El socialismo de amiguetes
«Quien realmente inspira, y desde el principio de su mandato, la obra de gobierno de Sánchez no es ni Marx, ni Engels ni Stalin, sino don Benito Pérez Galdós»
El ministro Iceta, de Cultura, ha querido celebrar el cambio de año honrando una de las tradiciones corporativas más caras, en el doble sentido del término, a la familia política que le acoge desde casi la infancia ( se afilió al PSP de Tierno Galván con apenas 15 años cumplidos y poco después de alcanzar la mayoría de edad a los 18 ya cobraba un sueldecito como liberado a tiempo parcial en la Federación de Barcelona del PSC, la única empresa donde consta que ha cotizado a la Seguridad Social a lo largo de su vida toda). De ahí que haya aprovechado estas fiestas tan fraternales para premiar a la hija de Pere Navarro, su antecesor en el cargo de primer secretario de los socialistas catalanes, con un buen puesto de trabajo en el Ministerio, chollo funcionarial para el que ser descendiente de su padre ha resultado el mérito curricular decisivo que ha aportado la afortunada frente a todos los demás ingenuos candidatos que también aspiraban al empleo.
Si bien, al tratarse la de Iceta de una cartera exclusivamente ornamental, a nadie debería inquietar en exceso la presumible incompetencia de la agraciada para el desempeño de las funciones que se le asignen en el futuro. A fin de cuentas, no estamos hablando de una empresa pública con más de 14.000 empleados en plantilla, Renfe por más señas, cuyo actual presidente, el también militante del PSC Isaías Taboas, posee como toda acreditación académica para gestionar una corporación como esa, hoy tecnológicamente puntera en Europa, una licenciatura en Historia, estudios en los que profundizó en su día con la publicación en revistas de difusión local de algunos trabajos de investigación sobre el marxismo catalán en tiempos de la República.
«El presidente Sánchez presume de europeísta y acostumbra a subrayar siempre ese rasgo para tratar de marcar distancias con los conservadores, a los que presenta como devotos practicantes contemporáneos de los hábitos castizos que lastraron la tardía incorporación de España a la modernidad»
Un caso, salvadas las distancias de plantilla, nómina y presupuesto, no demasiado distinto al del ya mentado Pere Navarro, un licenciado en Biología, especialidad que nunca ejercería, quien, tras renunciar al liderazgo orgánico del PSC para entregárselo a Iceta, fue recompensado con la sinecura de máximo responsable del Consorcio de la Zona Franca de Barcelona, uno de los centros logísticos e industriales más importantes del Mediterráneo. Y así, en fin, una lista interminable con las que se podrían llenar varias docenas de artículos como este. El presidente Sánchez presume de europeísta y acostumbra a subrayar siempre ese rasgo para tratar de marcar distancias con los conservadores, a los que presenta como devotos practicantes contemporáneos de los hábitos castizos que lastraron la tardía incorporación de España a la modernidad. Pretensión, esa, que, sin embargo, se compadece bien poco con la realidad de su personal sesgo hacia la privatización apenas disimulada de las ocupaciones de alto nivel que pone a su alcance el control político de la Administración del Estado.
Mucho se ha hablado en la prensa española de comunismo, de Marx, Engels y Stalin, tras el acceso al Consejo de Ministros de algunos dirigentes de Podemos, pero quien realmente inspira, y desde el principio de su mandato, la obra de gobierno de Sánchez no es ni Marx, ni Engels ni Stalin, sino don Benito Pérez Galdós, el autor de Miau, esa novela breve, sórdida y costumbrista donde se retrata el universo amargo y mediocre de los cesantes ministeriales, personajes patéticos cuya existencia material dependía entonces -y depende ahora- de ser promocionados a un empleo público del que fatalmente se verían expulsados con cada cambio de partido en el poder. Algo muy europeo, sí, esa herencia galdosiana que Sánchez se apresuró a vindicar con hechos desde su primer día en La Moncloa; aunque de una Europa que se circunscribe casi en exclusiva a Italia y Grecia, las otras dos madres patrias continentales, junto con España, del nepotismo desacomplejado, las redes clientelares superpuestas por norma a la función pública profesional, y el Estado concebido como un botín de guerra. Toda una cosmovisión a la que a estas horas debe su felicidad laboral la asalariada Navarro.