THE OBJECTIVE
José Rosiñol

¿Dónde está el 'Coscubiela' madrileño?

«Espero que desde eso que era llamado la izquierda surja un diputado como Joan Coscubiela que anteponga la defensa de la ética democrática al yugo clientelar»

Opinión
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¿Dónde está el ‘Coscubiela’ madrileño?

El exdiputado de la marca catalana de Podemos Joan Coscubiela. | Europa Press

Que nadie se lleve a engaño, lo que está ocurriendo en la política nacional nada tiene que ver con el eje izquierda-derecha. Lamentablemente, se ha visualizado descarnadamente un desplazamiento hacia una narrativa populista frente a una lógica institucional. Escuchando las declaraciones del presidente del Gobierno, de la portavoz del PSOE, de los presidentes de las Cámaras, no puedo dejar de hacer paralelismos con lo ocurrido en el Parlamento catalán en aquel aciago septiembre de 2017, cuando, con la excusa de una mayoría parlamentaria, querían cambiar las reglas del juego y activar un programa para desmantelar el marco jurídico y de convivencia.

En este tipo de episodios, donde los principales representantes del Ejecutivo y del poder legislativo, por interés partidista se dedican a inflamar a la ciudadanía, haciendo el juego perverso de inversión moral, de hacer creer que la división de poderes está supeditada a mayorías parlamentarias coyunturales con el único objetivo de poder controlar al poder judicial, significa que algo muy grave está sucediendo en nuestro país. No puede ser que se aduzca reiteradamente que el PP debe reconocer que ya no tiene mayoría porque se está jugando sucio y poniendo en tela de juicio al poder judicial y al alto tribunal de nuestro país.

Pero no me quiero detener en las mentiras, no quiero entrar en el escenario de tratar de explicar que lo que nos dice este Gobierno son sombras proyectadas en la pared de nuestra cueva patria ni, por supuesto, responder al populismo de Podemos, que ya habla de tomar las calles contra un supuesto golpe, no. No hay que seguir el juego de la polarización, del blanco o negro, del conmigo o contra mí. Esos escenarios solo reforzarán la profunda anomia en la que nos está metiendo este cada vez más irresponsable Gobierno. Creo que lo que hay que reclamar es valentía a todos aquellos diputados que son (o deberían ser) los representantes de todos nosotros y, especialmente, los garantes del respeto institucional y a las normas y formas de la democracia. 

«Echo de menos la valentía de defender la norma y las formas, echo de menos la insumisión a la disciplina de partido»

El silencio es cómplice, ponerse de perfil es cómplice, camuflarse en el ecosistema es ser cómplice, cómplice de una narrativa populista que desde los primeros compases del siglo XX se parapetaba detrás de la «voluntad popular» del «pueblo» para dar pasos hacia las espesuras del autoritarismo. Las formas, al igual que la imagen y el lenguaje, pueden dar forma o condicionar la realidad. En democracia, por mucho que no te guste, la justicia está para evitar los atropellos y las arbitrariedades, incluidos los que pudieran partir del Congreso. Cuando pones en cuestión a la justicia, cuando señalas a sus miembros, cuando tratas de confundir a la población, cuando pretendes condicionar su actividad señalándola públicamente, son formas autoritarias y, por tanto, nada democráticas.

El silencio de los diputados y senadores de los partidos que sustentan el Gobierno es atronador. Echo de menos la valentía de defender la norma y las formas. Echo de menos la insumisión a la disciplina de partido. No entiendo ni quiero entender que los representantes solo representen a los que han confeccionado las listas electorales. No entiendo ni quiero entender que se anteponga la tranquilidad del salario a las obligaciones del representante frente al representado. En definitiva, no entiendo por qué no alza la voz ninguna de sus señorías y me pregunto ¿dónde está el Coscubiela madrileño?

Joan Coscubiela, militante de izquierdas, represaliado en el franquismo, diputado en el Parlamento catalán por Catalunya Sí que es Pot (lo que después sería En Comú Podem), durante las sesiones parlamentarias del 6 y 7 de septiembre de 2017, hizo un emotivo discurso donde únicamente defendía la ética democrática, la necesidad de proteger los derechos de todos los ciudadanos, lo antidemocrático de escudarse en exiguas mayorías parlamentarias para cambiar las normas de juego, lo improcedente de hacer creer que por encima del poder ejecutivo y legislativo no había nada, que la democracia es el gobierno de la mayoría con respeto a la minoría y que, las leyes fundamentales, son el origen y garantía de nuestros derechos y libertades.

«Hacer cambios cuyo único objetivo parece ser lograr un tribunal dócil al Ejecutivo es un juego peligroso»

Hay partes de este discurso que son terrible y preocupantemente actuales. Estigmatizar a la oposición por el mero hecho de ejercer sus derechos y acudir al Alto Tribunal para evitar un procedimiento que podría ser ilegal nos lleva a un marco de tintes que, lamentablemente, parecen cada vez más autoritarios, más obsesionados por controlarlo todo, por condicionarlo todo. Quiero transcribir algo de lo dicho por Coscubiela y que cualquier demócrata firmaría y aplaudiría (aplauso al que también se unió el PSC, en aquellos días en los que defendía tanto el fondo como la forma de nuestra Norma):

«Estoy aquí porque mis padres me enseñaron a luchar por mis derechos, porque gracias a mis padres hoy podemos disfrutar de la libertad y yo no quiero que mi hijo, Daniel, viva en un país en el que una mayoría pueda tapar los derechos de la gente que no piensa como ella».

«Usted no es un hooligan cualquiera, usted es el presidente de la Generalitat, que tiene la obligación de respetar a nuestras instituciones».

«No tenemos ningún inconveniente en debatir la ley de transitoriedad. La discutiremos. Queremos discutirla respetando nuestros derechos y queremos que se respeten los procedimientos».

«La astucia tiene un límite, que es, entre otras cosas, es el límite de la defensa de nuestros derechos».

«Estamos entrando en una situación muy difícil. Si uno tiene que explicar al presidente de la Generalitat que la mayoría de un parlamento no puede aprobar leyes que pisotean los derechos reconocidos en la Constitución, quiere decir que estamos ante un problema muy grave».

«¿Es tan difícil que entiendan que, en democracia, las mayorías no lo pueden todo?».

Pretender hacer cambios de calado en la necesaria actualización de los procedimientos en los altos órganos judiciales, desde mayorías exiguas, que deja de lado -como mínimo- a la mitad de la población española, y cuyo único objetivo parece ser lograr un tribunal dócil a los postulados del Ejecutivo, es un juego peligroso. Querer arrebatar el derecho de los partidos de la oposición a recurrir a la justicia para evitar un atropello, nos adentra en terrenos desconocidos. Señalar, públicamente, desde el Ejecutivo, a los miembros del Tribunal Constitucional es un ejercicio de populismo. Hacer creer que la mayoría lo puede todo, incluido acabar cínicamente con la separación de poderes, nos dice que estamos ante un problema muy grave

Espero que desde eso que era llamado la izquierda surja un Coscubiela que anteponga la defensa de la ética democrática al yugo clientelar que somete y ahoga la pluralidad de nuestro sistema político.

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