La columna política de Mariano Rajoy
«Me dirán que Sánchez es Sánchez, y no se equivocan. Algunos hace tiempo que avisamos de quién es Sánchez, y no hay semana que Sánchez no nos dé la razón»
Comienzo por decirles que estoy preocupado. España es un gran país, pero todo gran país puede dejar de serlo. Porque la grandeza de un país depende de la grandeza de sus instituciones. Y la grandeza de sus instituciones de la grandeza de quienes las dirigen. Me dirán que están cansados de oír hablar de Pedro Sánchez, pero nos han eliminado del Mundial, y de algo habrá que hablar. Me dirán que Sánchez es Sánchez, y no se equivocan. Algunos hace tiempo que avisamos de quién es Sánchez, y no hay semana que Sánchez no nos dé la razón.
Empiezo por la reforma de la malversación. Miren, si para algo estoy cualificado como expresidente del Partido Popular es para hablar de corrupción, y les diré que no me parece bien. No es necesario entrar en detalles técnicos ni en disquisiciones sobre derecho comparado. Cambiar un delito al gusto del delincuente (por puro interés personal) es impropio de un legislador democrático. Solo una palabra: ¡Cuidado! Estas cosas nunca acaban bien. Porque después del año 22 viene el año 23.
Ya saben que opino que hay que ser optimista, porque ser cualquier otra cosa no sirve absolutamente para nada. Pero estas cosas me preocupan. Quizá lo más extraño es la reforma del sistema de designación de magistrados del Tribunal Constitucional. Estamos en un lugar delicado, y conviene saber en dónde estamos exactamente. Mi gobierno, para qué negarlo, también quiso influir en el Poder Judicial y en el Constitucional, pero oiga, por lo menos no cambiábamos las reglas del juego a mitad del partido, y esto no es cosa menor; dicho de otra forma, es cosa mayor.
«¿Será esto el fin de la separación de poderes? ¿Dirá algo la Comisión Europea?»
La situación es complicada. Si uno secuestra el TC y otro recurre el secuestro, no tiene sentido que el recurso lo resuelva el secuestrador. ¿Será esto el fin de la separación de poderes? ¿Dirá algo la Comisión Europea? Vaya usted a saber, pero las cosas son como son, y no son buenas.
Luego está lo del marido de Nadia Calviño. Les diré que me sorprende, porque conozco a Nadia Calviño desde hace años y le tengo aprecio, pero cada uno es cada uno. No dudo de la cualificación de ese buen señor. Pero es raro estar muy cualificado para ejercer un puesto que no existía anteayer. Además, el puesto se lo ha creado Ana de la Cueva, presidenta de Patrimonio Nacional, que antes fue Secretaria de Estado de… Nadia Calviño. Puede ser todo una coincidencia, pero puede no serlo. En ese caso habría que preocuparse. Algunos me reprocharán: «¿Pero quién es usted para dar lecciones?» Y tendrán razón.
O no.