Las inútiles de Igualdad
«El ministerio de Irene Montero ha fracasado estrepitosamente en su función más importante, en aquella que justifica su presupuesto y los cargos: salvar vidas»
Esta crítica no va de negacionismo. Ni de lenguaje. Me da igual el adjetivo. Quien lo quiera llamar «violencia machista», o «de género», o «intrafamiliar», que lo haga. El caso es que el Ministerio de Igualdad ha fracasado estrepitosamente en su función más importante, en aquella que justifica su presupuesto y los cargos: salvar vidas. Si fuera una empresa privada, Irene Montero y su cuchipanda estarían en la puñetera calle. ¿Por qué? Vamos a repasar los motivos.
Las prepotentes de ese ministerio manejan 573 millones de euros solo este año. Han sido 2.000 millones desde su fundación. El resultado es un fracaso absoluto: diciembre es el mes con más muertes desde que hay registros. Eso sí, mucha chochocharla, bancos pintados de morado, decir «niñes», promocionar el «hombre blandengue», campañas contra comunicadores como Pablo Motos, insultos a la oposición, viajes a Estados Unidos, renegar del color rosa, o juguetes sin género. Alguna campaña chorra se me olvida, fijo.
Esta panda, en lugar de dedicar el dinero a centros de acogida de mujeres maltratadas, con atención psicológica y legal, incluso con ayuda laboral para promover la independencia o el empoderamiento, se lo han gastado en cosas menores. Podían haber reforzado las fuerzas policiales con nuevas unidades de seguimiento, vigilancia y protección, pero han considerado que era mejor emplear los fondos públicos en campañas publicitarias.
«La ley del ‘sólo sí es sí’ ha dejado en la calle o reducido la pena a más de 130 condenados por delitos sexuales»
Lo peor ha sido la ley del sólo sí es sí, la medida estrella dentro del paquete que la secretaria de Estado de Igualdad, con sueldo propio de la «casta», definió como «diarrea legislativa». Esa ley ha dejado en la calle o reducido la pena a más de 130 condenados por delitos sexuales. Un asco y una vergüenza.
Pues no ha habido ni una petición de perdón o un amago de rectificación, sino todo lo contrario. Montero y su cuchipanda siguen de fiesta mientras acusan, entre otros, a los jueces, que son mayoritariamente mujeres. Es más; la secretaria de Igualdad ha dicho que es preciso trasladar el mensaje siguiente: «Violadores, dejad de violar». No sé cómo comentar esto sin que me caiga encima todo el Código Penal.
Nada de lo que han hecho desde el Ministerio de Igualdad ha sido útil para las mujeres. Incluso las asociaciones feministas están pidiendo la dimisión de Irene Montero. Dicen que la ministra se ha dedicado al colectivo LGTBI y ha abandonado a las mujeres; es más, que las ha borrado porque si cualquiera, a voluntad, puede ser una mujer, ya nadie lo es. Puestas a hacer ideología las podemitas han llevado al extremo el feminismo queer que ha deshecho el tradicional. Y todo para hacerse un hueco electoral.
Ante el escándalo de la cifra de mujeres muertas en diciembre, las responsables de este ministerio inútil han montado un comité de crisis. La conclusión de la reunión la ha transmitido Victoria Rosell, delegada contra la violencia de género. La culpa, dice, es de la gente, de los jueces y de la policía. Es el colmo. Si su ley no funciona, los culpables son las juezas, y si repuntan las muertes, somos los vecinos, que no nos enteramos.
«Ni siquiera han recibido en ese ministerio a las mujeres de Irán»
Demuestran así que no tienen un plan para enfrentarse a la violencia, salvo campañas de quién recoge la mesa en Navidad o que el aire acondicionado a 21 grados es machismo. Esto es una prueba de que nunca debería haber sido un ministerio. De hecho, para cualquier funcionario de carrera trabajar allí con tales políticas vergonzantes es un demérito. Por esto, uno de cada tres ha pedido el traslado.
Es que ni siquiera han recibido en ese ministerio a las mujeres de Irán que han pedido su protección. La cuchipanda pensó que ayudarlas era «racializar» la violencia machista, culpar a los musulmanes, y que esto generaría racismo y xenofobia. Esta es la razón de que se empeñan en esconder la nacionalidad del agresor sexual o del asesino.
El problema reside en convertir un drama en política, porque toda política que mueve presupuestos es un medio de vida para muchas personas. Lo hemos visto en estos cuatro años. El ministerio ha creado un relato sobre el que se asientan muchos cargos y buenos sueldos que proporcionan una vida de lujo, mientras las mujeres amenazadas siguen desamparadas y sin esperanza. Nuestro dinero debería empezar a ser útil para las verdaderas destinatarias, no para esa panda de inútiles.