta el Hipódromo de la zarzuela. Y lo alarmante es que esas instituciones, como el Tribunal Constitucional, CGPJ, la Fiscalía General, el Tribunal de Cuentas, el Consejo de Estado, el INE, RTVE, están siendo despreciadas, cuando no colonizadas y entregadas para que el Gobierno pague sus favores cuanto menos cuestionables. Que un exministro de Justicia, autor material de los indultos a los sediciosos catalanes condenados por el Tribunal Supremo, forme parte del Tribunal Constitucional a propuesta del Gobierno es algo que, aparte de dejar al Supremo a los pies de los caballos, algunos socialistas no podíamos imaginar.

Asistimos a un constante ataque a nuestra Constitución del 78, que fue sin duda una gran victoria para la izquierda española. Véanse las manifestaciones a favor de la independencia del País Vasco y contra la Constitución Española anunciadas por Otegi. Y mientras tanto, este gobierno, que desprecia los informes de algunas de las instituciones antes citadas y no sabe rectificar, permite que decenas de violadores y agresores sexuales se beneficien de sus leyes para escarnio de la sociedad y, sobre todo, de sus víctimas, a las que dicen tanto defender.

No deja, además, de causarme asombro, tristeza e indignación la expulsión del PSOE de Joaquín Leguina, compañero y amigo. Alguien que fue respetado en  momentos difíciles los que pasó el partido y único presidente socialista de Madrid. Aprovecho estas líneas para mostrar mi solidaridad con Joaquín, haciendo mías sus reflexiones. Algún día, deseo que pronto, otro presidente y el PSOE que tenía como prioridad el interés general todos los españoles y que hizo de España un gran país, gracias a socialistas como Joaquín Leguina, reconozca la injusticia de su expulsión.

Sí, es oportuno que aquellos socialistas históricos o no, que creemos que el PSOE debe ser un partido que vertebre la sociedad española y garantice el principio de igualdad entre todos los españoles, roto en mil pedazos hoy, utilicemos todos los medios a nuestro alcance, y, siempre desde la lealtad a nuestro partido, mucho más grande que un Gobierno de coalición, digamos ¡Así no!

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