Anomalías de España
«Las embestidas del nacionalismo contra la Constitución serían nuestra única anomalía si el Gobierno no estuviera haciendo esfuerzos por borrar su rastro»
El Tribunal Supremo del Reino Unido se ha pronunciado sobre la ley de referéndum presentada por Escocia y merece la pena leer su dictamen, especialmente ahora que estamos haciendo esfuerzos por homologarnos con «los países de nuestro entorno». Resulta que el Tribunal ha dictaminado, por unanimidad, que el Parlamento escocés no es competente para convocar un referéndum de independencia, y que dichas competencias están reservadas al Parlamento de Westminster. Las ventajas de no tener una Constitución escrita es que Westminster podría delegar esta competencia en el Parlamento escocés, como hizo en 2014, pero también puede no hacerlo con el aval de la máxima autoridad legal.
Para quienes sostenemos que lo que convierte a España en una anomalía internacional no es Ayuso, sino el descaro de nuestros nacionalismos, el dictamen plantea un escenario idóneo para testar nuestra teoría. ¿Se imaginan que el Parlamento escocés decide desobedecer reiteradamente al Tribunal Supremo y aprobar leyes «de desconexión» que trascienden sus competencias? ¿Se imaginan que el Ejecutivo escocés malversara millones de euros para financiar y publicitar el referéndum? ¿Se imaginan que Mi6 revelara contactos del independentismo escocés con Rusia? No insisto, porque entiendo que son capaces de imaginarlo. De igual modo, podrán imaginar la contundencia con que el Reino Unido -su primer ministro, su Parlamento y la Corona- defenderían la legalidad y la seguridad nacional frente a una conspiración auspiciada desde el mismo Estado. Ahora que la derogación del delito de sedición ha despertado nuestro afán por la comparación, no está de más plantearnos si la conducta del nacionalismo catalán es en modo alguno homologable a cualquier agente político que se diga democrático.
«Primero fueron rehabilitados como políticos, después indultados y ahora, con la derogación de la sedición, amnistiados»
Las embestidas del nacionalismo contra la Constitución, y por tanto contra la democracia, serían nuestra única anomalía si el Gobierno central no estuviera haciendo esfuerzos por borrar su rastro. Primero fueron rehabilitados como actores políticos, después indultados y ahora, con la derogación de la sedición, de facto amnistiados. Nada de esto se hizo por generosidad o por el bien público, sino por interés. Y los motivos, por espurios que sean, hay que defenderlos. De ahí la incesante campaña de absolución moral, levantada sobre dos falacias: «Al PP le hicieron dos referendos y una DUI» y «Estamos mejor que en 2017».
Es llamativo que el Gobierno denuncie campañas que culpabilizan a las víctimas de agresiones sexuales al tiempo que culpa al PP de las agresiones del nacionalismo. ¿No habíamos quedado en que el foco es para los agresores? El segundo argumento es igualmente falaz. Porque la pregunta no es si estamos mejor que en otoño de 2017, sino si podríamos estar mejor hoy. La comparación nunca debe ser con el pasado trágico, sino el presente alternativo. Por seguir imaginando, imaginen que el Gobierno indulta a un agresor sexual y ante la queja de su víctima le preguntan: «¿No estás mejor ahora que cuando se produjo la agresión?».