THE OBJECTIVE
Teodoro León Gross

La lealtad en un PSOE 'esquerrizado'

«El sanchismo se ha caracterizado por una administración del poder orgánico completamente hostil a la pluralidad interna: o conmigo o contra mí»

Opinión
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La lealtad en un PSOE ‘esquerrizado’

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

Dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición. Lo que sucede en el Partido Socialista viene a ser una proyección de la lógica popular sintetizada en el refranero: desde su colchón de Moncloa, que él mismo convirtió en símbolo del poder, Sánchez ha llevado al PSOE a la frankensteinización que temía Rubalcaba a golpe de encamarse con Podemos, Esquerra y Bildu sin insomnio alguno. Los argumentos para cuestionar la reacción al recurso ante el Tribunal Constitucional son miméticos con los indepes en 2017: no hay más soberanía que el Parlament y los jueces fachas del Estado español no van a detener la voz de la democracia. Qué cosas. No por casualidad, Arrimadas dijo ayer en el Congreso: «Señora Batet, como le dije a la señora Forcadell en 2017, no permita esto». La nomenclatura socialista parecía ayer una extensión puigdemoníaca ante el recurso en el TC para frenar la votación. Irónicamente fueron los socialistas quienes trataron de parar el voto indepe en 2017; hoy están definitivamente en la trinchera ideológica de aquellos indepes.

A nadie le sorprenderá esa comunión PSOE-Esquerra. Rufián dijo ayer que hablaba «con miedo a que entre Tejero con toga» en el Congreso; y el portavoz del PSOE dijo que «hace 41 años la derecha ya quiso parar un Pleno con tricornios y ahora lo intenta de nuevo con togas». Tal para cual, una mala caricatura, sí, pero en el poder. Y los indultos, la sedición, la malversación, la consulta… sólo es la piel retórica de esa mutación de Frankenstein con la cabeza de Esquerra.

Ante esto apenas hay resistencia dentro del partido desafiando la omertá. Ninguna voz, más allá de la autoridad moral de los veteranos del felipismo o algún barón. Page es el único que ha dicho algo con peso interno: «No considero que sea tolerable pactar con los delincuentes su propia condena» y menos «en dos cafés o en dos charlas en el último minuto sin ningún informe jurídico».  Después de eso, María Jesús Mancafinezza Montero irrumpió en un pasillo del Congreso para ejecutar el encargo de amenazarlo, como una Tommy de Vito a sus goodfellas:

– «Yo lo único que puedo decirle es que mi sentido de la lealtad y del respeto me impide dar públicamente mi opinión».

El mensaje a Page, y a cualquiera con la tentación de actuar igual, es claro: así no actúa uno de los nuestros. Lo primero que le enseña De Niro a Liotta es lealtad  y boca cerrada. Cuando Liotta sale de la organización, es conciente de lo que le espera: «Soy un don nadie y viviré el resto de mi vida como un don nadie». Y con ese mensaje despacharon a Page, que había cuestionado que el Gobierno permitiera a Esquerra una nueva muesca en la culata, y actuara sin reparar en las garantías procedimentales. Un rasgo que esta izquierda sanchistapodemita comparte con los indepes es confundir legitimidad con legalidad, o sea, creer que el estado de Derecho se les somete.

«Lealtad es lo primero que exigen las sectas: sumisión ciega sin cuestionar la organización»

Lealtad, decía María Jesús Montero, apelando a un concepto con el que siempre hay equívocos. Es lo primero que exigen las sectas, en definitiva la proyección misma del sectarismo: sumisión ciega sin cuestionar a la organización. A esa disciplina la llaman lealtad. No por casualidad el reichsführer Himmler convirtió «Mi honor se llama lealtad» en lema de las SS, sacado de un mensaje de felicitación de Hitler. Con la lealtad hay que mirar a quién, a qué.

Twain en algún lugar explicaba, con su claridad característica, que no se puede ser leal al Gobierno, sino tener lealtad al Gobierno cuando la merece. Page por supuesto está mucho más cerca de esa lealtad: «Soy muy contrario a la decisión del Gobierno precisamente porque soy muy coherente con lo que le escuchaba al Gobierno tiempo atrás, antes de las elecciones». En definitiva, él defiende los valores del PSOE, aquellos que ofrecieron al votante en campaña antes del mercadeo con Esquerra

Aunque muchos socialistas transmiten off the record su estupor y desolación por todo esto, en sus redes sociales tuitean desaforadamente vivas a Sánchez. No ignoran que el sanchismo se ha caracterizado por una administración del poder orgánico completamente hostil a la pluralidad interna: o conmigo o contra mí. Así que con él. De su defenestración en el comité federal supo regresar Sánchez surfeando la ola de una militancia ya bastante podemizada, y su venganza íntima ha consistido en acabar con los órganos horizontales de participación. El sanchismo es un PSOE cesarista, vertical como nunca antes. Por eso remodela la dirección o los programas sin un congreso, al dictado de Mi Persona.

Esta es la consigna en el partido: LO QUE DIGA SÁNCHEZ. Y sí, parafrasea la consigna de «Lo que diga Balaguer», el genuino chivo de la fiesta dominicana, más que Trujillo. De modo que si Sánchez ha determinado que le conviene eliminar la sedición y rebajar la malversación para contentar a quienes desafiaron el orden constitucional, o ir planteando la consulta, nadie es nadie para discutirlo. Aunque estén persuadidos de que eso los va a llevar al abismo, ese es el mensaje de lealtad y respeto que exige María Jesús Mancafinezza Montero: LO QUE DIGA SÁNCHEZ.

¿Qué tal empezar por la dignidad sin confundirla con la lealtad?

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