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Cómo mueren las democracias

«El sanchismo ha emprendido una guerra de posiciones, cuyo fin es la creación de un régimen exclusivo, al servicio de las izquierdas y de los nacionalistas»

Opinión

Ilustración. | The Objective.

  • Madrid, 1967. He sido columnista en Libertad Digital, Vozpópuli y El Español. Ahora escribo en La Razón y THE OBJECTIVE y hablo en Herrera en Cope. Soy profesor titular de Historia del Pensamiento en la UCM. Tengo unos cuantos libros de historia y política.

¿Está la democracia española en peligro? Es una pregunta, como dirían Levitsky y Ziblatt en el libro que da título a este artículo, que nunca creímos que haríamos. Porque una cosa es que el sistema sea mejorable, como todos, y otra empeorable, como está sucediendo con Pedro Sánchez.

El sanchismo, de alma totalitaria, ha emprendido una guerra de posiciones, cuyo fin es la creación de un régimen exclusivo, al servicio de las izquierdas y de los nacionalistas. Por supuesto, el resto queda excluido.

Los hechos son de sobra conocidos. Vivimos un proceso de apropiación del Estado por parte del PSOE y de sus socios a través de la legislación. El motivo no es otro que acomodar el sistema a sus necesidades particulares y partidistas. 

En ese proceso se sacrifican las bases de la democracia liberal, como son la separación de poderes, el parlamentarismo, la seguridad jurídica y el Estado de Derecho. Al tiempo se convierte en delito criticar o negarse a las decisiones del Gobierno. De esta manera se controla a cualquier tipo de oposición, ya sea política, judicial o mediática.

Juan José Linz, el mejor politólogo español del siglo XX, estudió la quiebra de los sistemas democráticos de la Europa de entreguerras. Demostró que la pieza fundamental de una democracia es el comportamiento de los partidos. Pero no se refería a todos, sino justamente a aquellos sobre los que descansa la estabilidad del sistema. En España son (o eran) el PSOE y el PP. 

«La clave del proceso de destrucción de nuestra democracia está en el PSOE» 

El problema aparece cuando uno de esos partidos muestra más afinidad con uno de los extremos rupturistas que con su adversario constitucionalista. Es el caso de los socialistas de Sánchez. Por esto la clave del proceso de destrucción de nuestra democracia está en el PSOE. 

Los dirigentes, decía Linz, deben evitar por responsabilidad y respeto a la democracia la normalización de los rupturistas o darles respetabilidad. Esto es justo lo contrario a lo que han hecho los sanchistas en España: han convertido a Podemos, ERC y Bildu, enemigos de la libertad y de la democracia, en interlocutores válidos, incluso preferibles a los constitucionalistas. Los resultados negativos están a la vista. 

El bueno de Linz añadía que un líder responsable pone la democracia y el país por delante del partido y, por supuesto, de sus intereses personales. Sánchez no pasa esta prueba. Es un ególatra sin escrúpulos

A partir de ahí, el test democrático se endurece. ¿Cómo trata a los adversarios? El presidente del Gobierno y sus seguidores políticos y mediáticos niegan la legitimidad de la oposición. Han convertido a los críticos en antipatriotas y fascistas. No hace falta más que escuchar a sus portavoces parlamentarios y gubernamentales, y leer sus terminales mediáticas.

El autoritario en el poder se cree la encarnación de la democracia, por lo que cataloga a sus críticos como «antidemocráticos». Es una prueba de que no entienden la democracia como un sistema de contrapesos y control, y de que desprecian a los españoles que no les votaron. 

Ayer mismo, para muestra, Patxi López justificó el asalto al Tribunal Constitucional diciendo que el PP es antidemocrático porque no quiere su renovación. Poco importa que esa «renovación» sea para entregar la institución a los independentistas, convocar un referéndum de autodeterminación en Cataluña y donde sea, y cambiar el régimen a través de la legislación. 

Seguimos con el test democrático. ¿El Gobierno de Sánchez tolera o alienta la violencia? El sanchismo es tolerante con los que ejercieron la violencia contra la democracia, como la filoetarra Bildu, y con ERC, que dio el golpe de Cataluña en 2017. No acaba ahí. En ese Gobierno está Podemos, que alentó la violencia callejera en España desde 2015, y ha hecho lo mismo con los conflictos en otros países. La violencia, dice el podemismo, es una reacción popular legítima para romper barreras. 

Avanzamos con el test. ¿Considera unas elecciones ordinarias como si fueran constituyentes? Obviamente. Lo dijo Pablo Iglesias, y lo cumple Pedro Sánchez. Hasta Juan Carlos Campo lo dijo cuando era ministro para calmar a ERC: estamos en un proceso constituyente. Ese carácter está en el ADN de la izquierda populista actual, y el sanchismo lo es. Toda convocatoria electoral es tomada como un plebiscito sobre el orden de las cosas. Ganaron y lo están cumpliendo. 

«Sánchez y sus aliados han asaltado todas las instituciones y se dedican a legislar sobre las costumbres privadas dictando moralidad»

Los autoritarios creen que una votación les confiere legitimidad para constituir el sistema político sin hablar con nadie, sin tener en cuenta nada. Son mesías, como diría Jacob L. Talmon, que creen que su gobierno dictatorial es necesario para salvarnos a todos de nosotros mismos. 

De aquí procede la obsesión por colonizar el Estado, que no puede ser un obstáculo en el cumplimiento de la misión del mesías político. Pedro Sánchez y sus aliados lo han hecho desde el primer día. Han asaltado todas las instituciones, incluidas las fuerzas armadas y de orden público, y se dedican a legislar sobre las costumbres y creencias privadas dictando moralidad. Es la creación de un Estado moral, el sueño de todo totalitario.

Solo falta el poder judicial y el Tribunal Constitucional, que son la clave para la bendición de su revolución legislativa. Esto explica la campaña de insultos a las sentencias y a los jueces, como ha ocurrido con la de Griñán o la aplicación de la ley del solo sí es sí. Los jueces, han dicho sanchistas y podemitas, necesitan reeducación, dejar de ser «fascistas» e incorporarse a los dictados del Gobierno.

¿Y la libertad de la prensa? La predisposición a limitarla y a insultarla es una prueba, así como la discriminación de los medios críticos. La negativa de Sánchez a ser entrevistado por periodistas que no son de su cuerda es muy significativa. Un presidente democrático debe someterse a las preguntas de la prensa más dura, no solo por respeto al pluralismo, sino por demostrar que es el presidente de todos, no únicamente de los suyos. Las preguntas confortables son típicas de las dictaduras.

Hasta la portavoz del Gobierno indicó que los medios debían incluir un apartado o quince minutos en los informativos para contar con veracidad lo que hacía el Ejecutivo.

No quiero alargarme más. El suspenso al test democrático es más que evidente. Y esto no es opinión apocalíptica, como dice alguno, sino la aplicación del conocimiento. Es el cuento de la rana: si se mete de golpe en el agua hirviendo, salta, pero si se calienta el agua poco a poco ni se entera y muere cocida. Eso pasa también en las democracias. Al tiempo.

34 comentarios
  1. Benito

    Que sí, que sí, que el diagnóstico es evidente.

    La pregunta es: y dónde está el PP?



    cri
    cri
    cri


    Pues ni está , ni se le espera.

    Me recuerda a la selección en el mundial, que en minuto 97 de partido y con empate en el marcador se dedicaba a dar pases horizontales entre los defensas a 50 metros de la portería contraria.

    Y luego te dicen que la mejor forma de defenderse es que el contrario no tenga el balón…

    Pero el PP no ve que el PSOE le está metiendo goles a cascoporro.

    Eso, eso, vosotros a contemporizar, no vaya a ser que perdáis votos… esa es justamente la manera de regalárselos a VOX por la derecha.

  2. Incandescente1

    Decía ayer:
    «Estoy un poco harto de escuchar lo obvio y a veces mal.
    Yo ya sé de que gato estamos hablando, la duda es qué cascabel es el necesario y más difícil todavía quién se lo puede poner y cómo…»

    Tú titula tu artículo: «Cómo mueren las democracias», posteriormente nos detallas por enésima ocasión los toques autoritarios de nuestro psicópata, pero yo estaba esperando que respondieras COMPLETAMENTE tu pregunta y tal y como me imaginaba no lo has hecho, te falta decir que para que muera la democracia no basta que haya un tirano, necesita la indolencia, decadencia, conformismo, falta de liderazgo del resto de la sociedad y del resto de organizaciones políticas. Esto es lo que nos sucede ahora y el psicópata aprovecha.
    Diría más, por qué no hay una sociedad beligerante en contra… Múltiples razones, pero como eres o has sido propagandista del PP, pues por este decadente partido y su ámbito mediático que han ido asumiendo los dogmas de la izquierda y su «superioridad moral» dejando a su base social inermes.
    Yo no soy muy demócrata, porque considero que la democracia puede ser tan tiránicoa como una dictadura, pero más cínica, pero amo la libertad y esto no es un contrasentido.
    Qué hacemos contra nuestro democrático tirano? Qué haremos con el Tribunal Constitucional en el hipotético caso que pierda las elecciones (muy hipotético), Cómo podemos revertir lo tiránico, nacido del parlamento, {en fraude de ley), pero ley al fin y al cabo,, teniendo en cuenta que el tribunal que juzgará dicha ley será nombrado por el psicópata?
    Cuántas veces he repetido, que si hay una solución, no será de «la ley a la ley», es materialmente imposible.
    Y por último, qué piensa de todo esto Frijolito el «adulto»??

  3. ToniPino

    Sí, la deriva autoritaria en España es alarmante. El problema es, efectivamente, que uno de los grandes partidos del sistema, el PSOE, se ha aliado con determinados extremos, arrastrado por la necesidad de llegar al poder. ¿Qué ocurrirá si el otro gran partido del sistema, el PP, hace lo mismo para alcanzar la Moncloa y no le queda más remedio que pactar con el extremo próximo? Para hacernos una idea, vamos a ver qué pasa en Italia con los amigos de Vox en el poder, aunque, si de democracia hablamos, ya sabemos lo que pasa en Polonia y Hungría con los afines ideológicos.

    A los de un extremo solo les parece realmente extremista el opuesto y justifican su postura precisamente por la existencia del contrario, en una dinámica de retroalimentación. Incluso veo que muchos aceptan tranquilamente que son radicales y extremistas, porque consideran que es la única forma de acabar con el radicalismo del enemigo, más que adversario.

    La extrema derecha europea que gobierna en solitario no ha venido tampoco a consolidar precisamente un verdadero sistema democrático, con separación de poderes y respeto al estado de derecho, sino a imponer un régimen iliberal y un estado moral. En cualquier caso, lo que ha pasado en España con unos ya lo estamos viendo, lo que puede pasar con los otros está por ver.

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