Homilía catalana en la ONU
«Pocos países en Europa están tan descentralizados como España. Si el catalán se muere -que no-, se debe a la imposición de una inmersión que no ha funcionado»
«Todo el mundo debe poder vivir con plenitud y normalidad en su propia lengua», dijo Pere Aragonès en la ONU. No puedo estar más de acuerdo con las palabras del president de la Generalitat. Lástima que la pluralidad, reclamada en su victimista sermón en un foro de las Naciones Unidas, solo quiera aplicarla al catalán. En ningún momento mencionó que el 53% de los ciudadanos de Cataluña tiene como lengua materna el español, ni que a sus hijos se les impide estudiar un mínimo de dos asignaturas en castellano (25%). Tiene guasa ir a Ginebra para hablar de tu «nación sin Estado» y del «preocupante» futuro del catalán, mientras en Cataluña no respetas los derechos lingüísticos de más de la mitad de la población.
El líder de Esquerra Republicana no dedicó un minuto a explicar que la inmersión educativa en catalán es total, que la Administración de Cataluña se dirige al ciudadano exclusivamente en la lengua del 31% de los habitantes y que la toponimia es solo en uno de los idiomas oficiales. Adivinen cuál. Para hacer a Cataluña rica y plena -como reza el himno-, el minoritario Govern de ERC acaba de aprobar 100 nuevas medidas para blindar aún más el catalán. Destaca la imposición del catalán oral en la atención al público, que abarca desde la empresa privada a la sanidad. Lo van a obligar hasta en las autoescuelas. Es, simplemente, un blindaje contra el castellano.
Se ufana Pere Aragonés de haber formado un gobierno transversal. De hecho, ERC gobierna con solo 33 de los 135 diputados del Parlament. Aunque parezca escandaloso mandar con tan escaso apoyo, está dispuesto a aguantar. A una buena parte del sector empresarial y de los sindicatos, hartos del procés y de las ilegalidades, ya le va bien este hombre gris capaz de pactarlo todo con el Gobierno de Pedro Sánchez. De familia de empresarios, nieto de alcalde franquista y de padre convergente, Aragonés necesita, sin embargo, ser admirado (y votado) por los verdaderos patriotas. Da la sensación de estar preguntándose: ¿y por qué no puedo ser yo el líder de la República independiente de mi casa? A solo dos años de que se coloquen las urnas autonómicas, ha de comenzar a decir algo sustantivo. A falta de proyecto económico de relieve, con problemas endémicos en la sanidad, ha apostado por el conjuro de la lengua.
«De los 7,5 millones de personas que viven hoy en Cataluña, 4,2 millones tienen el castellano como lengua materna»
El lugar escogido para el reciente evento lingüístico fue el Foro de las Minorías de las Naciones Unidas, un organismo sin ningún poder de decisión, pero con marca internacional. La comprensión que el independentismo no encuentra en la Unión Europea -agrupación de Estados nada favorable a los intentos de sedición- se la facilitan en el burocrático entramado de la ONU, que la Generalitat financia generosamente a cambio de que le den púlpito.
«Participamos en este foro como nación sin Estado con la voluntad de compartir con ustedes la preocupación por el futuro de la lengua catalana», dijo Aragonés, primero en catalán y, acto seguido, en inglés. A los catalanes nos quedó claro que el presidente de esta nuestra comunidad considera que el castellano no es lengua de sus vecinos. Pero lo es, desde el siglo XV, cuando fue utilizado por la Corona de Aragón como lengua de alfabetización.
De los 7,5 millones de personas que viven y trabajan hoy en Cataluña, 4,2 millones tienen el castellano como lengua materna. Ello no supone que el catalán esté desapareciendo: más del 94% de la ciudadanía lo entiende, un 82% lo habla, el 85% lo lee y el 65% lo escribe. ¿Dónde está el negro futuro? Ninguno de mis abuelos o bisabuelos (¡tan catalanes!) sabía escribir en su lengua materna y solo alguno de los hombres lo leía más mal que bien.
En Ginebra, Aragonés aseguró que 10 millones de personas hablan el catalán en el mundo, para luego calificarlo de «lengua minorizada» (venida o empujada a menos) y acusar a España, Francia e Italia de no ofrecerle el reconocimiento o la protección que «todo idioma merece».
Ese hubiera sido el momento para empezar a decir alguna verdad, como que España tiene más de una lengua oficial. Según la Constitución, el castellano es la lengua del Estado, pero otros tres idiomas –catalán, gallego y vasco – son cooficiales y propios de sus comunidades. Algo muy diferente sucede en Francia, donde la Academia Francesa se manifestó en contra de la inclusión en la Constitución de las «lenguas regionales francesas», alegando que ello atentaría «contra la identidad nacional». En Italia, a sus lenguas minoritarias, les llaman dialectos.
«Si alguna cultura nos está asimilando es la anglosajona»
Tras las críticas de Aragonés, que han importado poco o nada a franceses e italianos, el president de la Generalitat puso a Andorra como ejemplo de nación donde nuestra minorizada lengua es tratada en serio. Allí, como buenos comerciantes y banqueros que son, hablan la lengua que prefiere el cliente, catalán, castellano, portugués, francés… Ahora está en auge el ruso de los nuevos y ricos residentes.
«El proceso de recentralización política y de asimilación cultural en España» lleva a la decadencia del idioma, decía la homilía de Aragonés. Falso. Si alguna cultura nos está asimilando es la anglosajona, como lo dejó claro al dirigirse en inglés a sus oyentes multiculturales.
Pocos países en Europa tienen una administración tan descentralizada como España. La gestión de la educación lleva décadas traspasada a los Ejecutivos locales. Si el catalán se muere -que no-, la culpa es de quienes han dirigido durante todo este tiempo la educación e impuesto una inmersión que no ha funcionado.
Tanta palabrería a favor de los pueblos y de sus derechos lingüísticos en las Naciones Unidas, pero lo único que quiere el independentismo es desunirnos, enfrentarnos y romper un verdadero estado multilingüe: España.