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La dictadura que merecemos

«La verdad es que otra vez el odio al adversario es más fuerte que el amor a la democracia. He aquí ese campo abonado donde nace la mala hierba de la tiranía»

Opinión

Imagen del Tribunal Constitucional. | THE OBJECTIVE

  • Madrid, 1967. He sido columnista en Libertad Digital, Vozpópuli y El Español. Ahora escribo en La Razón y THE OBJECTIVE y hablo en Herrera en Cope. Soy profesor titular de Historia del Pensamiento en la UCM. Tengo unos cuantos libros de historia y política.

Tenemos un país bastante singular. Entre los bisoños que se sorprenden de la fuerza autoritaria que puede desarrollar una mayoría parlamentaria, y los tiranos que sustituyen la ley por su voluntad, nos está quedando una democracia para emigrar. 

La ingenuidad de unos y la perversión de otros son dignas de estudio. A este respecto escribía Claude Lefort que la tiranía no es algo que caiga del cielo, sino que crece como un arbusto. Para que surja tiene que haber alguien que siembre y riegue, a veces de forma inconsciente o mirando hacia otro lado, pero siempre hay uno que acaba recogiendo el fruto maduro. 

En nuestro país hemos cultivado las condiciones perfectas para un crecimiento óptimo de una dictadura blanda, o de eso que se llama «democracia iliberal». Hemos fomentado un Estado de las autonomías disgregador, alimentando unas oligarquías locales egoístas y chantajistas que han inoculado su relato victimista y totalitario en los partidos nacionales. Y lo hemos dejado crecer.

No pusimos freno a los rupturistas, como han hecho en Alemania o Portugal. En este caso no hay homologación que valga. Los que siempre despreciaron la democracia liberal de la Constitución de 1978 aumentaron su presencia de forma desmesurada con las instituciones locales en su poder, con la financiación y la aquiescencia de los grandes partidos. Colaboraron con el sistema, sí, pero solo para dinamitarlo desde dentro

«Esas izquierdas supremacistas han encontrado en el populismo el estilo más adecuado para su ansia autoritaria»

Esta conllevancia estúpida con los rupturistas ha llegado a su máxima expresión con el Gobierno de Pedro Sánchez. No solo son quienes mandan en España marcando la agenda legislativa y los tiempos, sino que su relato es hegemónico. Ahora son presentados como los únicos y verdaderos luchadores por la libertad y la democracia. Su triunfo es total porque la siembra estaba bien hecha, y, además, porque han encontrado al petimetre arrogante y ambicioso ideal para desarticular el sistema de 1978. 

En la izquierda, por otro lado, tienen a los totalitarios perfectos. Comparten con ellos la obsesión por el poder y la ingeniería social. No hay más que ver las caras de Irene Montero y su cuchipanda cuando aprueban sus leyes. Les importa más la potestad para ordenar que el resultado de la norma

Esas izquierdas supremacistas, desde el PSOE a Podemos pasando por los grupúsculos errejonistas y compañía, han encontrado en el populismo el estilo más adecuado para satisfacer su ansia autoritaria. 

Los populistas saben cómo apartar a la oposición y doblegar a las instituciones que controlan al Ejecutivo. No tienen más que desautorizarlas, deslegitimarlas, señalarlas como enemigas del pueblo, de la democracia y de la libertad que ellos y solo ellos representan. 

La situación es el paroxismo del «sí se puede». No cabe el respeto a la ley ni a los pilares democráticos, como la separación de poderes. Ni siquiera es aceptable la ciencia. Es el triunfo de la voluntad, como en cualquier totalitarismo. Lo hemos visto esta semana: si el protocolo democrático y las leyes no se ajustan a la ambición del César, el César tiene una mayoría parlamentaria para cambiar las normas y cumplir su destino. 

«Sostienen estas izquierdas que una elección ordinaria les otorga un poder constituyente»

Luego lo envuelven en fraseología populista, como Errejón, que dice que la soberanía popular está por encima de la ley. Es la misma idea que han repetido todos los tiranos del siglo XXI, en especial en Hispanoamérica, desde Argentina a Nicaragua, pasando por Venezuela, Bolivia, Perú y Ecuador. 

Sostienen estas izquierdas, ya españolas también, que una elección ordinaria les otorga un poder constituyente. El motivo es que para esta gente toda convocatoria electoral es un plebiscito sobre el modelo de sociedad. Por eso insisten en que las instituciones, incluso las que tienen que controlar al Ejecutivo, deben responder a la sensibilidad de la «mayoría progresista». A partir de ahí, cambian el régimen. 

Bien. ¿Y qué hacemos el resto? Pues nos marcamos un Stefan Zweig. Escribimos sobre el dolor que nos produce la pérdida de la democracia, de la dignidad y de la concordia. Añoramos los tiempos del aburrimiento en los que se podía entablar una conversación culta sin referirse a la enésima tropelía gubernamental, o cuando la política no rompía amistades ni familias. Luego nos quedamos bloqueados, señalando frustrados el ascenso imparable de la tiranía destructora y el fin del mundo de ayer. 

Sí, pero, ¿y los otros? ¿Y el resto de españoles? ¿Los socialdemócratas y regionalistas moderados? ¿Aplauden los manejos de esta nueva casta y su ingeniería sin fin? ¿Se sienten representados por estos mesías políticos, como diría Talmon, que construyen con desvergüenza una democracia totalitaria? La verdad es que da la sensación de que otra vez el odio al adversario es más fuerte que el amor a la democracia. He aquí ese campo abonado donde nace la mala hierba de la tiranía.

19 comentarios
  1. Keunner

    Abusa de los conceptos políticos hacen que se banalicen. ¿Sánchez ha dicho en algún momento que ya no se van a celebrar elecciones nunca más en España? Se harán dentro de un año, más o menos. ¿No es cierto? Y entonces los electores decidirán si Sánchez sigue o no, y en qué condiciones. Así que ¿a qué viene tanto tremendismo? ¿Cree que hace usted algún favor? No a la democracia, por cierto.

  2. ToniPino

    El sistema del 78 tiene defectos, como unas autonomías con excesivas competencias, especialmente en educación y sanidad. Hay un vídeo de Fraga, que nunca fue ni es santo de mi devoción, advirtiendo de los peligros del estado de las autonomías.

    El PP y PSOE, a pesar de sus logros y éxitos durante los años de la época dorada de la democracia que trajo el período de más prosperidad y estabilidad política y social (es un tópico verdadero), cometieron muchos errores, abusos y corrupciones. La corrupción llegó a ser nauseabunda. La inacción ante los excesos nacionalistas, dado que socialistas y populares necesitaban a CiU, PNV, BNG o ERC para obtener mayorías parlamentarias, desembocó en el procés catalán, que aprovechó un momento de crisis económica e institucional.

    De aquellos barros vienen estos lodos. Del interior del sistema surgieron dos excrecencias, Unidas Podemos y Vox, y un partido que se presentó como reformista y regenerador, y terminó siendo uno de los mayores fiascos de la democracia, Ciudadanos.

    A eso se suma un país sociológicamente escorado a la izquierda, lo que ayuda a la hegemonía ideológica de esta, y hace que la derecha tenga sus mayores opciones de ganar las elecciones y gobernar si hay una alta abstención de la izquierda y una importante concentración de votos moderados y centrados en el PP. Si no se dan estas dos condiciones las posibilidades de que la derecha sume mayoría se reducen mucho. El belicismo ideológico inútil y contraproducente de Vox y un PP no blando, sino anodino, sin un proyecto reformista sólido, harán el resto. Las posibilidades de que el bloque de Frankenstein revalide son altas y la deriva autoritaria e iliberal de izquierdas se consolide. Está por ver qué podría ocurrir si logra el gobierno el otro bloque, donde también hay un partido extremista de orientación ideológica opuesta a la izquierda woke. .

  3. Pasmao

    Buenos días Vlches

    La cuestión es en quien podemos confiar para además de por nosotros mismos, hacer todo lo posible para quitarnos a este gentuza de encima. De tal manera que sea, además, por un cambio de mentalidad, tal que «arbusto» deje de ser una especie protegida.

    Y en lo que respecta en que quien confiar (además de lo que podemos hacer por noetrso mismos de otras maneras) hay dos alternativas:

    – PP
    – VOX

    La primera tuvo todo en su mano para en 2011 haber cambiado mucho de los males que ahora nos asolan, sobre todo la mentalidad en lo que respecta al «arbusto» como especie protegida. Pero en vez de eso se puso no sólo a protegerlos sino a regarlos y abonarlos con fruicción porque se creyó que de ellos se podría sacar algo en su propio benefico. Un bombero pirómano de libro.

    La segunda es el clásico de lo mejor es enemigo de lo bueno.

    No me apasiona, pero es lo que hay.

    Lo que no acabo de entender es el pánico que existe en mucho personal de medios diversos, éste por ejemplo, o otros mas tradicionales (El Debate) a que la segunda alternativa desbanque a la primera.

    Y eso es, creo, el principal hándicap que hay para que se pueda revertir la situación en su parte mas institucional.

    Un saludo

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